free counters

miércoles, 24 de octubre de 2012

"EL BARBERO DE SEVILLA" EN BELLAS ARTES. 2 FINAL.




“Ah, che bel vivere, che bel piacere, 
per un barbiere di qualità.”   2         Por Manuel Yrízar.


Dos más dos no siempre son cuatro en la ópera.

Sumar no siempre da los resultados que se esperan si de ópera se trata; el “espectáculo sín limites” no tiene palabra de honor. Y un día dos más dos son cuatro y al día siguiente ambas cantidades suman cero. O veinticinco. Nunca se sabe. Las matemáticas en estos casos son más parecidas a las ecuaciones relativas eistenianas.  Me explico: los mismos cantantes, la misma orquesta, pueden un día sonar muy mal y a las siguientes funciones maravillosas; es como en la fiesta brava: un día orejas y rabo. Cornada en el siguiente. Mansedumbre y bravura en bestias bellas y bien encornadas. ¿Qué magia o encanto particular logra esas contradicciones? Dios lo sabe.

El caso es que luego de una función bastante floja, la tercera del jueves, la última del domingo resulto iluminada. Un exitazo. Corrió como liebre, ¿la recuerdan?, feliz y jubilosa sin perro cazador que la persiguiera. Y los cantantes, salvo una excepción, eran los mismos. Fruncíamos el seño y nos codeábamos señalando pifias y yerros notorios quienes tenemos confianza de hacerlo. Excepcionalmente en la siguiente todo era miel sobre hojuelas. Y como la gozamos.

“Ecco, ridente in cielo spunta la bella aurora…”


 
La última y nos vamos. Salvo el maestro del corno principal de la orquesta del teatro de Bellas Artes que jamás, ni en los ensayos, logro dar las notas sin
 desafinaciones ni pifias evidentes, una vergüenza, la obertura adoptada sonó 
bonito y empezó con buenos augurios la función que concluía el ciclo de 
cuatro. Fiorello, el barítono Amed Liévanos, se plantó al centro del escenario y repitió el rito de pedirnos silencio. Poseedor de una bella voz bien puesta, oscura y juvenil, tiene presencia escénica e inteligencia. En el “III Concurso de 
Canto de Sinaloa” presenciamos y auguramos su triunfo pues nos tocó estar allí cuando se aprestaba a cantar su aria. Por la noche en la premiación festejamos su victoria. Muy grata impresión me había dado desde que lo escuché en otras óperas en “El Lunario”. Es ya un cantante confiable que seguirá dando cosas buenas que hablar. Aquí en sus dos papeles, el del siervo del Conde, y el del Sargento de la fuerza pública, cumple sobradamente con su objetivo. Las tablas adquiridas mucho le servirán. Aprovéchalas.

Todas las historias en la ópera son historias de amor.
Por Sevilla anda enamorado y sufriente el Conde Almaviva que ya siente la suya muerta, su alma, disfrazado de Lindoro y anhelante de fiebre y deseo por una bonita que lo ha cautivado. De la conquista de esta muchacha, por todos los
medios lícitos e ilícitos, válidos en estos menesteres, el fin justifica las mañas, 
se trata la ópera de Rossini basada en la obra de Pierre-Augusto de 
Beaumarchais. 
El libretista Cesare Sterbini logró una comedia simpática y dinámica que sigue divirtiendo por sus enredos y gracejos pero, sobre todo, por la música 
burbujeante y deliciosa, enredada, complicada, rica en efectos orquestales, 
melodías inspiradas, ambientes encantadores, sorpresas en las acciones 
cambiantes, manejo del tiempo, sentimientos diversos y ricos, obra cumbre delestilo personal, en la vena cómica, del compositor.  Es tan feliz y buena esta 
ópera que casi lo aguanta todo salvando con estoicismo y heroísmo algunas 
puestas fatales. “Caballito de batalla” del repertorio que pareciera fácil y sencillo pero que encierra en su partitura dificultades extremas de destreza vocal y 
virtuosismo canoro.

Una pareja dispareja que supera todos los escollos del alma.
Dos viejos bastante torpes, Don Bartolo y don Basilio, hacen las veces de villanos caricatos, bufos sacados de la Comedia del Arte, aparentemente malos pero fácilmente engañados o corrompibles, son los que se encargan de pones dificultades, siempre salvables, a los enamorados.  El primero, un Doctor que es el tutor de la muchacha buena de la película, desea casarse con ella, joven y guapa, y con su fortuna. Matar dos pájaros de un tiro es la noble pretensión del pretencioso. Para ello la mantiene encerrada y amenazada. Le espanta los galanes y los moscones que se atrevan a acercarse. Lo ayuda otro viejo su amigo y cómplice, el segundo, maestro de música de la pupila. Dos bajos que tengan voz y gracia se requieren para estos maravillosos papeles. Aquí sacan adelante sus personajes los cantantes extranjeros Stefano de Peppo y Carsten Wittmoser, italiano y alemán con raíces mexicanas. 
Largo al factotum della città, largo! 
 Fígaro se llama el personaje que da título a la historia: el barbero de Sevilla. “Mil usos” o “Factotum” (Hácelo todo) este peluquero tiene astucia y malicia y se las sabe de todas… ¡todas¡ El es quien, azuzado por la “dulce idea del oro” ayudará a los enamorados a encontrar el camino de su realización conyugal. Voz, gracia y cuerpo le dio a este famoso y afamado personaje el barítono José Adán Pérez poseedor a la vez de la vara de flores del casto varón y la desnudez y fe primera del primer hombre. Se sabe mover en el escenario con desenfado y 
posee virtudes propias añadidas a la de sus santos patronos. 
Una voce poco fa qui nel cor mi risuonò.
 Javier Camarena, joven tenor mexicano que va despegando en el mundo internacional como un “Tenore di grazia” a la usanza plena belcantistas, da vida y gracia al héroe de la historia: el Conde Almaviva. Dispuesto a todo, a enfrentar al mundo y sus enemigos, hacer y deshacer, disfrazarse y engañar, comprar y seducir, corromper, dejar correr el tintineante metal aúrico siempre codiciable, cualquier cosa para enamorar a la “Bella Rosina”. Fenomenal éxito había tenido ya en el Met de NY con este personaje que canta estupenda y maravillosamente. Todo elogio se queda corto y todo lo que de este cantante se diga es cierto: menos que no canta bien. Fue el triunfador indiscutible del elenco.
Di Lindoro il vago oggetto siete voi, bella Rosina.

Dos jóvenes y guapas cantantes mexicanas dan vida al claro objeto del deseo amoroso de Lindoro: las mezzosopranos Cassandra Zoé Velasco Y Guadalupe Paz quienes se alternaron en el difícil rol de la muy lista y hermosa Rosina. Dignas del amor del noble y del plebeyo.


Una criada bien criada que sale a otra realidad de Dominatrix.
 Completa el elenco la sirvienta del Doctor Bartolo, mujer fumadora y graciosa que esta siempre metida en todos los enredos de la obra y que tiene una participación notable en el aria donde se queja de su situación y de que ella también, pobrecita, esta enferma del mal universal del amor. La soprano Celia Gómez salió a escena con buen humor y canto su aria de una manera intempestiva que dividió opiniones y polemizó. Desapercibida no pasó.
De la dirección de escena, sequito y figurantes varios.
Juliana Faesler tuvo a su cargo la dirección de escena, diseño de escenografía e iluminación con un buen equipo de producción y asistentes escenográficos y actorales. Con agilidad y acciones dinámicas que no dejaban huecos supo imprimir un buen ritmo y dio a los cuadros buena presencia y credibilidad dramática. Los seis actores que acompañaban a Fígaro realizan un estupendo trabajo que enriquece muchas escenas con gracia y buen humor notables.
 
La inútil precaución de orquesta, coro y concertación.
 La orquesta fue bien dirigida, aunque no siempre bien tocada, por el italiano experimentado en este repertorio Marco Balderi. Muy bien cantaron los hombres, varones cuando menos, del coro, pues las damas están excluidas de la partitura de Rossini. El trabajo de Xavier Ribes es notorio por la sonoridad que logra en las intervenciones, siempre lucidoras, de la masa canora coral. No muy bien manejado para nuestro gusto, por su estatismo y flojera, en el espacio escénico que ocupan, a veces estorbando y tapando la acción más que participando en ella. 
 Muy buenos resultados se lograron con este título en la que parece será ya la última ópera que le tocará haber producido a la actual administración que nadie sabe, nadie supo que fin tendrá. 
 LA COMMEDIA È FINITA.
 

México D.F. a 24 de octubre de 2012.
 
 

lunes, 22 de octubre de 2012

"EL BARBERO DE SEVILLA" DE ROSSINI EN BELLAS ARTES.1




“Ah, che bel vivere, che bel piacere, 
per un barbiere di qualità.”  
Por Manuel Yrízar.



El éxito producto del trabajo y la suerte buscada.

Desde que aparece Fiorello, al terminar la famosísima obertura de la obra más aclamada del genial Gioachino Rossini, saliendo del telón nos pide a todos una sola cosa: ¡Silencio¡ Y nosotros obedecemos.
Del suelo, frente a una gran jaula, brotan unas escaleras donde unos músicos portan instrumentos musicales. Se prepara una serenata patrocinada por el noble Conde Almaviva que viene de incógnito disfrazado del pobre “Lindoro” que se ha enamorado de quien esa prisión habita, la bella joven Rosina, bajo el cautiverio de su cruel y aprovechado tutor el Doctor Bartolo, quien pretende casarse con ella por su hermosura y su no menos bella dote contante y sonante.
Aprovechando las argucias del barbero de Sevilla, Fígaro, quien lo ayudará a lograr su amorosa conquista. Esta historia, sencilla y divertida, transcurre durante tres horas, de una manera ágil, vertiginosa, divertida, siguiendo siempre la música chispeante del que tal vez sea el más grande genio de la ópera italiana, Rossini, del cual aprenderán los otros belcantistas italianos Bellini, Donizetti, Verdi, y hasta el mismo Wagner quien lo conocerá reinante en Paris.
Es tan buena la música que la historia ha perdurado hasta nuestros tiempos posmodernos y su mensaje espontáneo sigue llenando nuestras almas de gozos y deleites plenamente alcanzables.



Conjunción de elementos que cuajaron el postre.

Atinó el director de la ópera de Bellas Artes, José Octavio Sosa Manterola, en este trabajo que a él se debe plenamente, hasta ahora el único 100% suyo en su muy corta gestión, pues supo reunir, con sabiduría, un elenco de cantantes que dieron todos el tipo de personajes que se requieren, por sus características vocales y actorales,  aunados al trabajo musical y escénico. Con este título del repertorio queda demostrado que si puede hacerse buena ópera en el teatro de Bellas Artes. Ayer, última de las cuatro funciones que se presentaron, el exitazo fue apoteósico y el público salió contento, enardecido, satisfecho.

Totalidad de recursos artísticos al servicio de la obra.

Dicen los filósofos y sabios del futbol, la frase es de Fernando Marcos, que para que podamos tener guisado de liebre, lo primero que necesitamos es, ¡la liebre¡ Y esto reza para los equipos deportivos, y, por supuesto, también los artísticos.

Cinco cantantes protagónicos y dos comprimarios, amén del coro de voces masculinas y una orquesta bien entrenada en el género, se necesitan, liebres al fin, de todas las cuerdas, para afrontar una partitura llena de arias, dúos, tríos, cuartetos, y todas las combinaciones posibles, los concertantes que cierran cada uno de los dos actos son complejos y endemoniadamente difíciles, capaces de cantar con agilidad, afinación precisa, técnica depurada, escuela de canto, los adornos y florituras, agudos, cadencias, melismas, trinos, apoyaturas y mil trucos y triquiñuelas más, verdaderas hazañas vocales, que el maestro italiano, llamado el Cisne de Pesaro, escribió en su prodigiosa partitura. Aquí doy los nombres del elenco:
El conde Almaviva, tenor, Javier Camarena. Don Bartolo, bajo, Stefano de Peppo. Rosina, mezzosoprano, con dos cantantes, Cassandra Zoé Velasco, Guadalupe Paz, que se alternaron dos funciones cada una. Fígaro, el barítono José Adán Pérez. Don Basilio, Carsten Wittmoser, bajo. Berta, la soprano Celia Gómez y Fiorello-Sargento, el barítono Amed Liévanos.

La escena estuvo dirigida por Juliana Faesler y el director concertador y musical fue Marco Balderi.

Hacer un análisis del trabajo de todos y cada uno de los participantes, ha sido labor de los cronistas y críticos especializados, que, cada quien desde su particular punto de vista, se han encargado de detallar lo que les gustó, lo que les desagradó, y los porqués de todo ello. Nosotros en otra entrega haremos lo propio.

Continuará…

jueves, 18 de octubre de 2012

Miguel Salmon del Real, director de la Orquesta Sinfónica de Michoacán (Osidem)

El pasado 15 de octubre nuestro amigo, el director de orquesta Miguel Salmon del Real, fue nombrado director artístico, y por tanto director titular, de la Orquesta Sinfónica de Michoacán (Osidem), según anunció La Jornada Michoacán. Aunque el nombramiento no se ha hecho oficial aún, el joven director ya fue presentado como el próximo titular de la orquesta. Para quienes lo conocimos hace tres años, el nombramiento nos parece justificado pues conocemos su dedicación, entrega y compromiso con la música, pero más importante aún: con los músicos. Su generosidad con la generación emergente de compositores mexicanos es en verdad ejemplar, y rara en un medio donde las envidias y maledicencias son el pan nuestro de cada día. Me gustaría aquí, recordar cómo conocí a este notable director de orquesta, cuando casi nadie lo conocía, y cómo por casualidad, pero también por agradecimiento, fui el primero en este país en escribir una reseña de un concierto por él dirigido, mayúscula sorpresa en aquella ocasión.

Fue el 5 de septiembre de 2009, durante los preparativos para el estreno de Sidereus nuncius, la obra que creamos Javier Torres Maldonado, Claudia Lavista y un servidor, la cual nos fue comisionada por el desaparecido Festival Música y Escena a principios de ese año, a estrenarse ese día. La tarde del estreno apareció Miguel en compañía de Javier, amigo desde hace más de dos décadas, en sus días de estudiante en el Conservatorio Nacional. Al acompañarnos al convivio que Ana Lara había preparado en su casa, en el auto iba sonando el disco de Dudamel dirigiendo la Séptima de Beethoven, y Miguel nos comentó: "Esa la dirigiré en dos semanas" o algo así, y nos invitó a que asistiéramos al concierto. En la reseña que escribí después, y publicada generosamente por Unomásuno, cuento al principio mi sensación ese día, y la agradabilísima sorpresa que resultó haber acudido a un concierto que podría haber sido como cualquier otro, pero que en manos de este joven director se ha convertido en uno de mis recuerdos más valiosos, el cual atesoro como uno de los más notables de mi vida. Y como se dice en el argot, lo demás es historia.

La nota, reproducida en septiembre de este año en este mismo espacio, generó una polémica que hoy, a tres años de distancia, ha puesto a sus participantes en el sitio que a cada cual corresponde. No diré más al respecto. Sólo diré que los michoacanos melómanos no saben la fortuna que les ha tocado al contar ahora con un director de la talla intelectual de Miguel Salmón, y los músicos de esta orquesta, indudablemente, están por escribir memorables páginas en la historia musical de su estado. Enhorabuena por ellos, y por nuestro amigo. Esperamos sólo poder asistir al concierto inaugural de la temporada de la Osidem, para ser testigos del inicio de una gran historia. 


jueves, 11 de octubre de 2012

ORQUESTA SINFÓNICA DE CHICAGO.MUTI EN BELLAS ARTES:



Chicago_Muti o la dimensión humana de la música.
Por Manuel Yrízar.



Privilegio mayor estar ahí. Ser con ellos. Participar. Comulgar.

La presencia de Riccardo Muti transubstanciado y uno con la Orquesta Sinfónica de Chicago es una experiencia que lleva a la reflexión sobre ese don divino recibido que llamamos música pero que no podemos explicar con palabras. Un acercamiento a esa experiencia pretendemos, inútilmente, compartir.

A toda acción corresponde una reacción.

Desde el lugar privilegiado de la galería del teatro de Bellas Artes un hombre y otros celebran nupcias amorosas. Tal vez el “Cantar de los Cantares” o “La Noche Oscura del alma” sean títulos paralelos a esta vivencia. Es como develar el enigma, la respuesta verdadera de una ecuación a la vez matemática y metafísica. Gesto igual a movimiento sonoro. Ademán que se transforma en música orgánica. Arquitectura concreta. Correspondencia total entre el instrumento y el intérprete. Resolver la perfecta ecuación. Muti pregunta si puede verse o tocarse la música: la respuesta es. ¡Si¡ Sinestesia. Gesto: exigencia o súplica. Petición cumplida. Quienes decimos sí somos los músicos y los oyentes. Oficiantes activos y silenciosos del rito.



Dominio. Control. Conocimiento. Espíritu y técnica.

Dos sinfonías en Re, la de Cesar Frank (1822-1890) Sinfonía en re menor y la de Johannes Brahms (1833-1897) Sinfonía Núm.2 en RE Mayor, Op.73 sirven de ejemplo para exponer, en simultanea cátedra y oficio mítico, la concreción de lo que estos músicos escribieron, de llevar de la partitura a la realidad del sonido concertado. Es como ir, filosóficamente hablando, de la potencia al acto.
Desde el privilegiado lugar de la distante pero cercana butaca de la galería del teatro de Bellas Artes vemos salir al gran sacerdote de este ritual místico-mágico. Como lo hacía el Tlatoani en la Piramide o el Pontífice en el Ara. Riccardo Muti, a quien conocimos por la televisión en su impresionante grabación del Nabucco” de Verdi, y que nos impresionó con ese gesto vertiginoso con el que transmitía energía cósmica a los músicos. Era distinto a todos. Lo sigue siendo. Con la ayuda de los prismáticos lo vemos muy cerca tomar su lugar en el podio y echar una mirada de águila a la partitura colocada en el atril. Es desde ese libro cuajado de signos incomprensibles para el profano, runas o jeroglíficos, donde saldrá la materia prima, insubstancial y callada, de aquella otra, material y concreta, que hace vibrar tímpanos y almas, vuelta ya sofisticada y fértil, música tangible. Esa que hiere el oído y el alma unísonamente.

Manos sin cuenta, cincuenta manos, pellizcan las cuerdas como un solo hombre que tocara una singular guitarra. A ella se unen los alientos madera con delicada sutileza. La percusión, orquesta ella misma, da un toque más oscuro, timbal generoso. La masa ya no lo es más, es unión, bendición compartida. No se puede teorizar sin realizar. La praxis permite que los violines unifiquen criterios y ritmos, matices, que los chelos y las violas susurren al unísono o alternadamente. Que los contrabajos se respondan. Que la tuba suspire.

De la partitura sobre el atril al caracol del oído del espíritu.



La partitura que sirve de referencia a Riccardo Muti, la enfocamos desde la galería con el lente de larga vista, esta anotada con plumines luminosos de colores: amarillos, verdes, rosas, violetas, además de anotaciones manuscritas que el director napolitano y solo él, conoce y descifra. Esas notas sobre las otras notas, del compositor y del intérprete, lo dejan mirar, instantáneamente, aquello que le interesa resaltar, subrayar, omitir, una guía íntima y personal, una lectura que pinta allí, y solo allí, lo que él construye, una arquitectura luminosa y sólida.

Queda entonces demostrado cabalmente que una orquesta de más de cien músicos puede sonar como el aleteo de una mosca que cree ser mariposa. ¿Puede una misma masa sonora oír el silencio? Si. ¿Percibir los pasos de una gacela en la nieve? También. ¿La velocidad del destello y su temblor cuando percibe a un león acercarse? Eso y más. La música todo lo puede.

¡Oigo la luz¡ Que no está escrita en la partitura.

México D.F. a 11 de octubre de 2012.
  


  


viernes, 5 de octubre de 2012

CAMERATA DE SALZBURGO.



Camerata de Salzburgo en Bellas Artes.
Por Manuel Yrízar.



Si del placer y el disfrute de la música se trata nada como ir al Palacio de Bellas Artes y desde la LUNETA-2 (hay que irse grabando este nombre pues ya muy pronto esta por aparecer un libro con este título) cómodamente sentado en mi butaca de villamelón dejarse llevar sin prejuicio ninguno por los sonidos de las cuerdas. Embelezo. Deleite. Gusto. Que también para eso sirve la música.

Con un programa para la dotación de cuerdas, que tuvo característica primordial hermanar el particular estilo de la “Camerata de Salzburgo”, agrupación fundada en 1952 por Bernhard Paumgartner, tres compositores afines, familiares de alguna manera en estas obras presentadas, que les permitieron brindarnos una verdadera cátedra de bien tocar. “Alcanzar la nota correcta es esencial para los músicos” nos recuerda en el programa de mano el autor de las notas, siempre ilustrativas para nosotros los neófitos, regla que para nuestra desgracia no siempre se cumple en este lar marmóreo.



Desde el inicio del concierto, desde el primer ataque de los músicos, pudimos darnos cuenta de que el rigor, la precisión, la seriedad, el profesionalismo de esta orquesta sería lo que iba a privar en la sala principal de nuestro máximo recinto cultural. Frente al bellísimo telón de cristal, donde los volcanes Iztaccihuatl y Popocatépetl nos contemplan impávidos y deslumbrantes, el sonido llegaba pleno y rico de matices, pues esta gran mole de bronce y vidrio, pasaba a ser caja de resonancia, concha acústica, proyector de sutilezas sonoras. Para hacerle los honores a quien nació en Salzburgo, su Santo Patrono, el Divertimento en Si  bemol Mayor, K.137, de Wolfgang Amadeus Mozart, en sus tres movimientos, Andante, Allegro di Molto y Allegro assai, surgió en una lectura formalmente clásica, acentuando con pulcritud y rigor extremo ese carácter del estilo de la obra interpretada, subrayando todos los matices que pide la refinada partitura. Durante el siglo XVIII, nos orienta el programa de mano, se conocieron como “Divertimento, partita, serenata, casación, suite, a las numerosas obras para ensambles de alientos, cuerdas o mixtos, muchas de las cuales fueron dedicadas a acompañar diversas celebraciones familiares.” Recordemos al libertino Don Giovanni en la cena final de su vida contratar a una orquesta que va a 
divertirlo”:         Già la mensa è preparata.
                              Voi suonate, amici cari!
                              Giacché spendo i miei danari,
                              Io mi voglio divertir. 
 
“Ya está preparada la mesa; ¡Tocad, amigos míos! Ya que gasto mis dineros, me quiero divertir.” Y eso hacemos los oyentes. 
 
Mayor seriedad tiene la siguiente obra del bien pensado programa:
Concierto para violín núm.2 Nebelsteinmusik (1988) del compositor vienés Heinz Karl Gruber, nacido en 1943, quien además es cantante, contrabajista y director. Músico polifacético que suele presentarse como HK Gruber. El violinista solista, quien en esta velada hace las veces de “Director” desde su asiento de Concertino, aunque la Camerata toca prácticamente sola, tal es el rigor y el dominio absoluto de las partes que interpretan, lo fue Alexander Janiczek, violinista de ascendencia polaco-checa nacido en Salzburgo y practicante de su instrumento desde los 9 años y que ha tocado el famoso violín Paganini-Stradivarius cuyo sonido ha grabado. Perteneciente a la llamada tercera Escuela de Viena el compositor brinda una obra que en su última parte juega con elementos expresivos que provienen del jazz. 


 
Luego de un intermedio donde tenemos la oportunidad de saludar a los amigos y preguntar por la salud de sus seres queridos amén de chismear de los últimos acontecimientos de la farándula y de la política regresamos a la música del nacido en Salzburgo y ciudadano universal que sigue deleitando al mundo con su música gozable. 
Adagio y fuga en do menor, K.546  de Wolfgang Amadeus Mozart. Bajo la influencia del llamado “Padre de la Música”, poético lugar común que trata de decirnos con ello la gloria preclara de Johann Sebastian Bach, donde alcanza quizás su más alto grado de lucimiento con una interpretación de una transparencia y una diafanidad verdaderamente prodigiosa. Es un placer y un deleite para el oído y el alma lograr entender, en ese otro lenguaje técnico de estructuras geométricas y arquitectónicas de la forma fugada, como el ataque preciso de las cuerdas unísonas en el tema que se nos presenta y como ese mismo tema vuelve a aparecer una y otra vez en las diversas voces de las cuerdas agudas y graves, y donde casi podemos tocar ese sonido hermoso que nos transporta a alturas insospechadas. Magnífico el sondo y el estilo Salzburgo 100% puro.
 
Y como decía aquel locutor que duro años y años en siempre lo mismo a través de las pantallas televisivas pregonaba con ademán característico que lo popularizó “¡Aún hay más¡”.
 
Cierra el programa la Serenata para cuerdas en Do Mayor, Op. 48 del compositor mozartiano, Piotr Ilich Chaikovski, ruso de nacionalidad y universal de corazón, como su admirado salzburgués. El compositor de esta Serenata que hemos escuchado hasta el cansancio pues su popularidad es tanta que no hay orquesta de cámara que no la haya grabado o tocado no siempre con el mismo rigor y calidad sino que también algunas veces excedidos de melcocha, mermelada y piloncillo romanticón. No fue para nuestra fortuna el caso de esta interpretación exenta de cursilería donde la Camerata de Salzburgo nos brindo una lectura con igual o mayor rigor que en las obras anteriores permitiéndonos atisbar la dimensión que cualquier música buena puede aportar.
 
Salimos satisfechos y contentos de la experiencia de constatar que si la música no existiera más pobre y triste sería la existencia.
 
México D.F. a 5 de octubre de 2012.