VERDI ESTRENA “NABUCCO”.
Por Manuel Yrízar.
En el escenario del teatro de Bellas Artes se alza
el telón y lo primero que vemos aparecer es al mismísimo Giuseppe Verdi sentado
ante una mesa escribiendo en unos papeles y dirigiendo mentalmente la orquesta
que suena en su cerebro prodigioso. Empieza a dirigir la música que brota de su
mente genial cuando en el foso escuchamos la obertura que estrenara en el
“Teatro alla Scala de Milano” hace 170 años precisamente el 9 de marzo de 1842
como nos anuncia un letrero allá arriba donde leeremos la traducción del
libreto de Temistocle Solera basado en el Antiguo Testamento bíblico y en el
drama “Nabuchodonosor” (1836) de los franceses Francis Cornue y Anicète
Burgeois. Desde esta escena inicial vamos a presenciar, de manera paralela, la
representación completa de la ópera ambientada en la época del siglo XIX cuando
Italia aún no existía como nación unida sino que estaba dividida y sometida a
la potencia extranjera que los invadió: los austriacos.
A ese palacete donde empezaran los ensayos de la
nueva obra de este joven compositor de 29 años llegan otros jóvenes como él que
participan en revueltas populares con la intención de pelear para deshacerse de
ese yugo que los oprime.
La propuesta del director de escena de esta
reposición del primer gran triunfo de quien llegará a ser el más importante
operista italiano de su tiempo consiste en llevar a feliz término una doble
tarea que lleva aparejada problemas estructurales serios por resolver. Lograr
una propuesta coherente que sepa entreverar historias diversas y al mismo
tiempo representar, de una manera lógica, la obra teatral y musical, de manera
que el público disfrute de una representación que lo satisfaga.
La discusión de las puestas en escena de obras
tradicionales del repertorio operático aún continúa pues hay quienes quisieran
que se respetara absolutamente todo lo que “literalmente” ocurre en la obra
teatral. Algunas historias actualmente son adaptadas a nuestro tiempo pues las
situaciones que en ellas se narran pueden ocurrir también hoy y en estos días.
Juan Ibáñez, director cinematográfico y teatral llamaba a quienes querían que
nada cambiara en las representaciones “Operópatas” y de gustos “arqueológicos”.
Lo primero porque oían la ópera con “las patas” y lo segundo porque respingaban
con cualquier novedad. Algunos distraídos no se percatan que, el mismo Verdi lo
decía, volver al pasado será nuevo hoy. A mi en lo personal me gustó muchísimo
la puesta en escena. Me pareció un sentido homenaje al gran Verdi y su lucha
por la unificación italiana donde es el propio creador la figura principal y
más importante sobre el escenario. Ya se cumplirán el próximo 200 años, otro
Bicentenario, en 2013, del nacimiento de quizás dos de los máximos colosos del
género del drama musical que nacieron ambos en el año de 1813: Verdi y el
alemán Ricardo Wagner, revolucionarios.
Para un amante de esta ópera desde que la vi en
ese mismo teatro en 1967, a
los 19 años, con la soprano griega Elena Suliotis, el barítono Peter Glossop,
Joshua Hecht, bajo, Rubén Dominguez, tenor y otros más. La batuta de Luis
Herrera de la Fuente
y la dirección de escena de Renzo Frusca. Para quienes como yo ya habíamos
escuchado esta ópera en los LPs negros con la misma cantante y Tito Gobbi, era
casi de no poder creerse que los viéramos en vivo y tuviéramos la oportunidad
de convivir con la cantante a quien
invitamos a la casa de una de las compañeras de la Escuela de Música, la
soprano Graciela Castellanos, donde compartimos con ella maravillosos momentos
inolvidables. Dos años después, en 1969, volvimos a asistir a “Nabucco” con los
mismos directores Herrera y Frusca con Aldo Protti y la soprano española
Ángeles Gulín, quizá la voz más poderosa, potente y sonora que haya escuchado
jamás, y el tenor mexicano David Portilla, de quién se presentará su CD de
Homenaje el próximo miércoles 13 de junio. El escandalazo que se produjo cuando
aparecieron unos soldados nazis sobre unas montañas al cantarse el coro de los
esclavos judíos fue de antología y aún lo recuerdo. Yo estaba con Renzo Frusca
“BACSTAGE” ( nombre de una nueva novela que recomiendo al 100% de José Noé
Mercado) y el italiano de origen judío se carcajeaba pues había logrado lo que
se proponía. En 1978 volvimos a escucharla con la gran soprano Ghena Dimítrova,
una de sus más grandes intérpretes, Stoyan Popov, Rogelio Vargas, y mis
queridísimos amigos Ignacio Clapés y Estrella Ramírez con quienes vocalizaba en
Mascarones con el maestro Enrique Jaso, de inolvidable memoria. Todavía lo
vimos la última vez que se presentó en 1994 con Luis Girón, Linda Roark, un
bajo chino llamado Don Jian Gong, entre otros. He tenido la suerte de verlos
todos. Y ahora vuelvo a adentrarme en esa obra consentida con verdadero
deleite. He revivido dichoso todos estos recuerdos entrañables y he gozado de
cada nota y cada acción con genuina emoción.
Otro “NABUCCO” me fue concedido.
Y ver a Giuseppe Verdi en el escenario viendo
nacer su obra triunfal primigenia me emocionó hondamente. También pude ver en
la escena como va naciendo una ópera en los ensayos, con los hombres de la
tramoya, los utileros, las costureras, las maquillistas, el director del coro y
el de escena, todos los cantantes que le dieron vida por primera vez, incluido
el gran barítono Giorgio Ronconi en el rol protagónico y la soprano Giuseppina
Strepponi que llegará a ser la esposa de Verdi. Allí Verdi disfruta y sufre el
nacimiento de su obra, se emociona con los intérpretes, ayuda y da sugerencias
a la soprano, besa su mano, se acerca a ella, va naciendo entre ellos la llama
del amor y la amistad que los unirá para siempre. Mientras los austriacos
reprimen al pueblo, lo persigue, lo mata. Entre los ensayos se esta escribiendo
a la par otra historia, la de la futura unificación italiana que llegara muchos
años después. Personal visión la mía rica en antecedentes de esta obra tan
querida. La convivencia con los artistas, como lo hice en mi juventud primera,
me permiten aplaudir con el mismo entusiasmo en esta renovada segunda juventud.
Una puesta original que rinde tributo a quien más lo merece: el propio
compositor.
¡VIVA
VERDI ¡
México
D.F. a 12 de junio de 2012.
¿Con quién quieres quedar bien Manuel?
ResponderEliminarQuerido Mauricio: Con el único que quiero quedar bien es conmigo mismo. No me interesa ni pretendo nada más. La experiencia operática debe enriquecernos el alma y el espíritu debe de estar preparado para gozar el mensaje del teatro y de la música. Yo no acostumbro asistir a las funciones a sufrir y a maldecir lo que no me gusta. Procuro tener una visión lo más positiva de lo que sucede en el foso de la orquesta y en el escenario. Mi punto de vista personal es de un "Villamelón" como siempre me he considerado y reconocido. Respeto los otros puntos de vista que difieren del mio pues creo que de esa manera la convivencia en el gremio se torna más civilizada. Los críticos están hechos para criticar. Los aficionados para dar nuestra más humilde opinión que puede diferir totalmente de la sabiduría y erudición de ustedes los conocedores. Tu pregunta me parece fuera de lugar pero te la respondo con toda cordialidad y cortesía. Me interesará leer tu crítica. Te saludo con afecto.
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