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domingo, 14 de agosto de 2011

Mahler por Boulez, un diálogo interdisciplinario entre José Manuel Recillas y Miguel Salmon del Real


Hace unos días, la prestigiosa revista Círculo de poesía publicó en su sitio web el ensayo Mahler por Boulez, o de la honestidad intelectual, escrito por José Manuel Recillas, en el cual el autor hace una reflexión en torno a la labor hermenéutica realizada por el prestigiado director de orquesta y compositor francés sobre el ciclo sinfónico completo de Gustav Mahler. Recomendamos la lectura de este ensayo (que pueden consultar dando click aquí), y como complemento, reproducimos las palabras de uno de los alumnos más notables del maestro francés: el joven director mexicano Miguel Salmon del Real, quien añade y enriquece la reflexión del poeta con base en su propia experiencia no sólo en torno a la obra de Mahler, sino en torno a su relación con Boulez. Ambos textos, el de Recillas y el de Salmon del Real, constituyen un diálogo interdisciplinario que rara vez se observa en nuestro medio, pero que permite un enriquecimiento en torno a un tema esencial en toda manifestación cultural: el de la responsabilidad del artista en nuestros días.

Mahler por Boulez, por Miguel Salmon del Real

Dos experiencias de vida me permiten estar sumamente de acuerdo con este artículo: la primera, el haber tenido relación personal con Pierre Boulez durante cinco años (2004-2009) y la segunda, el haber analizado la obra integral sinfónica de Mahler, por cierto de manera muy reciente.

En el camino, y como suele pasar, me volví testigo de la carga de tradiciones malas y buenas que conlleva la consciencia colectiva sobre tal o cual obra artística. En el caso de Mahler, como en el caso de, por supuesto, Beethoven y tantísimos otros, la carga de tradiciones de improviso (lejanas a la partitura y cercanas a la cultura del mercadeo discográfico) son muchas.

Con aún cierta sorpresa, pude escuchar a grandes directores reproduciendo vicios, muchos de ellos producto de una cultura “de oído”, comparables a la tradición oral de manifestaciones culturales menos complejas, hecho indeseable cuando hablamos de música, el arte que ha alcanzado un sistema de representación escrita tan desarrollado, y que por tanto no debería dejarlo detrás en pos de la grabación. Un vicio que comenzó desde que comenzó la grabación misma.

Boulez lee, oponiéndose, por cierto, a dirigir de memoria. Interpreta los cambios rítmicos, por ejemplo, que Mahler realizó al pasar de sus versiones originales para piano y voz a sus versiones orquestadas de la misma obra. Ver el segundo compás de la primera canción del ciclo para Un camarada errante, por ejemplo: originalmente (versión para piano y voz) un compás en 3/8 que en la versión orquestal cambia por un 2/4, el cual contiene un tresillo de mitades, es interpretado sin cambios por muchos, pero no por Boulez.

Una lista de lugares como el anterior podría publicarse prontamente. A mi juicio, mejor tocarlos simplemente.

La intensidad de la obra mahleriana brota, como con cualquier obra maestra, de reproducir la partitura lo más fielmente posible. Boulez hace un trabajo impecable con estas grabaciones. Todo aquel que lo recuerde como el niño terrible de la vanguardia de los años sesenta estará recordando a un Boulez bastante diferente de aquel, el octogenario maestro. En 2005, al estudiar la Suite lírica de Alban Berg con la Orquesta de la Academia del Festival de Lucerna, el maestro francés me mostró una manera de acumular energía a través de 4 o 5 páginas de música que nunca había visto ser realizado de tal manera (un lento crescendo de expresión difícilmente representable en la partitura). Al terminar de dirigir el pasaje me preguntó: ¿viste cómo lo hice?, asumiendo que no había palabras para haberme instruido. Entonces, comprendí que el director que entonces cumplía 80 años, que en países lejanos se le recuerda como el niño terrible de la música rítmica y compleja, era un gran ultrarromántico.

Que nuevos directores, inspirados en el ejemplo bouleziano, apuesten a la interpretación y no a la reproducción de la cultura discográfica, de especialmente el último medio siglo, una cultura que la industria musical ávida de vender promueve a capa y espada.

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