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lunes, 22 de octubre de 2012

"EL BARBERO DE SEVILLA" DE ROSSINI EN BELLAS ARTES.1




“Ah, che bel vivere, che bel piacere, 
per un barbiere di qualità.”  
Por Manuel Yrízar.



El éxito producto del trabajo y la suerte buscada.

Desde que aparece Fiorello, al terminar la famosísima obertura de la obra más aclamada del genial Gioachino Rossini, saliendo del telón nos pide a todos una sola cosa: ¡Silencio¡ Y nosotros obedecemos.
Del suelo, frente a una gran jaula, brotan unas escaleras donde unos músicos portan instrumentos musicales. Se prepara una serenata patrocinada por el noble Conde Almaviva que viene de incógnito disfrazado del pobre “Lindoro” que se ha enamorado de quien esa prisión habita, la bella joven Rosina, bajo el cautiverio de su cruel y aprovechado tutor el Doctor Bartolo, quien pretende casarse con ella por su hermosura y su no menos bella dote contante y sonante.
Aprovechando las argucias del barbero de Sevilla, Fígaro, quien lo ayudará a lograr su amorosa conquista. Esta historia, sencilla y divertida, transcurre durante tres horas, de una manera ágil, vertiginosa, divertida, siguiendo siempre la música chispeante del que tal vez sea el más grande genio de la ópera italiana, Rossini, del cual aprenderán los otros belcantistas italianos Bellini, Donizetti, Verdi, y hasta el mismo Wagner quien lo conocerá reinante en Paris.
Es tan buena la música que la historia ha perdurado hasta nuestros tiempos posmodernos y su mensaje espontáneo sigue llenando nuestras almas de gozos y deleites plenamente alcanzables.



Conjunción de elementos que cuajaron el postre.

Atinó el director de la ópera de Bellas Artes, José Octavio Sosa Manterola, en este trabajo que a él se debe plenamente, hasta ahora el único 100% suyo en su muy corta gestión, pues supo reunir, con sabiduría, un elenco de cantantes que dieron todos el tipo de personajes que se requieren, por sus características vocales y actorales,  aunados al trabajo musical y escénico. Con este título del repertorio queda demostrado que si puede hacerse buena ópera en el teatro de Bellas Artes. Ayer, última de las cuatro funciones que se presentaron, el exitazo fue apoteósico y el público salió contento, enardecido, satisfecho.

Totalidad de recursos artísticos al servicio de la obra.

Dicen los filósofos y sabios del futbol, la frase es de Fernando Marcos, que para que podamos tener guisado de liebre, lo primero que necesitamos es, ¡la liebre¡ Y esto reza para los equipos deportivos, y, por supuesto, también los artísticos.

Cinco cantantes protagónicos y dos comprimarios, amén del coro de voces masculinas y una orquesta bien entrenada en el género, se necesitan, liebres al fin, de todas las cuerdas, para afrontar una partitura llena de arias, dúos, tríos, cuartetos, y todas las combinaciones posibles, los concertantes que cierran cada uno de los dos actos son complejos y endemoniadamente difíciles, capaces de cantar con agilidad, afinación precisa, técnica depurada, escuela de canto, los adornos y florituras, agudos, cadencias, melismas, trinos, apoyaturas y mil trucos y triquiñuelas más, verdaderas hazañas vocales, que el maestro italiano, llamado el Cisne de Pesaro, escribió en su prodigiosa partitura. Aquí doy los nombres del elenco:
El conde Almaviva, tenor, Javier Camarena. Don Bartolo, bajo, Stefano de Peppo. Rosina, mezzosoprano, con dos cantantes, Cassandra Zoé Velasco, Guadalupe Paz, que se alternaron dos funciones cada una. Fígaro, el barítono José Adán Pérez. Don Basilio, Carsten Wittmoser, bajo. Berta, la soprano Celia Gómez y Fiorello-Sargento, el barítono Amed Liévanos.

La escena estuvo dirigida por Juliana Faesler y el director concertador y musical fue Marco Balderi.

Hacer un análisis del trabajo de todos y cada uno de los participantes, ha sido labor de los cronistas y críticos especializados, que, cada quien desde su particular punto de vista, se han encargado de detallar lo que les gustó, lo que les desagradó, y los porqués de todo ello. Nosotros en otra entrega haremos lo propio.

Continuará…

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