Emociones y sentimientos encontrados para el cronista
al regresar del Concierto Homenaje a Daniel Catán en el
Teatro de Bellas Artes donde tanto anhelo poner sus óperas.
La correspondencia mantenida con el amigo durante tantos
años siempre estaba impregnada de ese sentimiento noble.
Un tanto tímido, siempre respetuoso, cortés, gentil, refinado,
a veces se atrevía a preguntar con dulce ironía como marchaban
las cosas aquí, la tierra prometida que había abandonado, pero
que recordaba y quería que lo acogiera con cariño y reconocimiento.
Como Moisés, judío como el compositor mexicano, nunca entró
a la Tierra Prometida. Los adoradores del Becerro de Oro estaban
más preocupados en otros asuntos y banalidades más triviales.
¡Como hubiera gozado oír sus óperas aquí¡ Nunca lo hizo. Jamás.
Tuvo que morirse para que las autoridades, es un decir, se acordaran
que existía. Menos mal.
Ese culto a los muertos que venimos cargando desde Huichilopochtli
y El Crucificado nos distingue y forma parte de nuestra esencia.
Pero es vida y belleza lo que encierra la música neo-romántica de Catán.
De naturaleza exuberante y riqueza melódica, rítmica e instrumentación
prodigiosa es una música gozosa y triste que nos habla directamente.
Dirigida por su entrañable amigo, Eduardo Díazmuñoz, también exiliado voluntario de nuestropaís, cantada por sus amigos y disfrutada por un público lucidor y heterogéneo, variopinto y selecto, esa música queda vibrando en el alma
con un lenguaje nuevo que sentimos muy íntimo y cercano.
Música plena de integridad sonora y personalidad propia y única.
Las flores que colocó Díazmuñoz sobre el atril en el foro simbolizan que
el aroma que surgía de ellas perfumaba y purificaba.
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Manuel Yrízar.
Operópatas de todos los países...¡uníos¡
Manuel Yrízar.
Operópatas de todos los países...¡uníos¡
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