Una parte importante de lo sucedido y publicado por Vargas está relacionado con nuestro amigo Yrízar. Todo empezó por iniciativa suya, y una parte de la polémica se dio en redes sociales, en Facebook, cuando Yrízar publicó, motu proprio, la carta de Vargas en mi muro y en el de otras personas, entre ellas José Noé Mercado, periodista de El Financiero. Con una falta de ética absoluta, y confirmando el dictum de "si quieres que todo mundo se entere, dícelo a Manolito", divulga una comunicación privada que se supone era para mí y sólo para mí. Yrízar afirma que el flamante director de la Ópera de Bellas Artes se enteró de mis críticas porque estas aparecieron en este blog, y que desde Europa Vargas las leyó en un acto de libre lectura. Miente. Sabido es la amistad que Yrízar tiene con Vargas "desde hace treinta años". Nadie cuestiona una amistad, que debe ser sagrada hasta donde lo permitan las circunstancias; lo que se cuestiona es su proceder. La carta viene dirigida a él, como remitente original, aunque el destinatario final sea un servidor. Ello significa que Vargas supo de la nota por su amigo del alma. Nada hay de malo aparentemente en eso, pero sí lo hay. Si Vargas leyó mi diatriba en su contra me hubiera contestado directamente en los comentarios de la entrada, tal y como hizo Enrique Bátiz en su momento. Pudo haberme contactado y enviarme por Mail su larga perorata. Pero no lo hizo. Uno puede imaginar a nuestro dilecto colega amarrando navajas con Vargas, como dos viejas chismosas (o viejos, por aquello de la discriminación positiva), en e-mails, con frases del tipo "Mira, Ramón, lo que dicen de ti. Tienes que responder a los infundios y defender tu honor". Lo que se le olvida a nuestro colega es que él es un periodista, o debería serlo, y actuar con la ética profesional que se espera de él. También se le olvida, tanto como a Ramón Vargas, que él ya no es un ser independiente sino un funcionario público a quien se le puede y se le debe criticar y exigir cuentas de su proyecto. Ya volveré a este lamentable punto. De modo que Yrízar no sólo no se atreve a defender en esta página a su amigo, porque sabe que se verá muy mal, sino que lo hace en Facebook, donde el tiempo hace irrecuperable cualquier comentario; no sólo eso. Como el Yago mencionado por Vargas, se mueve tras bambalinas y cree que saldrá impune. Craso error. Las huellas de su proceder lo delatan en la carta de su amigo, al dirigirle la misiva a él en lugar de a mí. ¿Cree acaso nuestro colega que no sé leer entre líneas? Su falta de ética no termina allí, como he señalado, sino que en el colmo de la inconsciencia, publica un documento privado como si él tuviera ese derecho y lo divulga y reparte como estampas coleccionables. Y después, en FB, escurre el bulto diciendo que él no tuvo nada que ver en esa carta. Allí están las evidencias, y son indiscutibles, incuestionables. No, estimado colega, tu proceder deja mucho que desear, y te muestra como un mal conspirador. Finalmente, tocayo, nadie cuestiona tu larga amistad con Ramón Vargas. Lo que te pone en entredicho es tu proceder carente de ética. Sé que te molesta que se hagan (yo en lo particular) cuestionamientos a tu gran amigo, y debe dolerte el lenguaje que utilizo. Pero yo no busco chambas ni chayotes, como muchos otros que ambos conocemos, con chantajes. Digo las cosas de manera directa y sin ambages. Te aliento a que defiendas el honor virginal de tu héroe con argumentos y no con defensas personales y sepulcros blanqueados.
En el otro extremo se encuentra Ramón Vargas, cuya extensa y ridícula perorata en mi contra lo exhibe de cuerpo entero como un recién llegado, un aficionado no muy distinto que Yrízar, y cuyo lenguaje lo evidencia como alguien totalmente falto de experiencia para el debate tanto como para el cargo que le fue conferido. En efecto, quien me contesta es un tal Ramón Vargas, desde Múnich, y en su respuesta, disfrazada, se percibe el enojo y la frustración, ambas justificadas. Me responde directamente, y hace mofa de mí y mis palabras. Pero el que debió haber respondido es el flamante director de la Ópera de Bellas Artes, quien, como se sabe, y se nota en la carta de Ramón Vargas, está ausente. Es a esa persona a la que van dirigidas todas las críticas que en este blog se han vertido, y es ella quien debió haber respondido, con un lenguaje apropiado, oficial. Si al ser cuestionado el gran Salvador de la ópera nacional no es capaz de responder en su calidad de funcionario público, podemos asumir que no tiene idea de que el cantante, el ser humano, importa un bledo en esta discusión. Él es un funcionario que debe moverse por cauces oficiales, públicos, no por comunicaciones privadas donde muestra la zalea y su incapacidad para hablar de su proyecto, de sus metas y metodologías, de los pasos a seguir. Él es, o debería ser, quien apague incendios, no quien los provoque. Él es, o debería ser, quien atienda las demandas de quienes lo cuestionan, sin importar el lenguaje y tono con que se dirijan a Su Alteza Serenísima. Él es, o debería ser, quien sepa juzgar y no dejarse llevar por los sabios consejos de un nuevo Tiresias. En fin, él es quien debería abrir puertas, convocatorias, audiciones, de manera oficial, en vez de cancelarlas porque según Ramón Vargas, no el director de la Ópera de Bellas Artes en el exilio, no hubo respuesta suficiente (¿suficiente para quién?) de cantantes mexicanos. Es él, el director de la Ópera de Bellas Artes, quien debería estar en México, no Ramón Vargas, quien, como su amigo Manuel Yrízar, sólo escurre el bulto en comunicaciones privadas divulgadas por su conspirador amigocho del alma. Un verdadero director de la Ópera de Bellas Artes tendría mucho trabajo en su país y tendría reuniones con todo mundo, en vez de salirse por la tangente con sus cuates del alma, que ya se repartieron parte del pastel en su ausencia. De eso, como de todas las críticas aquí vertidas, no ha dicho nada. Tal vez porque no se ha enterado del berenjenal que le aguarda. Lo sabría si estuviera. En su lugar un tal Ramón Vargas anda haciendo desfiguros, guiado por un Tiresias que no ata ni desata.
¿Cuándo responderá el director de la Ópera de Bellas Artes a todas las críticas que se le han hecho con seriedad y profesionalismo? Tal vez nunca. Y es que para sus amigos, como nuestro colega Manuel Yrízar, Vargas es como ese padre ausente del que le han hablado tanto al pobre huérfano, y cuando a lo lejos se lo señalan diciéndole que ése es su padre, el niño, apenas conteniendo la emoción comienza a llorar mientras piensa en voz alta, o se lo dice su madre, "ahora todo va a ser mejor". Así está la cosa.
Ojalá llegue pronto el director de la Ópera de Bellas Artes, tal vez de algo se entere, y pueda empezar a trabajar.
Manuel Yrizar es una persona deshonesta, ha calumniado a Vela a Kleinburg y a Escalante porque no les ha podido sacar nada, ahora defiende a Vargas porque ingenuamente piensa que le va a dar trabajo en Bellas Artes, que pasara cuando Vargas no le de nada. Entonces igual hablara pestes de el.
ResponderEliminarMaestro José Manuel Recillas, siempre diré esto de usted: A veces no estoy de acuerdo con sus ideas... PERO QUE MANERA TAN AGUDA DE ABOFETEAR A SUS ADVERSARIOS, Y SIN ÁNIMO DE OFENDER EN LO MAS MÍNIMO, SINO TODO LO CONTRARIO, ME PERMITO DECIRLE, QUE "TIENE USTED UNA CRÍTICA COMO LA CABALLEROSIDAD DE UNA DAMA DE BELLEZA EXQUISITA" así es de filoso, agudo y finalmente, lo que nos interesa a todos los que amamos la justicia verdadera... LETAL!
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