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domingo, 30 de junio de 2013

Ya chole, pero otra de don Ramón

Uno quisiera dejar el asunto por la paz, y ciertamente ya había decidido hacerlo, pero la realidad es pertinaz y ella decide a veces por cuales caminos transcurrirá el destino. Y es que a cada declaración de Ramón Vargas surgen respuestas y críticas, muchas veces severas. Él cree, en su visión distorsionada de las cosas, que sólo somos una minoría quienes le criticamos. Confunde nuestro derecho al disenso con ataques. No es el único. Recientemente un amigo me dijo que era una canallada comparar a Vargas con Hank González en su afán de autoprogramarse en Bellas Artes. Puede, podría serlo, pero no soy el único que le hace duros señalamientos. Desde sus mismas filas, es decir desde el orbe de los cantantes se le dicen cosas igualmente duras y terribles.
En sus más recientes declaraciones el tenor mexicano señaló su deseo de hacer audiciones nacionales para integrar el cuerpo de cantantes que puedan formar parte de los elencos de las obras a representarse:

"Lo primero que quiero hacer es dobles elencos por más oportunidades de trabajo y protección propia. Ahorita (en El Trovador) tenemos nada más una Azucena (Edineia de Oliveiras), la mezzosoprano o contralto que podríamos tener está fuera del País, no encontré otra, así como lo digo."

Su desconocimiento del medio en que va a desarrollarse como funcionario ha despertado el enojo y las críticas de sus propios colegas, a quienes difícilmente se les podría acusar de cualquier cosa, como señalamientos canallunos, tal y como me fue señalado a mí hace no menos de 24 horas por un querido amigo.

Para que no se piense que sólo yo soy un ojaldra resentido, y manteniendo el derecho al anonimato (o secrecía periodística) de las fuentes consultadas, reproduzco lo que en el medio operístico nacional se comenta con denuedo, ése que Ramón Vargas pretende dirigir.

A estas declaraciones del tenor mexicano un grupo no escaso de cantantes le han respondido con justo enojo, pues en ellas se puede observar un total desconocimiento del medio nacional. Tal como lo dijimos en el anterior artículo, si el maestro trabajara realmente en México en lugar de hacerlo desde Europa o Estados Unidos, como amenaza con hacerlo (¿se imaginan al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, despachando desde Múnich o Nueva York, como pretende Vargas?), en estos dos meses podría haber contenido los fuegos que por varios frentes ha desatado su abierta ineptitud y su conocida desconfianza hacia todos aquellos a quienes se supone va a servir.

Que haya dicho con total desparpajo que "la mezzo-soprano o contralto que podríamos tener está fuera del País, no encontré otra, así como lo digo", sólo demuestra su desconocimiento absoluto e indica porqué su fracaso como funcionario público es perfectamente previsible. A tales declaraciones una larga lista de cantantes han reaccionado con justa indignación y no escasa sorna.

Alguien incluso pareciera habernos leído la mente al preguntarse "¿en dónde y cuándo se llevaron a cabo las audiciones para los solistas de El Trovador?, ¿se publicó alguna convocatoria previa?, pues nunca la encontré; ¿o se continuará con la línea de invitaciones directas a favoritos? Y en realidad no solo no conoce a todas las mezzos, tampoco a todas las sopranos, contraltos, tenores, etc, que día con día nos hemos venido preparando intensamente para la gran oportunidad".

Allí mismo se puede leer lo siguiente, a manera de educada crítica: "no creo en el criterio de 'favoritos son los mejores' porque como en todos los ámbitos, también aquí hay atropellos, servidores públicos ineficientes e intereses particulares.. Ojalá en su carácter de funcionario público, independientemente al de artista con la misma realidad que en su momento usted vivió, ahora pudiese regular estas preferencias a 'favoritos' además de otras anomalías..."

En un tono más bien sarcástico, otro parece acercarse más a nuestra propia forma de expresión cuando al respecto dice "perdón pero, ¡pobre idiota! En verdad que lo hemos perdido... Ya quiero ver sus audiciones, puro atole con el dedo..." A lo que alguien más agrega: "Es increíble que vengan con aires de grandeza a 'renovar' la ópera y a dar 'oportunidades' cuando es la misma mercancía."

Uno de los señalamientos más concretos y certeros, muy similar a lo que aquí le hemos señalado públicamente al maestro Ramón Vargas, ciertamente en un tono más comedido, es el que reproducimos a continuación:

"Lo que vemos es el resultado de tener a un cantante (su excelencia como tal no está en discusión) que por más internacional y/o empapado en el mundo de la ópera que esté, no implica que sepa algo de administración pública. El señor, que como artista tiene todo mi respeto y admiración, qué sabe de política cultural; hay gente que siendo artistas han dado maravillosos resultados (porque en realidad se pusieron las pilas o porque Dios les ayuda), pero la realidad es que no saben y quizás no tendrían porqué saber cómo se manejan los organismos públicos 'aunque' sean los culturales. El señor Vargas debe decidirse entre seguir su carrera artística, ponerse a estudiar algo de política cultural o por lo menos lavarse las orejas para escuchar a quienes verdaderamente quieren y pueden hacer algo por la ya de por sí jodida política cultural de nuestro querido país" (énfasis nuestro).

Sin duda alguna el maestro Ramón Vargas parece empeñado en sembrar vientos para cosechar después tormentas. Quizás por eso no me sorprende hallar una admonición en tonos bíblicos a él dirigida: 

"No te equivoques Ramón, Dios no puede ser burlado, todo lo que el hombre sembrare eso mismo segará. Mejor arrepiéntete de tu mal proceder antes que venga el día malo y no halles para ti misericordia. Por mi palabra sucederá esto que he dicho."

Sin duda el maestro Vargas puede pensar que la traigo contra él. Su barbado bufón puede pensarlo también. Pero la realidad está allí, enorme como el Palacio de Bellas Artes, y él se niega a verla. Quiere buscar en el extranjero una mezzosoprano cuando la comunidad entera (incluyendo el club de fans del maestro) le grita a coro que esa mezzosoprano vive en México y se llama Ana Caridad Acosta. 

Pero es que es evidente, si Ramón Vargas dirige a control remoto desde hace dos meses la OBA, si toda su carrera ha transcurrido en Europa y Estados Unidos principalmente, es natural que no tenga idea de lo que su propio país tiene que ofrecer, y en particular a él como director de la OBA. Pero él cree que cuando le decimos que es más necio y obcecado que una mula dando vueltas en la noria lo estamos insultando o atacando; y con él quienes creen que destilamos amargura. ¡No, señores, no! Sólo le hemos dicho, en repetidas ocasiones y en todos los tonos posibles, que actúe como un funcionario en lugar de como alguno de sus personajes en el escenario; que deje sus bravuconadas; que deje de actuar como un virrey que sólo da cuentas a un poder allende el Atlántico; que vea a sus colegas mexicanos como lo que son: colegas que quieren ayudarlo y que tienen ideas dignas de ser tomadas en consideración; que recupere dos meses miserablemente perdidos por su desconfianza hacia sus compatriotas (¿así, lleno de dudas y temores piensa regir, maestro? Porque si así es, le espera un fin trágico, y más vale que, como don Porfirio, tenga a buen recaudo su Ipiranga ya listo) y les oiga, les atienda y les dé el lugar que ellos se merecen. Deje de creer que usted es un iluminado y que hay que empezar desde cero. (Ya su bufón anda maiceando y le canta la melodía que quiere oír, pero es como el canto de las sirenas, hay que huir de ese canto malnacido que parece salido del Nabucco de Verdi: "La nueva era apenas asoma con discreta timidez pero ya no será posible que la vieja estructura se sostenga por mucho tiempo. Una corriente renovadora está surgiendo y no será fácil pero no podrán detenerla." ¡No mami blu!!!!!!!!)

A nosotros, a mí, maestro Ramón Vargas, se lo digo con toda claridad, me importa un pepino realmente lo que usted haga o deje de hacer. Por mí que un meteoro caiga sobre Bellas Artes y lo haga polvo. Como dijo su bufón, con toda razón, a mí la farándula operística me importa un bledo; en cambio me importan los músicos y cantantes, esos a quienes usted parece despreciar olímpicamente imponiéndoles elencos, cantantes y hasta directores escénicos y orquestales (su cuate Sbra Dinic) foráneos, gobernando con abierto desprecio sobre un territorio infiel e indigno de sus nobles suelas. Descienda a nivel de tierra y recuerde esto, y recuérdelo muy bien cuando se vea al espejo: usted también es hijo de esta tierra, de esos nopales que asoman en la bandera tricolor; usted, aunque viva a toda madre en Múnich o en Turín o en Nueva York, nunca será un alemán o un italiano o un neoyorquino. Será siempre uno de los nuestros, un mexicanito que le chingó duro para salir adelante. No sea necio y déles esa oportunidad a sus demás colegas. De mí piense lo que se le dé la gana, pero de ellos no. Ceje en su obsesión virreinal de imponer sureverenda voluntad, escúchelos, recorra el país, entrevístese con quienes hacen ópera en los estados de la república, hable con todos los que tengan algo que decir, con todos los que tienen experiencias y aprenda algo usted también de ellos. Deje de pensar que usted es el Mesías redivivo que viene a fundar una Era dorada de la ópera en el país, y que sin su sabiduría la nación entera sucumbirá en el caos. Usted no vive en el país, y antes de esta aventura sólo ocasionalmente se le veía por estas tierras. ¿Qué le hace pensar que estando lejos usted sabe mejor lo que necesitan los pobladores de estas tierras? ¿Qué le hace pensar que sus ideas, por sí solas, van a sacar al país de la crisis? ¿Qué le hace pensar que su modelo de accionar es realmente renovador si en el fondo es totalmente priísta, extranjerizante, vertical y autoritario, y no conoce de modelos horizontales, democráticos y consensuales? ¿Qué le hace pensar que usted es mejor que sus predecesores? No sea necio, maestro, deje de serlo. Ya es tiempo. Actúe con la nobleza de sus personajes, verá que ganará más así.

viernes, 28 de junio de 2013

Don Ramón, o el arte de la procrastinación

UDice el proverbio que el camino del infierno está plagado de buenas intenciones. A dos meses de su designación como director de la Ópera de Bellas Artes (OBA), y de informarnos que ya se contaba con un diagnóstico de la situación de esta institución y del género en el país, el tenor mexicano don Ramón Vargas dio una entrevista al diario Reforma en la que habla, por fin, de lo que pretende hacer en su calidad de flamante titular. Aunque suene reiterativo, hay que volverlo a decir: cuando la noticia llegó, no sólo el propio tenor mexicano sino sus fans y seguidores aplaudieron su llegada como la del nuevo mesías que redimiría a un pueblo infiel y destorlongado. El optimismo de estos hizo que quienes desconfiáramos de que su sola llegada cambiara algo fuésemos vistos como "enemigos de Ramón", seres malignos y sin fe a quienes el mismo Baal nos guiaba con malsana pasión. Dos meses después, don Ramón ve el toro que le espera en la lidia, y ya su propio optimismo parece menguar, y su discurso, atemperado por la realidad, ya no es el mismo. Ya no habla él (aunque el viejo bufón del emperador chino sí) de corruptos sino de inercias y de la necesidad de un cambio. Ya se percató que el mundo real es más complejo que ese que vemos sobre el escenario, necesariamente lleno de clichés, y donde los matices, tal y como aquí lo hemos dicho, son parte esencial del paisaje; todo lo cual sólo ha matizado un poco su discurso, pero la obstinación de ser el descubridor de un nuevo continente a pura fuerza de voluntad se mantiene, aunque sea disimulado.

Pero el mundo que don Ramón promete es muy similar al que él suele encarnar sobre los escenarios del mundo: sin matices. No entraré en detalles argumentativos como su enojo porque todo se debe justificar, hasta la compra de un tornillo. En principio, todo suena muy bien. Conseguir "no menos de cien funciones [de ópera] al año fuera de Bellas Artes". ¿Quién en su sano juicio podría no estar de acuerdo con ello? 

Por principio, plantea la creación de un fondo, a través del FONCA, al que aportarán los teatros y los estados. Eso le[s] va a dar derecho a tener acceso a nuestras producciones". Y agrega: "A partir de ahora, las producciones de Bellas Artes serán modulares para adaptarse a cualquier escenario. "Es una manera de optimizar esfuerzos y recursos". Insiste en que hay al menos 33 teatros donde se puede representar ópera en el País. Planea un simposio, en enero, con la idea de articular una red de teatros. 

Todo suena muy bien, pero las dudas persisten, y son las mismas que se formularon desde el primer día: ¿hay en verdad 33 teatros en el país (uno por estado) para montajes de ópera? Si los hay, ¿por qué no ha dicho cuáles son y en qué condiciones se encuentran? Ya pasaron dos meses, y no ha sido capaz de enlistarlos. Ya volveré sobre el pasaje enfatizado en la cita, para demostrar lo que realmente hay detrás de su idea renovadora de la ópera en nuestro país.

Luego, dice en la entrevista: 

Y no descarta cantar en algún título de la temporada. "Cantaré alguna cosa, seguro", defiende. "Lo que es muy importante es que sepan que no necesito tomar esta posición para poder cantar. Quien me acusa de eso me parece más ignorante que el burro". 

Pues no, se equivoca de cabo a rabo don Ramón. Él es quien es más ignorante que un burro. Un funcionario público, y él lo es ("ya no es él ni su casa es ya su casa" dice García Lorca), no puede contratarse a sí mismo. Él, que pretende darme lecciones de legislación internacional cuando ni al caso viene, que lea la legislación mexicana; o que le pregunte a otros colegas suyos, como Sergio Ramírez Cárdenas, o a Eduardo Soto Millán, porqué el primero no dirige la Sinfónica Nacional, siendo subdirector del INBA, o al segundo porqué ha cancelado estrenos de obras suyas para el Foro de Música Nueva que ya estaban programadas con antelación, y si le crecen la orejas y mueve la cola, pues ya sabrá por qué. Don Ramón, no sea pinche necio y obcecado: si usted canta en una función de ópera, incluso sin cobrar, estará violando la ley vigente. Consulte el departamento legal del INBA para que le den una lección y aprenda algo, que siempre se está a tiempo de aprender nuevas cosas. No se comporte como su bufón de cabecera.

Luego dice:

Ya ha dicho que su labor como director artístico no le impide hacerlo. Toma como ejemplo al tenor Plácido Domingo, quien compaginó su labor como director de la Ópera de Los Ángeles y de Washington con su carrera como cantante.

Vargas asegura contar con el apoyo de los grupos artísticos. Así se lo han manifestado los representantes del coro y la orquesta.

"Llevo toda la vida trabajando en las entrañas de los teatros, que no sea éste (Bellas Artes) no significa que no entienda cómo funcionan", zanja.

No importa qué le hayan dicho los grupos artísticos ni si le prometieron invitarle garnachas en el metro Hidalgo después de cada función: Usted no puede cantar como funcionario, porque equivale a sacar provecho de su puesto, firmar un contrato de proveeduría con una empresa de su propiedad decidiendo por la libre el costo y las condiciones. ¿Se da cuenta, don Ramón, porqué se debe justificar cada tornillo y cada pluma comprada cuando usted forma parte de una institución gubernamental en México?

Y el ejemplo de Plácido Domingo no le favorece, y nuevamente lo muestra como un ignorante que compara peras con manzanas. Las dos compañías donde trabaja, dirige y canta el ahora barítono español, son empresas privadas, por un lado; por el otro, incluso si fueran estatales, hay que ver qué dice la legislación de cada estado para ver si eso está o no prohibido. Y en tanto usted no nos diga, con su eximia sabiduría en textos legislativos internacionales, qué dicen las legislaciones respectivas, sólo hablará como perico, repitiendo mitos urbanos.

Volvamos a la parte que líneas arriba enfaticé.

Plantea la creación de un fondo, a través del FONCA, al que aportarán los teatros y los estados. Eso le[s] va a dar derecho a tener acceso a nuestras producciones.

Aquí es donde la puerca tuerce el rabo, y donde el magnífico plan de don Ramón deja escapar un tufillo de añejamiento como de medio siglo, por lo menos, y se vincula con lo de los 33 teatros en que se darán funciones en el país. Nos dice que será la OBA la que fungirá como centro de gravedad, y, vean la trampa, se creará "un fondo, a través del FONCA, al que aportarán los teatros y los estados [... lo que les] va a dar el derecho a tener acceso a nuestras producciones". Es decir, en forma tripartita los estados donde se harán las futuras funciones de ópera pondrán dos de cada tres pesos para esas funciones, y la OBA sólo uno. Si mayoritariamente cada estado pondrá más dinero que la OBA, ¿para qué diablos podría ningún teatro o casa de ópera local querer contar con la participación de la generosa y desinteresada ayuda que les va a proporcionar don Ramón y su flamante OBA? Tú pones dos pesos, yo uno, y te presto mis juguetes, parece decirnos don Ramón. Esto por un lado. Por el otro, hay otro aspecto que huele mucho peor, y es el desprecio por las experiencias locales. 

Don Ramón supone que fuera de México todo es Cuautitlán, y que el resto del país es un páramo inmenso ("el desierto, el desierto, el desierto", diría el clásico) habitado por salvajes a los que hay que educar desde el centro, porque ellos mismos no saben ni rascarse el trasero. Lo que hay detrás de la visión de don Ramón es el regreso del paternalismo a los estados de la república. Parte del principio contradictorio de que en los estados, pese a contar cada uno con un teatro adecuado y en perfectas condiciones para hacer montajes operísticos, no hay gente capaz de desarrollar proyectos dignos, independientes de lo que el centro del país tiene que ofrecer. Y como no hay, pues hay que actuar como usurero: teatro y estado se ponen la del Puebla, y si se logran poner de acuerdo, el magnánimo don Ramón les permitirá entrar a la fiesta, que es de traje.

Ni por aquí le ha pasado en la cabeza a nuestro nuevo mesías que en el interior de la república podría (y hay) proyectos tan dignos o más que el que él pretende imponerles desde el centro del país. Imponer no sólo la producción sino también los elencos, aunque la Cacademia de ópera de don Ramón suene más a reality de TV Azteca, y salga a los estados a buscar participantes, al estilo American Idol, con el propio don Ramón en lugar de Britney Spears como jurado. De esta nueva escuela pato saldrán los grandes del futuro que conquistarán el mundo del canto lírico internacional.

Y como lleva dos meses fuera del país, elaborando sesudamente su proyecto, no está enterado de que en Sinaloa existe la mejor academia de ópera del país, y que ya desde allá han expresado su absoluto desacuerdo en recibir los generosos donativos del padrino teletón de don Ramón ni que les impongan cantantes, tal y como hizo con Joanna Paris en las funciones de Il Trovatore, o como ya lo hizo con su cuate de la ópera de Bratislava, el serbio Sbra Dinic, con quien tiene jugosos negocios anuales, y quien dirigirá, a costa del contribuyente, la orquesta del teatro de Bellas Artes, hospedaje y viaje en primera clase incluidos.

Con todo esto don Ramón da cuenta de su educación priísta, aunque haya dicho que él es apartidista y apolítico, que no concibe el crecimiento de polos culturales independientes en el país. Y aquí el ejemplo de las óperas de Dallas y Washington vienen muy a cuento, porque igual que el Met de Nueva York, la ópera de Chicago o la de San Francisco, y hasta la pequeñísima de Palm Beach, son ejemplos, todos, en diversos grados, de polos culturales independientes unos de otros y que obedecen a sus propias necesidades, deseos y posibilidades de desarrollo. Ninguna de ellas depende del presupuesto que desde Washington les puedan enviar. Cada una de ellas se rasca con sus propias uñas y consiguen sus propios elencos, hacen sus propios montajes, tienen sus propias orquestas, escenógrafos y elencos, y contratan a figuras de talla internacional en la medida de sus presupuestos. Y poniéndonos el ejemplo de esas dos óperas estadounidenses como modelo, don Ramón quiere que su proyecto operístico se mueva en sentido inverso, regresando unos sesenta o setenta años en el pasado, cuando papi gobierno lo daba todo. Vanguardia pura, envidia de Bayreuth o La Scala. Allí está la inteligencia de don Ramón a la vista de todos sus súbditos, quienes no pueden controlar sus lágrimas, o esfínteres, y lloran a moco tendido de la emoción.

Pero por si algo faltara, está el ejercicio de procrastinación, es decir de posposición, puesto en marcha por don Ramón:

Pide paciencia. En tres años, deberán verse los resultados del proyecto que encabeza como director artístico de la Ópera de Bellas Artes. Nada, ataja, se arregla de un plumazo.

Y como ya dijimos, parturien montes, esta historia ya la vivimos y sabemos cómo acaba. Ustedes recordarán cuando aquel que prometió defender el peso como perro, al empezar su sexenio les pidió lo mismo a los pobres del país, que le tuvieran paciencia, y seis años después, también con lágrimas en los ojos, les pidió perdón por no haberles cumplido ("es que no me tienen paciencia", diría el Chavo). Y parece increíble que don Ramón haya desperdiciado miserablemente dos meses de trabajo estando en Europa, cuando pudo haberlos usado para recorrer el país y entrevistarse con cantantes, funcionarios, promotores culturales, críticos musicales (no nosotros, nosotros somos unos pinches perros rabiosos) y ladillas que buscan boletos gratis, y ahora nos salga con la batea de que en tres años deberán verse resultados. Tres años es lo que dura una legislatura en la Cámara de Diputados, una alcaldía, tres años es la mitad del sexenio de Peña Nieto y del de Mancera en el DF, y es el penúltimo año de una presidencia en Estados UnidosPeña Nieto y Mancera presentaron con bombo y platillo los resultados de sus primeros cien días de gobierno, y don Ramón, faltando mes y medio para cumplir los cien primeros días en su encargo nos dice que le tengamos paciencia, que dirigir la OBA es más complicado y cabrón que dirigir un país o su capital. 

No son ganas de joder, don Ramón, es sólo que el chocolate espeso, y las cuentas claras, y hasta el momento, pues nada de nada con usted.

miércoles, 26 de junio de 2013

Parturien montes: Il Trovatore de Ramón Vargas

Se cumplió la fecha en que la Administración del prestigiado tenor mexicano y embajador del canto, Ramón Vargas, dio sus primeros pasos, y como un bebé tambaleante, por fin se vio en el máximo escenario del país su incipiente trabajo. Y si como dice el Evangelio, al árbol se le conoce por sus frutos, entonces podemos decir algunas cosas a título estrictamente personal, pero también provisional, de lo escasamente hecho hasta el día de hoy.

Hay que decir que desde el primer momento de esta Administración operística se dijo, en un tono superlativo y a veces rimbombante, especialmente por parte de sus corifeos, que ésta sería una nueva era para la ópera en México. Se aplaudió acríticamente la llegada de Ramón Vargas como para señalar que se empezaba de cero. Pero algunos dudamos que su sola presencia fuera a significar la entrada a una Edad de oro del género en nuestro país. No era, como creen algunos trasnochados, de "estar en contra de Ramón Vargas"; era, y es, simple memoria histórica y desconfianza natural por casos similares en otras áreas de la Administración pública en el pasado. Pero el optimismo no suele tener memoria ni visión dialéctica de los hechos: sólo conoce el entusiasmo y se rige por un afán celebratorio y festivo muchas veces infantil.

Y si por sus frutos los conoceréis, los de este árbol no parecen los del jardín del Edén, precisamente. Il Trovatore fue la ópera con que la Administración Vargas se presenta, y la vara que pusieron sus cliqueros (maiceados o no) y el propio Vargas fue tan alta que no era necesario tener bola de cristal para anticipar que el resultado no sería una fiesta llena de maná y panes multiplicados.

Y si de empezar de cero se trataba, de darle una lección a todos los anteriores directores de la OBA, pues que mejor que hacerlo con una puesta en escena que sugiera ese nuevo amanecer de una humanidad más pura, salvada por el amor, como dice la presentación de Mario Espinosa, director de esta puesta en escena. No obvio decir lo infantil que suena dicha pretensión. Empezar de nuevo todo es un sueño muy bello, pero hasta El gordo y El flaco se enfrentaron a la dura realidad: no se puede empezar de cero.

Y ese es el problema con la Administración de Vargas: en su afán de demostrar que, como dice la publicidad de una universidad pato de la Ciudad de México, sus cartas credenciales dicen "sí se puede", él cree en verdad que basta ese voluntarismo tan característico de los personajes unidimensionales del género lírico que él encarna para insuflar de nueva vida un cuerpo ya casi putrefacto y corrupto en extremo. Una mirada más adulta, lo he dicho en repetidas ocasiones, moléstele a quien le moleste, mostrará que las cosas son más complejas y llenas de matices, alejadas del maniqueísmo que sólo ve polos irreconciliables.

Il Trovatore ha generado reacciones encontradas. Pero en general no ha sido bien recibida. Un montaje caótico e irregular, un empecinamiento de Ramón Vargas por imponer (finalmente se salió con la suya) a la soprano italo-estadounidense Joanna Paris por tercera ocasión consecutiva, por encima de otras cantantes mexicanas. El testimonio de algunos miembros del Coro de Bellas Artes señala que es una cantante bastante equis, cosa que ya habíamos comprobado tanto en la Gala Verdi como en el Réquiem de Verdi donde participó. Los aplausos con que el público premió a Maribel Salazar no fueron producto de un nacionalismo trasnochado sino la recompensa a una cantante que lució y que supo dar dignidad y realce a un papel para el que la Paris no supo o no pudo. Y el hecho mismo de que Vargas haya cancelado su participación por razones de salud (cualquier parecido con el pasado es pura coincidencia) y no porque la ley, simple y llanamente, se lo impide, habla por sí sólo de lo que hemos señalado desde el principio.

Como si algo más faltara, la sinopsis del programa de mano de la obra es caótico a más no poder, en particular el casi ilegible primer párrafo, ejemplo de pésima redacción; no se diga los errores ortográficos, como en la Escena segunda del Acto tercero, donde se lee: "mientras se escuchan los cantos religiosos para la celebración, llega un escudero a informar al trovador que Azucena ha sido aprendida [sic (en lugar de aprehender)] por el Conde de Luna". Además de esta redacción pedestre y lamentable, está lleno de imprecisiones en cuanto a la descripción de la trama de la obra, faltas de ortografía y criterios claros en lo relativo a acentuaciones.

Así, entre pifia y pifia, la Administración de Ramón Vargas no parece estar haciendo las cosas mejor que sus predecesores, y por el contrario su obstinación en imponer a sus cuates, como el serbio Sbra Dinic al frente de la orquesta de la ópera sin pensar en la posibilidad de darle una oportunidad a algún joven director mexicano, sólo nos lleva a pensar, como dice el dueto en la escena final del primer acto del Don Giovanni, lo que empieza dulce podría en amargo terminar.

Que no piense Vargas, y su monito cilindrero, que le deseamos el fracaso. Todo lo contrario. Pero debería escuchar algo más que su estentórea voz a la hora de tomar decisiones, o la de su asesor de confianza, que ya ha demostrado ser bastante incompetente.

Por lo pronto, podemos decir que, como en el poema de Ovidio, ya vimos, de nueva cuenta, el parto de los montes. Es la obra de más éxito en nuestro país, y ya sabemos cómo termina.

domingo, 16 de junio de 2013

Ramón Vargas, Joanna Paris y el eros del "maestro"

En su indispensable Lecciones de los maestros, George Steiner señala que en la relación entre maestro y discípulo suelen difuminarse, hasta en no pocas veces establecer un vínculo que socialmente no siempre es bien visto: Eros aparece en escena, ya sea la relación hetero u homosexual. A lo largo de la historia la admiración, a veces recíproca, entre maestro y discípulo cruza esa barrera de modales y comportamiento socialmente aceptado para hundirse en los escabrosos territorios menos fructíferos de la carnalidad. 

Que esta relación erótica no sea bien vista en el mundo de la educación y que al mismo tiempo se vea violentada o establecida entre maestro y discípulo, y, más aún, que se le siga viendo con sospecha y desconfianza nos indica lo compleja y complicadas que son estas relaciones. 

Hago esta breve remembranza sobre este asunto en atención a las palabras que el flamante director de la Ópera de Bellas Artes, Ramón Vargas, tuvo a bien dirigirme al referirse a mis "infamantes escritos" sobre su relación con la cantante Joanna Paris.

El maestro Vargas quiere hacernos creer que su relación con la mencionada soprano es una relación meramente profesional entre el maestro, él mismo, y su discípula, ella en persona. Así pudo haber empezado dicha relación: pero de la admiración pura y clara se puede pasar muy pronto al mundo del Eros desatado. 

Las fotos que a continuación reproducimos en exclusiva dan cuenta de cuán pública es esa relación maestro-discípula cuando se sienten en confianza, y son apenas la punta del iceberg, como la memoria del señor Vargas podrá confirmarlo en su orbe privado mientras recorre preocupada sitios públicos y reuniones donde se les ha visto en más que cálida camaradería.


En la primera de ellas podemos observar el trato de íntima confianza que el maestro tiene con su dilecta discípula, no sólo al abrazarla por la espalda, sino literalmente estrecharla afectuosamente. Todo enamorado conoce esta típica posición de amor que en todo el mundo identifica a una pareja bien avenida. No hay confusión al respecto ni forma de negarlo.


En la segunda foto, la discípula descubre la cámara y sin vergüenza alguna, al contrario, con un rostro de dicha y alegría rebosantes, se da ligeramente la vuelta y saluda, en un gesto de sana alegría, haciendo que el brazo del maestro y experto en el culto a Citerea, se aleje un poco de su posición de arrojo y arrebato, y al parecer sin percatarse aún del ojo que los observa.


La última foto del conjunto no necesita explicación. Los rostros de dicha rebosante de ambos lo dicen todo.

El ciclo de fotos, apenas la punta del iceberg como ya dijimos, son suficientemente explícitos y fueron tomadas en septiembre de 2009, en Tokio, en una gira del Met de Nueva York  en la cual la Paris no formaba parte del elenco. Me excuso ante el maestro Ramón Vargas por usar la palabra "querida". Usted elija, maestro, la que mejor le parezca.

¿Es reprobable que un maestro y su discípula entablen relaciones de tanta confianza como la que estas fotos testimonian? Podríamos decir que sí, y no sólo por lo que puede coludirse a partir de ellas, sino por dos cuestiones adicionales. Primero: el maestro Ramón Vargas no ha negado públicamente que la señorita (¿o señora?) Paris sea su amante, querida o como se le quiera llamar. No lo ha hecho enfáticamente, tal vez porque no puede o no quiere. Ha escurrido el bulto con elegante discreción, como dicen Les Luthiers en su Cantata bastante de gesta de Edipo de Tebas, "cambiando de tema", diciendo que es su alumna. Una alumna con privilegios y trato especial, que es llevada, por ejemplo, en una gira internacional de su maestro por Europa y Japón. Podemos imaginar que es lo usual entre alumnos y maestros. Segundo: Ramón Vargas es un hombre "felizmente casado", con hijos, a quienes ve con frecuencia, y a quienes debería guardarles lealtad y fidelidad.

El meollo del asunto es, por supuesto, no si la Paris es o no su amante y desde cuando lo es. Eso se lo dejamos a la inmaculada conciencia del maestro Ramón Vargas y su feliz matrimonio. En ultima instancia no debería importarnos, pero es justamente esta relación maestro/discípula la que hace que nos importe y nos obligue a cuestionar su proceder. Actuamos como ciudadanos libres, con pensamiento crítico, en una democracia donde la transparencia y la rendición de cuentas son obligadas, no como vasallos (léase Manuel Yrízar) arrodillados ante la majestuosidad y pompa de la corte real que llega a palacio para contemplar, impávidos, el reino heredado y a punto de recibirlo.

¿Porqué el maestro Ramón Vargas privilegia a una de sus alumnas con tres apariciones seguidas en el máximo recinto del país cuando en las anteriores demostró ser de un desempeño vocal poco menos que mediocre, equivocándose en varias ocasiones? ¿Cuanto nos van a costar, en el caso de su discípula, esas tres funciones, pues su salario saldrá de nuestros bolsillos? ¿Qué méritos vocales posee que la hagan más digna que otras sopranos mexicanas? (Esa era originalmente nuestra pregunta, maestro Ramón Vargas. No me vaya a salir con un listado del resto del elenco porque de eso no estoy hablando. Lea bien, y no se vaya por las ramas). Por cierto, por si no se había enterado (no puede estar en todas partes, ¿verdad?), ¿sabía usted que su flamante director de la orquesta de la ópera, su cuatacho de la ópera de Bratislava, a donde usted y la Paris van cada año, el serbio Sbra Dinic, la regañó sobre el escenario el día de la deslucida Gala Verdi en que los tres participaron? Todo el Palacio de Bellas Artes lo vio, sólo usted que estaba en el escenario no se percató del trato grosero que su cuate tuvo con su dama, digo alumna. (¿Cuanto nos va a costar, por cierto, tener un director serbio en lugar de apostar por mexicanos?)

Si publicamos estas fotos es porque el maestro Ramón Vargas nos invitó a hacerlo. Lo hacemos no sólo en atención a su deseo (¿se acuerda maestro de lo que Wilde decía al respecto? Debería), sino porque es nuestra obligación como periodista de investigación, especialmente cuando se ha cuestionado una relación que se supone debería ser sólo de trabajo, pero vemos que no. Como sea, lo reiteramos, estas fotos son apenas la punta del iceberg, y de ellas se puede concluir una cosa, y una sola: Joanna Paris viene como dama de compañía del maestro Ramón Vargas, no como soprano de lujo, en detrimento de cantantes mexicanas que podrían hacer el mismo papel (de soprano, por supuesto) mucho mejor.

Por favor, maestro Vargas, ya no use al señor Yrízar como intermediario. En los comentarios puede usted poner su respuesta. Por supuesto, usted es libre de volver a usar a su monito cilindrero de confianza, pero le advierto que nada proveniente de él será publicado, pues ya no forma parte del equipo de colaboradores del blog y no puede ya publicar de motu proprio. Si quiere mi correo para que cualquier respuesta suya sea debidamente publicada, puede hacérmelo saber dejando un comentario privado (los comentarios están abajo, en la parte final de cada entrada; se requiere cuenta de correo o de blogger para dejarla, pero esos datos no se publican; también puede hacerlo de manera anónima). Yo ya tengo su correo, y le escribiré si fuese el caso para que pueda enviarme cualquier respuesta. Y, maestro Ramón Vargas, cuídese esa pierna, no vaya a estirarla antes de tiempo.

UN TRIUNFO PARA EL ESPÍRITU: BEETHOVEN POR MIGUEL SALMÓN DEL REAL

Los pasados jueves 13 y viernes 14 la orquesta sinfónica de Michoacán presentó su quinto programa del año dedicado por completo a Beethoven, interpretando su Quinto concierto para piano y su Quinta sinfonía, con Jorge Federico Osorio como solista. En un contexto donde Beethoven es uno de los caballos de batalla más recurrentes de los programas de concierto y donde sus obras parecen no guardar ya sorpresa alguna, un programa doble como el aquí mencionado no habría llamado la atención en demasía. Pero el director artístico de la orquesta, el maestro Miguel Salmón del Real, nos preparó una sorpresa asombrosa e inesperada.

Normalmente en los programas de los conciertos la diferencia entre uno y otro suele ser mínima: algunos ajustes aquí, alguna modificación allá, poca cosa. Nada pudo prepararnos para lo que vimos y oímos jueves y viernes en Morelia. A lo largo de esta temporada 2013 Salmón del Real ha ofrecido una auténtica lección de cómo darle frescura a un repertorio que parece ya estratificado de tal modo en los genes auditivos del público que no tiene nada nuevo que decirnos. Eso no sucedió esta vez.


Me interesa particularmente lo que Salmon del Real hizo con la partitura de la sinfonía en dos ejecuciones que puedo calificar ya de memorables. La diferencia entre uno y otro concierto fue abismal, y no, como podría pensarse, debido a la orquesta, o a pesar de ella, sino por la forma de abordar la partitura, como si de dos obras distintas se tratase.

Por un lado está la duración, los tiempos de ejecución, por el otro los tempi dados a cada movimiento. La Quinta suele durar 40 minutos más o menos con las orquestas modernas y una media hora de ejecución con instrumentos de época, y esto último fue lo que más o menos duraron ambas versiones. Sin embargo, los tiempos individuales denotan una intención del director muy específica por ofrecernos una lectura muy atrevida.

Salmón del Real decidió regirse por tempi y técnica interpretativa de corte historicistas, lo que significa eliminar el vibrato del todo, entre otras muchas cosas. Los cuatro movimientos de la sinfonía duraron, el jueves, 6'26, 10'05, 5'34 y 9'29. Llama la atención la duración del primer movimiento, idéntico en tiempo de ejecución, por ejemplo, al que, como mera referencia y punto de comparación, escuchamos con John Eliot Gardiner y la Orquesta Revolucionaria y Romántica. Como contraste, el segundo movimiento duró un poco menos que la versión de Christopher Hogwood (se equivoca nuestro querido amigo José Luis Juárez Echenique en su reseña en Amazon cuando dice que es una versión súper rápida; todo lo contrario). Los dos movimientos restantes parecen una locura sólo en lo relativo a su duración de ejecución. La duración de la obra en su conjunto no difiere gran cosa del promedio que conocemos: 31 minutos y medio en total.

Pero no es sólo la duración global de la obra, sino la magistral lectura que Salmón del Real hizo de la partitura. Si tuviésemos que comparar lo hecho por el director mexicano, podría decirse que parecía una combinación de Gardiner, Boulez (de quien es discípulo) y Harnoncourt, al menos en esta versión que comentamos. El primer movimiento empezó con un bien dirigido furor y pasión no siempre escuchados entre nosotros, fuerza y emoción de gran dinamismo, contrastados, todos estos elementos con el segundo movimiento, mucho más pausado (lento, parsimonioso), y de un lirismo deslumbrante, con una atención y cuidado asombrosos al detalle, en especial en los alientos, donde el director se regodeaba hasta casi hacer una pausa cada vez que aparecían los clarinetes (no sin algunas fallas y notas falsas, especialmente en el concierto del viernes; también las cuerdas contribuyeron al casi naufragio en un momento al entrar a destiempo). Con todo, el prolongado lirismo del movimiento parecía anunciar lo que se escucharía en el siguiente: pese a la aparente rapidez (casi tres minutos menos que el de Hogwood y casi dos menos que el de Gardiner), Salmón del Real nos ofreció uno de los Scherzos más notables de que tenga memoria: parsimonioso, lleno de misterio y sonidos nocturnos, con pausas y cambios de tempi como nunca había oído antes, igualmente con una hondura filosófica impresionante, meditativo en extremo, hizo una de las más brillantes transiciones entre movimientos que recuerde, llena de pasión y arrebato, con una duración de apenas medio minuto menos que la de Gardiner.

Con pausas asombrosas, cambios de tempi al interior de los dos lo movimientos centrales y una suerte de lectura deconstructiva de la sinfonía, Salmón del Real nos mostró cuánto hay todavía por descubrir en esta obra fascinante.

Y contrario a lo que podría esperarse, el viernes Miguel Salmón cambió radicalmente su aproximación a esta obra, y podría decirse que fue una lectura más convencional, más dentro de la tradición de lirismo con que solemos ubicar a esta obra. Al sonido un tanto seco (à la Harnoncourt) del día anterior, nos ofreció una versión absolutamente apasionada, llena de lirismo e inspiración, de un control orquestal excepcional, no exento de algunos yerros en el clarinete y otros alientos. La orquesta, entregada y comprometida al máximo con su director artístico lució, por una noche, como la mejor orquesta del país, disciplinada y orgullosa (al final del concierto el rostro de satisfacción de sus integrantes era notorio, recompensado por una merecida ovación, y el reconocimiento a los concertinos de las partes de la cuerda a quienes el director pidió se levantaran para recibir el aplauso bien merecido), llena de brío y energía, como si supieran que pueden vencer cualquier obstáculo que se les presente.



Para el viernes Miguel Salmón decidió ofrecer una lectura más orgánica y elegante, más vibrante y emocional, sabedor que la orquesta a su cargo responderá como un brioso y noble corcel. El ataque de las cuerdas, convencidas de su poderío, daban lustre a una versión de enorme lirismo y honda belleza, como hacía mucho no escuchábamos. Con algunos detalles y yerros menores, lo que presenciamos en el Teatro Ocampo de Morelia fue y es, sin duda alguna, un auténtico triunfo del espíritu.