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domingo, 18 de noviembre de 2012

La Bohème Politécnica. por Mauricio Rábago Palafox

Giacomo Puccini (1858 – 1924) fue sin duda el más grande compositor italiano de óperas de la segunda mitad del siglo XIX, heredero de la tradición de Rossini, Bellini, Donizetti y Verdi, es autor de la ópera más representada de todos los tiempos: La Bohéme (1896). Trabajó con todo cuidado en esta obra durante cuatro años, está basada en la novela del francés Henry Murger “Scénes de la Vie de Bohéme” que originalmente apareció como un folletín por entregas a partir de 1844 en el periódico Le Corsaire después se convirtió en un best-seller en 1851. Ruggiero Leoncavallo el autor de “Los Payasos” también musicalizó esta novela; hizo sus propia versión de La Bohéme, magnífica obra que estrenó un año después de la de Puccini, sin embargo esta última fue la que logró consolidarse como favorita del público.

  


El Instituto Politécnico Nacional (IPN) presentó esta ópera en el Auditorio del Centro Cultural “Jaime Torres Bodet” en Zacatenco, los días 10, 13, 15 y 17 de noviembre de 2012. Previo al inicio de la obra, vemos sobre el escenario el mural de Diego Rivera “Un paseo dominical por la Alameda” reproducido en un gran telón. Poco a poco se colocan delante de las figuras principales del mural, las réplicas en persona de dichos personajes con idéntico vestuario, cuadro escénico que resultó inolvidable. Esas funciones de La Bohéme estuvieron bajo la dirección musical de Iván López Reynoso quien con tan solo 22 años sacó adelante con absoluto profesionalismo esta difícil partitura. Condujo a la Orquesta Sinfónica del IPN que ya ha cumplido 46 años de existencia y cuya directora titular es Gabriela Díaz Alatriste. El encomiable objetivo de estas funciones y de la propia orquesta es introducir a los estudiantes politécnicos a la apreciación del arte musical.



La elección del elenco de bohemios fue afortunada: La soprano Zaira Soria interpretó una Mimí llena de matices delicados, de emoción y de control vocal, nos sorprendió mucho por su creíble actuación y la plenitud de su canto en este rol que le va como anillo al dedo. Dante Alcalá, tenor, encarnó a Rodolfo, el joven poeta. Emotivo pero controlado en este papel lleno de dificultades donde si se desborda la emoción ya no se puede seguir cantando, pero que sin emoción no tiene sentido. Voz bella, plena de variados colores, su actuación veraz y juvenil, gustó mucho y cosechó cálidas ovaciones. Los barítonos Ricardo López y Josué Cerón (Marcello y Schaunard respectivamente) buenos actores - cantantes y además son dueños de hermosas voces que manejan distramente, ya han iniciado una carrera brillante en los escenarios nacionales. Sorprendente la calidad vocal del bajo Alejandro López que interpretó al filósofo Coline para quien Puccini escribió el aria “Vecchia Zimarra” la única para la cuerda de bajo surgida de la pluma del compositor. Los personajes de Benoit el casero y Alcindoro el viejo amante ocasional de Musetta, suelen interpretarse por el mismo bajo cantante, perosonajes cómicos que en esta ocasión estuvieron al cargo de Arturo López Castillo, con más de veinte años de experiencia en los escenarios operísticos Arturo López sabe combinar un canto adecuado con una actuación creíble, cómica sin exageraciones, en estos aparentemente pequeños personajes donde es tal vez más importante la actuación que el canto, y lo hizo con gran solvencia artística. Completó el elenco la joven mazatleca Rebeca de Rueda, de hermosa presencia y buen canto, también a ella le va como anillo al dedo su personaje, el de Musetta, un poco verde en su canto, le falta la soltura vocal que indudablemente adquirirá en pocos tiempo. 

Muy redondo el cuadro de bohemios peinadoras y costureras, pequeñas mariposas agridulces de la pobreza las llama András Batta, el resultado de todo esto una muy disfrutable puesta en escena de La Bohéme, donde desde un principio se adivina el final inexorable de la muerte de la frágil Mimí, minada por la tuberculosis.

El éxito teatral se lo debemos a Cesar Piña quien se arriesgó con una puesta en escena modernizada, trasladada al México de los años treinta pero que respetó íntegramente el carácter de los personajes y su interacción, además consiguió que hubiera en escena lo que muchas veces falta y sin lo cual la ópera nada más no funciona: verdad escénica, sin exageraciones, con un movimiento ágil de los muchos coristas y partiquinos, logró una puesta en escena recordable. Cesar Piña dirigió esta misma obra hace unos días (sólo el primer acto) en Bellas Artes durante el homenaje a los 30 años de Ramón Vargas y ahora en el IPN las dos con igual éxito, dos propuestas escénicamente diferentes, algo poco usual.

Los coristas participantes fueron el grupo Alpha Omega del IPN, Coro Magisterial de Fomento Musical y el Coro de Niños de la escuela Superior de Música del CENART. Todo un reto conjuntar musical y escénicamente a tres contingentes corales de edades y orígenes diversos, pero se logró con muy buenos resultados.

Vestuario de la Escuela Superior de Ingeniería Textil (ESIT) y comparsas de los Talleres de Teatro del IPN.

Lo malo: el sonido del auditorio que sin su concha acústica, que fue removida para estas funciones resulta opaca y sin brillo.

Una prueba más de que no obstante el bajo presupuesto, con trabajo disciplina y talento se pueden alcanzar excelentes resultados.

 

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