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viernes, 5 de octubre de 2012

CAMERATA DE SALZBURGO.



Camerata de Salzburgo en Bellas Artes.
Por Manuel Yrízar.



Si del placer y el disfrute de la música se trata nada como ir al Palacio de Bellas Artes y desde la LUNETA-2 (hay que irse grabando este nombre pues ya muy pronto esta por aparecer un libro con este título) cómodamente sentado en mi butaca de villamelón dejarse llevar sin prejuicio ninguno por los sonidos de las cuerdas. Embelezo. Deleite. Gusto. Que también para eso sirve la música.

Con un programa para la dotación de cuerdas, que tuvo característica primordial hermanar el particular estilo de la “Camerata de Salzburgo”, agrupación fundada en 1952 por Bernhard Paumgartner, tres compositores afines, familiares de alguna manera en estas obras presentadas, que les permitieron brindarnos una verdadera cátedra de bien tocar. “Alcanzar la nota correcta es esencial para los músicos” nos recuerda en el programa de mano el autor de las notas, siempre ilustrativas para nosotros los neófitos, regla que para nuestra desgracia no siempre se cumple en este lar marmóreo.



Desde el inicio del concierto, desde el primer ataque de los músicos, pudimos darnos cuenta de que el rigor, la precisión, la seriedad, el profesionalismo de esta orquesta sería lo que iba a privar en la sala principal de nuestro máximo recinto cultural. Frente al bellísimo telón de cristal, donde los volcanes Iztaccihuatl y Popocatépetl nos contemplan impávidos y deslumbrantes, el sonido llegaba pleno y rico de matices, pues esta gran mole de bronce y vidrio, pasaba a ser caja de resonancia, concha acústica, proyector de sutilezas sonoras. Para hacerle los honores a quien nació en Salzburgo, su Santo Patrono, el Divertimento en Si  bemol Mayor, K.137, de Wolfgang Amadeus Mozart, en sus tres movimientos, Andante, Allegro di Molto y Allegro assai, surgió en una lectura formalmente clásica, acentuando con pulcritud y rigor extremo ese carácter del estilo de la obra interpretada, subrayando todos los matices que pide la refinada partitura. Durante el siglo XVIII, nos orienta el programa de mano, se conocieron como “Divertimento, partita, serenata, casación, suite, a las numerosas obras para ensambles de alientos, cuerdas o mixtos, muchas de las cuales fueron dedicadas a acompañar diversas celebraciones familiares.” Recordemos al libertino Don Giovanni en la cena final de su vida contratar a una orquesta que va a 
divertirlo”:         Già la mensa è preparata.
                              Voi suonate, amici cari!
                              Giacché spendo i miei danari,
                              Io mi voglio divertir. 
 
“Ya está preparada la mesa; ¡Tocad, amigos míos! Ya que gasto mis dineros, me quiero divertir.” Y eso hacemos los oyentes. 
 
Mayor seriedad tiene la siguiente obra del bien pensado programa:
Concierto para violín núm.2 Nebelsteinmusik (1988) del compositor vienés Heinz Karl Gruber, nacido en 1943, quien además es cantante, contrabajista y director. Músico polifacético que suele presentarse como HK Gruber. El violinista solista, quien en esta velada hace las veces de “Director” desde su asiento de Concertino, aunque la Camerata toca prácticamente sola, tal es el rigor y el dominio absoluto de las partes que interpretan, lo fue Alexander Janiczek, violinista de ascendencia polaco-checa nacido en Salzburgo y practicante de su instrumento desde los 9 años y que ha tocado el famoso violín Paganini-Stradivarius cuyo sonido ha grabado. Perteneciente a la llamada tercera Escuela de Viena el compositor brinda una obra que en su última parte juega con elementos expresivos que provienen del jazz. 


 
Luego de un intermedio donde tenemos la oportunidad de saludar a los amigos y preguntar por la salud de sus seres queridos amén de chismear de los últimos acontecimientos de la farándula y de la política regresamos a la música del nacido en Salzburgo y ciudadano universal que sigue deleitando al mundo con su música gozable. 
Adagio y fuga en do menor, K.546  de Wolfgang Amadeus Mozart. Bajo la influencia del llamado “Padre de la Música”, poético lugar común que trata de decirnos con ello la gloria preclara de Johann Sebastian Bach, donde alcanza quizás su más alto grado de lucimiento con una interpretación de una transparencia y una diafanidad verdaderamente prodigiosa. Es un placer y un deleite para el oído y el alma lograr entender, en ese otro lenguaje técnico de estructuras geométricas y arquitectónicas de la forma fugada, como el ataque preciso de las cuerdas unísonas en el tema que se nos presenta y como ese mismo tema vuelve a aparecer una y otra vez en las diversas voces de las cuerdas agudas y graves, y donde casi podemos tocar ese sonido hermoso que nos transporta a alturas insospechadas. Magnífico el sondo y el estilo Salzburgo 100% puro.
 
Y como decía aquel locutor que duro años y años en siempre lo mismo a través de las pantallas televisivas pregonaba con ademán característico que lo popularizó “¡Aún hay más¡”.
 
Cierra el programa la Serenata para cuerdas en Do Mayor, Op. 48 del compositor mozartiano, Piotr Ilich Chaikovski, ruso de nacionalidad y universal de corazón, como su admirado salzburgués. El compositor de esta Serenata que hemos escuchado hasta el cansancio pues su popularidad es tanta que no hay orquesta de cámara que no la haya grabado o tocado no siempre con el mismo rigor y calidad sino que también algunas veces excedidos de melcocha, mermelada y piloncillo romanticón. No fue para nuestra fortuna el caso de esta interpretación exenta de cursilería donde la Camerata de Salzburgo nos brindo una lectura con igual o mayor rigor que en las obras anteriores permitiéndonos atisbar la dimensión que cualquier música buena puede aportar.
 
Salimos satisfechos y contentos de la experiencia de constatar que si la música no existiera más pobre y triste sería la existencia.
 
México D.F. a 5 de octubre de 2012.

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