Tenemos cantantes… ¿Tendremos
Ópera?
“Gala 30 Morelli” en Bellas
Artes. Por Manuel Yrízar.
Todos los ingredientes estuvieron
allí.
En el
nuevo siglo XXI una pléyade de cantantes desfiló en ese recinto para demostrar
que la Ópera esta viva aunque muchos pensábamos que ya era de cantar sus
funerales. Casi como un moribundo desahuciado que se niega a exhalar el postrer
suspiro el teatro se lleno de música y canto reviviendo la esperanza, único ser
que quedó oculto en la mítica Caja de Pandora.
Valga
esta reflexión para poner de manifiesto que esa energía, esa vibración
positiva, esa fuerza que emanaba del foro con trascendente vigor es como un
feliz presagio de un mejor porvenir para el género operático. La batuta del
experimentado y reintegrado a la casa de la que nunca debió salir, el maestro
Enrique Patrón de Rueda, quien concertó el suceso, difundía hacia las huestes
que comandaba un entusiasmo desbordante que se transmitía a la sala donde un
público devoto lo recibía gratamente en catarsis elocuente. Es en esos momentos
mágicos donde la música y la poesía se conjuntan para que el espectador oyente
mira ante si que se abren puertas en su interior que lo enriquecen y purifican.
La entrega de los participantes, quienes no escatimaban nada para agradar,
seguían esa dirección inspirada proporcionando eso que suele llamarse placer
estético. Bañados de pureza original, germinal, el hechizo se iba haciendo
posible. Había Ópera.
La cosecha de frutos era
levantada.
Recordamos
que cuando en 1980 este cronista empezó a trabajar en la producción televisiva
de las funciones de ópera en el entonces Canal 11, cultural y educativo del
IPN, empezó también, gracias a la idea de una cantante apasionada y deseosa de
servir al arte que amaba, ideó, acompañada en ese esfuerzo por amigos del
medio, realizar un Concurso de Canto, que llevara el nombre de su fallecido
esposo el barítono Carlo Morelli. El evento se realizó y de esa semilla ha
crecido ya un árbol frondoso que ha rendido frutos óptimos. Referencia ya
consolidada, los treinta concursos celebrados han logrado sacar a México al
panorama universal del arte lírico. Ya en el programa de mano el músico Lázaro Azar escribe “Una breve historia del concurso” donde la cuenta. El resultado
cobró vida ejemplar la tarde-noche de ayer con un concierto lleno de aciertos
cuya crónica haremos aquí.
La voz cantante es el instrumento
más difícil de tocar.
Con la
capacidad de dispersar a los demonios y permitir la entrada a los avernos a
rescatar a los seres amados, el canto de Orfeo no ha perdido esas
características. En tiempos desolados y tristes es el trovador el que canta y
cuenta, consuela y sana heridas de cuerpos y almas. Cantan los hombres y las
mujeres porque no tienen otra forma más precisa y misteriosa para decirnos sus
sentimientos internos, sus alegrías, amores, melancolías, odios, furias y
pasiones encontradas. Y de esos pormenores íntimos se llenó la sala de Bellas
Artes. Fue entonces cuando empezamos a oír esas nuevas voces órficas.
La
primera que llenó la sala con su juvenil timbre de soprano lo fue la ganadora
del concurso 30, Karen Gardeazabal Huitrón, también revelación juvenil y premio
del público, de 21 años de edad. “Quando
men’vo…” de “LA BOHÉME ” de Puccini, aria de Musetta,
abrió el programa.
Mamá... ¿De dónde son los
cantantes, que los quiero conocer?
Casi
cerca de tres horas y media el teatro de Bellas Artes se llenó de música con la
voz de los ganadores. Solo 25 cantantes de todos los que han surgido en estos
más de treinta años fueron los que participaron. Materialmente imposible que
todos los demás pudieran hacerlo. Pero fue ejemplar el resultado. Todas las
cuerdas estuvieron representadas en un programa bien estructurado del
repertorio tradicional italiano y francés decimonónico. Los compositores
italianos fueron Rossini, Bellini, Verdi, Puccini, Leoncavallo y Ponchielli.
Los franceses Gounod, Delibes, Saint-Saëns, Massenet y Offenbach. Como cortesía
al final escuchamos a Donizetti. Los cantantes y el director concertador fueron
todos mexicanos. Diez sopranos. Cinco mezzosopranos. Cuatro tenores. Cuatro
barítonos. Dos bajos. De aquí son.
Una característica importante: la
calidad y belleza del instrumento vocal.
Algo que
sorprende ya desde mucho tiempo atrás en el extranjero es la belleza tímbrica,
el color, la calidad de las voces mexicanas. En España algún conocedor ha
llegado a decir que para él hay “una escuela mexicana de canto”.Y daba sus razones.
Por motivos genéticos, hereditarios, culturales, de clima o ambiente, Dios lo
sabe, las voces de México suenan bien. Son agradables al oído neófito y al del conocedor
experimentado. Una rica paleta de colores variopintos las singulariza. Es como
un brillo especial en la paleta cromática; un distintivo particular envidiable.
Un matiz singular. Y las que ayer escuchamos, todas distintas y diversas,
poseen esa característica. Estas voces combinan y armonizan con los
instrumentos solistas y la masa orquestal lográndose el fenómeno de lo que la
estética trata de definir como bello.
La fiesta vocal se desarrolla con
celeridad temporo-espacial.
Cuando
las cosas salen bien solemos decir que no sentimos el tiempo. El espectador
ocupa su butaca y allí, placenteramente, se desconecta de la cotidianidad y se
dedica únicamente al gozo y al disfrute musical. No siempre sucede. Pero cuando
se da el fenómeno persiste en nuestro ser y quisiéramos repetirlo. Llevarse al
infierno quiere el pecador para no irse solo. Compartir la experiencia. Eso nos
proponemos aunque la subjetividad del hecho es totalmente personal.
El
barítono Juan Orozco es el prólogo de la velada.”Si può? Si può?...” de Pagliacci
de Ruggero Leoncavallo es abordado sin timidez y rigor. Toda la filosofía
del verismo en esa aria casi manifiesto. Un hombre de carne y hueso que como
todos respira el aire nos adelanta que las lágrimas que veremos en el drama son
falsas. Hay emoción y conciencia en la interpretación. Se dirige a todos
nosotros ese mensaje acongojado y el aplauso se adelanta. El cantante a señas
nos indica que no ha terminado. “¡Vamos¡ Que comience la función¡”.
Ya
aparecen ahora los amantes trágicos que no pueden faltar en la ópera. Nedda, en
voz de Zaira Soria, y Silvio, el barítono José Adán Pérez, se encuentran
aprovechando que los Payasos han marchado a la taberna. Entre promesas y
juramentos deciden huir juntos esa noche. Ahí decidirán su destino. Creen
falsamente. “Nedda¡…Decidi il mio
destin…” de la misma óbra.
De
Giacomo Puccini se escucha el cuarteto del acto tercero de su La
Bohéme donde
Rodolfo y Mimi, Marcelo y Musetta, se separan por celos de los amantes y
supuestas o reales infidelidades de las amadas. Gerardo Reynoso y Maribel
Salazar, Verónica Murúa y Josué Cerón.
La
soprano Eugenia Garza, acompañada por el coro, canta el aria de Edgar
“Addio, mio dolce amor…”con sentimiento apasionado y
temperamental.
La
soprano Violeta Dávalos y la mezzosoprano Belem Rodríguez enfrentan su
rivalidad amorosa y se jactan de amar más que la otra al amante disputado. Es
el dueto de la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli en donde se
canta
“E un anatema¡…L’amo come il
fulgor…” Les
creemos a las apasionadas.
Y más
pasiones encontradas nos esperan. Ahora incursionamos en lo francés con el aria
“O sainte medaille… Avant de quitter…” de
Faust de Charles Gounod. Próximo a
partir a la guerra Valentín pide a la santa medalla que porta que proteja a su
hermana Margarita en su ausencia. El Diablo, Mefistófeles, no lo permitirá. Es
el barítono Ricardo López quien reza.
Anabel
de la Mora y
Cassandra Zoé Velasco unen sus bellas voces de soprano y mezzosoprano mezclando
en la paleta sus colores y amalgamando la bellísima melodía, popularísima hasta
entre los que nada saben de ópera ni quisieran saber. De Lakmé de Leo Delibes “Viens
Malika…Dòme épais…”
María
Luisa Taméz ganó en el segundo concurso como soprano y es una de las artistas
de más bella voz de esta cuerda que ha surgido en este país. Ahora, después de
30 años de carrera, la belleza vocal ha madurado y transformado en una mayor
oscuridad y pasta más gruesa para interpretar en el registro de mezzosoprano.
Es un caso bastante común en ese tipo de voces preñadas de armónicos y color.
Como Dalila interpreta “Amour, viens
alder ma faiblesse…” de la ópera de Camille
Saint-Saëns Samsom et Dalile basada
en la historia bíblica.
Rebeca
Olvera es un caso semejante de crecimiento vocal en la tesitura de soprano. Ligera
en sus inicios ahora puede ya abordar un repertorio más cercano a lo lírico
como lo es el caso de la Manon de Jules Massenet que canta acompañada
por el coro con gracia y donaire: “Voici
les elegantes…Je marche…Obbeisons…”
Cierra
esta primera parte de la Gala
el trio de Les contes d´Hoffman única
ópera del judio alemán-francés, Rey de la Opereta , Jacques Offenbach. En este cuento el
Demonio obliga a cantar a la joven enfermiza cardiaca Antonia cuya madre le
dejara como herencia maldita la maravillosa voz que no puede usar porque
moriría por el esfuerzo. El Doctor Miracle, diabólico médico de Antonia hace
que su madre muerta aparezca para infortunio de su infeliz hija que muere
trágicamente por contradecir al voto de no cantar. Los tres cantantes que
dieron vida a estos personajes interpretando “Ta mère? …
Chère enfant…” fueron el bajo Noé Colin, como el
Doctor, Rosa María Hernández, como Antonia y en “la voz de la madre” Guadalupe
Paz.
Rossini, Bellini y Verdi en la
segunda parte del concierto.
Ópera
italiana del Bel canto, con sus máximos exponentes fue la que escuchamos
después del intermedio del concierto. Si la primera parte fue muy buena la
segunda fue todavía mejor. Ya con la voz a plenitud, “In gola”, los cantantes
salieron queriendo el triunfo y agradar al no siempre respetable ni respetado “público”, esa fiera de mil cabezas
dispuesta siempre a devorar al que cometa alguna pifia o a aplaudir y
desgañitarse si es de su agrado la función. Regresamos a nuestros lugares con
ese ánimo. No nos arrepentimos.
Es el tenor Javier Camarena quien aparece en el foro. Ya
la gente lo reconoce y sabe de lo que es capaz. Sale seguro y sonriente y
espera la orden de Enrique Patrón de Rueda. El coro se pone de pie y la
orquesta apresta su entrada. Es la música del llamado Cisne de Pesaro, el
genial Gioachino Rossini, la que empieza a sonar. Y los versos “Si, ritrovarla
io giuro…” de La Cenerentola las
que salen de esa garganta privilegiada. Ya se ha convertido el mexicano en uno
de los máximos representantes de ese género a nivel internacional. Lo mejor de
lo mejor. Su canto es de energía electrizante
y resonancia dorada que corre por la sala como un rayo de
luz. La sensación que tenemos al escuchar esa voz brillante como el destello de
una joya es única. Como recibir una descarga cegadora pero placentera. La voz
llega plena al plexo solar o al tercer ojo. Llega directamente al centro del
alma. Su manera de cantar es única y luminosa. Enciende con el brillo de una
estrella refulgente a la velocidad de la luz. El coro le hace marco y la
emoción no cesa.
Guadalupe Paz, de bella voz oscura de ámbar y terciopelo
y Josué Cerón, de instrumento oscuro y ágil, nos deleitan con la gracia
insuperable del dúo de la ópera L´
italiana in Algeri “Ai caprici de la sorte…” del mismo genio italiano.
Confieso sin pudor ninguno que mi amor por Rossini iguala al que tengo por Verdi
y por Wagner. Es, tal vez, padre espiritual de ambos.
El barítono José Adan Pérez supera con destreza y
solvencia la conocidísima aria de “Il
barbiere de Siviglia” que es tal vez una de las más famosas y escuchadas de
todos los tiempos. Esa en la que el “Milusos” llamado Figaro se autorretrata
contando todas las hazañas de que es capaz “un barbero de calidad”." Largo al factotum de la cita..."
De Vincenzo Bellini, el creador de las melodias del bel
canto más bellas e inspiradas escuchamos uno de los momentos más sublimes y
refinados de la noche. La soprano Gabriela Herrera, en un alarde de cantar bellamente,
como lo dictan los cánones más ortodoxos del estilo que tanto apreciaron los
puristas, el Bel canto sin ninguna concesión que lo exponga en toda su nitidez
intocable, interpreto el aria de “La Sonnambula ” “Ah¡
Non credea mirarte…” con tal inspiración, precisión, virtuosismo y nobleza que
quedamos conmovidos y extasiados. No puede cantarse mejor esa melodia.
Rebeca Olvera y Javier Camarena, que ganaron juntos el
concurso junto a Josué Cerón en el 2004, bordan el dúo amoroso de la misma obra
“Son geloso del zefiro errante…” haciendo creer que el amor y los celos son tan
eternos como los amantes enamorados de todos los tiempos.
El bajo Noé Colín, a quien oímos cantar y grabamos para
la televisión cuando fue la revelación juvenil el año de 1990 ahora se atreve a
cantar el aria verdiana del Don Carlo “Ella
giammai m´amo…” (ella nunca me quiso) donde el fúnebre Rey Felipe II vencido
por el insomnio y el desamor de su sentimiento que sabe traicionado solo espera
a la muerte para, envuelto en la mortaja real, terminar su sufrimiento en esta
jornada siniestra que es ya para el la vida. La carrera del cantante mexiquense
es de las más importantes que un mexicano de su tesitura, poco común en esta
tierra de tenores, ha logrado.
Y una sorpresa más. La mezzosoprano Amelia Sierra afronta
y sale avante de las dificultades del aria “Condotta ell´era in ceppi” de Il trovatore” de Giuseppe Verdi cuando la gitana Azucena narra la trágica
historia de la muerte de su madre y su propio hijo en la hoguera crepitante,
siniestra y fatal.
Rosa María Hernández nos brinda su registro dramático, el
tamaño y color de su voz bella y oscura con otra aria del Oso de Busseto: “Pace,
mio Dio…” de esa difícil obra “La forza
del destino”. Muchos papeles puede abarcar esta soprano con un instrumento
de esas características de fuerza.
Y para terminar el concierto de gala nada mejor que el
concertante del Macbeth, combinación
de dos genios universales, el italiano Verdi y el inglés Shakespeare, donde
luego del asesinato del rey Duncan por la pareja diabólica se lamentan,
fingidamente unos y realmente otros. El coro y Violeta Dávalos, Sandra Maliká,
Ricardo López, Gilberto Amaro y Óscar Velásquez hacen retumbar la sala en ese
canto de muerte."Di destarlo...Schiudi"
Todavía, ante la ovación de un público entregado, brindan
como propina el Sexteto de “Lucia de
Lammermoor” de Gaetano Donizetti y, el infaltable, no siempre bien cantado,
Brindis” de “La Traviata ” de Verdi.
Voces tenemos. Pero ópera no tenemos. ¿La tendremos algún
día?
México D.F. lunes 3 de septiembre de 2012.
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