Ramón
Vargas llegó a la renombrada Ópera de Bellas Artes con el cheque en blanco más
grande extendido a un funcionario público pagado con nuestros impuestos desde
Vicente Fox. Sus seguidores viven embelesados, como las adolescentes que apenas
y pueden controlarse para no orinarse al ver a Justin Bieber, y son tan necios
e irracionales como aquellas. El prestigio del tenor mexicano es su mejor
defensa y su carta de presentación, aunque en los hechos no haya hecho nada que
pudiese justificar el entusiasmo. Hacer señalamientos de su quehacer
funcionaril y pedirle explicaciones equivale a ser el malo de la película. Es
tal la cerrazón y estupidez en torno a su nombre, que no importa lo que uno
diga, sus defensores usan los argumentos más pueriles (pueril, de puer, niño, infantil) para defenderlo,
negando lo evidente. A punto de concluir el 2013, Vargas no ha dejado de
cometer error tras error, y sólo la crítica que aquí se le ha hecho ha
impedido, por el momento, lo que sus seguidores, todos ellos acríticos de una
forma nunca antes vista, estaban dispuestos a aceptar y a celebrar: que se
presentara en Bellas Artes a cantar siendo funcionario pagado con nuestros
impuestos. Las críticas desde aquí vertidas, casi en solitario, me han valido
el sucio y sordo rencor de muchos, pues soy casi la única voz que se ha atrevido
a denunciar el traje nuevo del emperador. Pero sus seguidores siguen
embelesados ante su figura y sus triunfos, como si ellos tuvieran vela en el
entierro, y aunque se les habla de la desnudez del rey, ellos prefieren ver del
traje del prestigio y el renombre en vez de usar su razón y destetarse de una
vez por todas.
Pero hay que decirlo de una vez y con todas sus letras: Ramón Vargas es un digno émulo de un Presidente de la nación ignorante como ninguno, analfabeta funcional que es la burla nacional e internacional. Vargas, a la par de su jefe máximo en la Administración federal, no se queda atrás. Soberbio e ignorante como casi todos los cantantes y la mayoría de los músicos, a Vargas se le puede aplicar lo que Maciek Wisniewski refiere de la enseñanza que Rubinstein le dejó a Barenboim: el único libro que debe tener en su casa es la sección amarilla, y sus defensores parece que también, pues no hay uno solo que sepa argumentar, que piense de manera independiente y madura. De Vargas se puede afirmar que no sabe nada de nada, ni siquiera de su propio ámbito de especialidad, la ópera. Su ignorancia es grosera, y ofende, o debería, a cualquiera con dos dedos (o uno) de frente. Para evitar hacer un análisis de algo que no le amerita, y demostrar la grosera ignorancia de Vargas, ofrezco una serie de memes en que se reproducen fragmentos de la entrevista-reportaje que le dedicó la revista Proceso el pasado 23 de octubre de 2013 y en la que Vargas dice una barbaridad tras otra. En su momento, cuando me atreví a señalar los desatinos de su majestad, hubo una tímida reacción para defenderlo, pero la cantidad de yerros e imprecisiones son tales que prácticamente nadie se atreve ya a salir a decir nada. La torpeza del titular de la Ópera de Bellas Artes es tal, que no es exagerado equipararlo a la de su jefe, quien por supuesto está más expuesto a las burlas y a quien es imposible defender en su ignorancia. Por eso presento los extractos de sus torpes e ignorantes declaraciones, para que no quede la menor duda de que ni siquiera cuando habla de lo que se supone debería saber, sabe algo.