Se
presentó la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) en la sala principal del
Palacio de las Bellas Artes de la Ciudad de México con un programa centrado
única y exclusivamente en obras de Beethoven. Los conciertos que las orquestas
del interior de la república suelen ofrecer en sus giras a la ciudad capital
pueden ser vistos como una manera de presentarse ante un público distinto al
que los acompaña en sus ciudades de origen, pero sobre todo, como una forma de
obtener un reconocimiento de eso que podría llamarse sus hermanos mayores, las
orquestas locales, para presentarse como sus pares en las mismas condiciones
que las orquestas que tenemos en la ciudad capital, en un escenario que es de
visita obligatoria.
En
este marco es que se presentó en medio de la polémica. Y como toda institución
hecha de un microcosmos de múltiples entidades que deben presentarse como una
sola entidad o unidad en perfecta conjunción, la OSJ y su director titular, el
maestro Marco Parisotto, dieron cátedra, dejando la polémica donde debe quedar,
en el mundo de los enanos, de la grilla y la mediocridad espiritual.
El
concierto comenzó con la imponente obertura de la música incidental para Egmont, opus 4, y de inmediato fue
palpable, y audible, que la Filarmónica de Jalisco no es una orquesta de medio
pelo, que sus músicos no son viejitos amodorrados y de alma burocratizada, sino
auténticos profesionales en toda la extensión de la palabra. El suntuoso sonido
de la orquesta, su compromiso instrumental, pero por encima de cualquier otra
peculiaridad, por su sincronización musical y su dinámica de conjunto, palpable
en los primeros violines quizá más que en ninguna otra sección, nos permitió
presenciar todo el potencial de una orquesta que sonó como un Rolls Royce. Quizá
un poco sobre-dramatizada, la interpretación empero mostró la fuerza y los matices
necesarios para presentar una de las obras cumbres del genio de Bonn en toda su
gloria, en un constante diálogo instrumental entre las cuerdas de manera
brillantísima.
Sin
el menor asomo de duda, esto es el mérito indiscutible de su director
artístico, el maestro Marco Parisotto, quien le ha entregado a los músicos de
esta orquesta algo invaluable, algo que no se puede comprar con el líder
sindical de la esquina ni puede otorgarlo un músico mediocre: dignidad y
alegría. La dignidad de sentirse parte de una tradición musical puntual y la
alegría de tocar y dialogar juntos, mostrado a lo largo del concierto por los
concertinos súpersolistas (un título muy rimbombante y algo ridículo) Iván
Pérez y Angélica Olivo, quienes parecían cortejarse el uno al otro en un alegre
y fraternal diálogo instrumental.
La
segunda obra de la tarde fue el Concierto para piano #5 en mi bemol mayor opus
73, con el pianista polaco Peter Jablonski, quien probablemente será un gran
pianista con premios, reconocimientos y grabaciones por aquí y por allá, pero
distó mucho de ser un pianista beethoveniano. El primer movimiento a duras
penas lo sacó a flote, con innumerables momentos de hesitación que
interrumpieron el natural flujo músico-discursivo; el segundo movimiento simplemente
se perdió en una interpretación sin carácter, fría y mecánica, más propia de la
música contemporánea que de Beethoven, y en un abierto contraste con el opulento
y cálido sonido de la orquesta. El tercer movimiento, al menos de su parte, fue
para el olvido. Ni siquiera amerita comentario alguno, salvo que Manuel de la
Flor habría sido un mejor solista, que probablemente le redituó una buena ganancia
a la agencia que lo trajo, pero que en realidad no es un pianista para este
repertorio. Ojalá no lo volvamos a escuchar, al menos no con este repertorio.
La
segunda parte del concierto abrió con la Obertura
Coriolano opus 62, con Parisotto en pleno dominio de sus capacidades
directivas, con una lectura rigurosa y ampulosa de esta obra maestra. Quizá mi
única observación está en la manera un tanto mecánica en que las trompas
debieran haber sonado hacia el final, en vez de buscar una forma que reflejara
el dramatismo propio de la obra. Por lo demás, el sonido de éstas fue
simplemente espectacular y brillantísimo.
La
capacidad lectora de Parisotto alcanzó su clímax en la siempre difícil y vibrante
Séptima sinfonía, con la orquesta en un paroxismo casi de perfección, aprovechando
al máximo su opulento y cálido sonido instrumental para una obra que exige un conjunto
que se encuentre a su elevada calidad dignificadora. La lectura de Partisotto
apostó por los contrastes, como no podría ser de otra manera en la que podría
denominarse la más histérica de las sinfonías de Beethoven. Me pareció especialmente
notable su lectura del “Alegretto”, ese extraño movimiento de corte
semi-introspectivo en medio de la histeria, como si Beethoven quisiera oír su
propia sinfonía desde la sordera elevando el crescendo de las cuerdas para
concluir con un susurro, casi un espasmo. Conmovedora y profunda lectura de
Parisotto, pero no por eso menos rigurosa.
Sin
duda, la lección que dejó la OSJ es que en materia artística, no hay mejor
manera de callar la boca de las mentes mediocres y enanas que con un aquello
para lo que la orquesta fue concebida, para tocar música. Y sin duda, puedo
afirmar que el público melómano de Jalisco, de la ciudad de Guadalajara, puede
sentirse no sólo orgulloso del nivel musical que su orquesta ha alcanzado, sino
presumirla abiertamente como una de las orquestas líderes en el país, por encima
incluso de las orquestas que tenemos en la Ciudad de México. Y eso es gracias a
su director artístico, el maestro Marco Parisotto, quien ha colocado a sus
músicos en un pedestal que tal vez ellos mismos jamás imaginaron alcanzar. Es probable
que haya melómanos a quienes no les guste demasiado la manera de leer y
entender la música que ofrece Parisotto, pensando siempre en otras lecturas,
pero me parece que allí está su mérito indudable, en arriesgarse y proponer
otra lectura.
El
rostro de satisfacción y alegría de casi toda la orquesta –había un violista
que no parecía compartir la alegría de los demás, y más bien parecía niño castigado,
haciendo pucheros en su esquina– es algo que celebro y que resulta, indudablemente,
contagioso. Felicito no sólo a los músicos y a Parisotto por la generosidad y
entrega que nos ofrecieron, sino también a las autoridades que lo trajeron a la
orquesta. Frente a demostraciones como la que ayer pudimos constatar, todo lo
demás es sólo un chisme de lavadero. ¡Señores, Jalisco tiene orquesta!
Cuidado con las siglas de la Orquesta (OFJ) Orquesta Filarmónica de Jalisco.
ResponderEliminarNo es OSJ.
Saludos