En 1994, justo dos días antes del error de diciembre, entré a trabajar al suplemento Sábado, dirigido por Huberto Batis. Por sus páginas desfilaron cientos de autores que publicaban toda clase de textos. La población fija de columnistas era igualmente diversa, pero en mi opinión una de las plumas más destacadas, si no es que la más, era la de Patricia Cardona, cuyos textos sobre danza siempre me resultaron entrañables, y su reflexión fascinante y lúcida, como pocas. Por eso resulta una enorme satisfacción presentarla en Crítica musical en México como colaboradora permanente, y cuya reflexión, igual que en aquellos días, seguro abrirá más espacios para la reflexión y el debate, no sólo porque la danza está íntimamente relacionada con la música, sino porque la reflexión de Patricia siempre ha sabido ampliar el espacio de análisis y reflexión, y vincularlo con algo más que la mera experiencia dancística, para llevar su reflexión al ámbito más amplio de las libertades humanas y del arte.
La poética de la enseñanza de la danza
Patricia Cardona
No pretendo descubrir nada nuevo sino referirme a lo que se ha olvidado. Es tan antiguo que las distinciones entre los géneros estéticos ya no son válidas. La poética, desde Aristóteles, no sólo es el arte de la composición poética como tal, sino el estudio de los principios y esencia del arte. El diccionario de la lengua española toma de Aristóteles la misma definición y la amplía. Arte significa la facultad para hacer alguna cosa y la manera de hacerla bien. Pero también poética es el estudio de los resultados de dicho arte, es decir, teoría del arte. Para ser más claros: la poética es al arte lo que el método científico es las ciencias.
Creo que la educación artística en el mundo se ha refugiado en lo más fácil de resolver y a tono con las políticas tecnocráticas del momento: una enseñanza apegada al vértigo de las técnicas de eficacia comprobada (fundamentalmente en la música y en la danza) y el manejo de la teoría como dogma, no como reflexión. Esto, supuestamente, facilita la transmisión de la información, sobre todo si se estandarizan los contenidos y se fragmentan en periodos cortos, según la materia.
La poética de la enseñanza de la danza se encamina a formar artistas en tanto que personas que tienen una disposición creativa ante la vida. En el campo que se desempeñen, sea artístico o no, lo aprendido permite la lectura e interpretación y reformulación creativa del mundo. Esto no implica una remodelación de los planes de estudio. Tampoco la desaparición de la SEP, aunque por su ineficacia podría colapsarse. Implica la presencia de un maestro que resuelve la esquizofrenia de la sociedad en su didáctica, uniendo el hacer-sentir y pensar con los principios del arte, en todo momento.
Esto requiere de un maestro creador. Se asemeja al artista/creador en tanto que ambos viven el estado de la poética para distintos fines: el creador para la construcción de una obra artística; el maestro para la construcción de una vida docente impregnada por los principios del arte. La poética del docente se cristaliza cuando el otro construye un nuevo aprendizaje y atrae los principios del arte a su vida, sea artista o no. Porque la educación artística puede encaminar a la formación de artistas, pero también a la de no artistas.
La propuesta de la poética de la enseñanza no es para ninguna materia en específico y funciona para todas. La poética de la enseñanza es una fortaleza, un poder creador, cualidad que brota de la sabiduría del maestro (no importa su edad, escuela o materia) cuando llega a reconocer, a hacer consciente su soberanía para promover una práctica liberadora de la docencia. Despertar en el maestro este potencial interior es la finalidad de los seminarios que hemos impartido en el Cenidi Danza, del INBA.
Claudia Lavista, foto de Christa Cowrie
La poética no se enseña, se descubre y desarrolla mediante una experiencia vital. “Sólo se puede provocar con situaciones límite iluminadoras”, como diría Luis de Tavira en sus clases de Pedagogía del actor. Tiene una ruta de viaje que es el desaprendizaje, el redescubrimiento, la transformación y la autoeducación. Estas son las categorías formativas de la poética.
Hemos identificado tres líneas de formación: la sensibilización, la imaginación y el intelecto. Son términos de orden general en el terreno de la poética. Se caracterizan por conducir a la persona mediante un viaje introspectivo y de descubrimiento del ejercicio pleno de su humanidad y potencialidad creadora.
Los contenidos que integran cada una de estas líneas formativas se organizan como tesis y antítesis. Por ejemplo: cómo y frente a qué estimular el desaprendizaje en los procesos de sensibilización, cómo y frente a qué estimular el redescubrimiento en los procesos imaginativos de la creatividad; cómo y frente a qué estimular la transformación en los procesos del intelecto y la comunicación. Es un ejercicio dialéctico. Existe una relación de tensión entre tesis y antítesis y de su solución deriva alcanzar las dimensiones de la poética.
Ha sido fascinante descubrir que es inherente a la poética un concepto del aprendizaje que coincide con el “modelo alostérico del aprendizaje” del doctor en biología y ciencias de la educación, André Giordan, de la Universidad de Ginebra. Este modelo recibe su nombre del propio comportamiento de la vida. Las proteínas enzimáticas llamadas alostéricas tienen la propiedad de cambiar de forma y actividad en función de las características del medio ambiente. Para el tema que nos ocupa, el estudiante está inmerso en un proceso de aprendizaje que se caracteriza por la aproximación, el interés, la confrontación, la descontextualización, la interconexión, la ruptura, la alternancia, la emergencia, la pausa, el retroceso, pero sobre todo, la movilización. El estudiante usa sus conocimientos previos y en oposición a ellos mismos, reformula conceptos. Tesis y antítesis. Es decir, hace uso de las herramientas que ya posee para romper con conocimientos pasados que ya no le significan. Este es el único camino posible para la poética que supone un desaprendizaje, un redescubrimienhto, una transformación y la autoeducación como destino final. Y este es el modelo de adaptación de la vida misma.
Un seminario sobre la poética de la enseñanza de la danza se proyecta según el número de contenidos a fin de provocar que los enunciados o premisas de la educación artística y de la poética se internalicen en el estudiante. En este sentido, la educación artística, mediante la poética:
• Estimula la percepción que conduce al auto conocimiento.• Permite el procesamiento original, profundo y lúdico de la información.• Enciende la imaginación creadora que materializa el pensamiento en obras concretas.• Invoca el ejercicio de operaciones mentales fundamentales de la persona.• Fomenta la expresión de ideas y emociones que dejan hablar al espíritu.• Provoca la reflexión que permite el desarrollo del análisis crítico y el discernimiento, lo que deriva en la elaboración teórica.• Despierta la búsqueda sensible orgánica que conduce a las inteligencias del cuerpo.• Promueve el espíritu lúdico o el ánimo exploratorio que despierta la creatividad y la investigación.• Descubre la autenticidad del sujeto que es la expresión de nuestra naturaleza interior, única en cada individuo.• Proporciona herramientas conscientes para conocer el mundo y actuar en él (el arte como método de conocimiento).
Al final de este camino se llega a un nivel de concreción, no de evaluación. ¿Por qué? La poética es la construcción de una identidad, es decir, lo que es uno como autenticidad a partir de una situación límite. La poética del límite requiere necesariamente del desaprendizaje, el redescubrimiento, la transformación y la autoeducación
Para crear el método de la poética de la enseñanza de la danza hemos transitado por cuatro etapas: observación, descubrimiento, descripción, desciframiento y resolución. Hemos realizado entrevistas desde el 2006 con las tertulias sobre educación artística en el Cenidi Danza sin ser conscientes, aún, de dónde nos llevaría esta tarea. Hemos observado las clases de las maestras invitadas para impartir el seminario. Hemos descubierto las estrategias didácticas en cada uno de los casos y hemos descrito la lista de contenidos. Hemos descifrado la manera como se relacionan entre sí dentro de la estructura que los une, y estamos en proceso de resolver la metodología.
Cito a Juan Carlos Arañó Gisbert, catedrático de pedagogía de artes visuales de la Universidad de Sevilla: “El profesor es un cultivador de grietas: su misión es fracturar la realidad aparente para captar lo que está más allá del simulacro.” A esto él le llama la poética del límite. Qué enorme coincidencia. A sus palabras me sumo. Describen con exactitud lo que esta travesía me ha enseñado.
Y más adelante agrega: “El mundo de nuestro tiempo está agitado por los vientos que anuncian una nueva revolución de profundo contenido humano. Se está engendrando en la substancia de los viejos y permanentes ideales de igualdad, libertad, democracia, bienestar y dignidad... Es la renovación social del siglo XXI, cargada de impulsos enaltecedores del espíritu humano.” También creo profundamente en esta visión. Implica, esto sí, el colapso de todas las viejas estructuras inoperantes. Recordar algo tan antiguo como la poética nos permite asomarnos por las grietas de las que habla Arañó Gisbert y encontrar ahí algo más afín a la naturaleza humana, a la vida misma del planeta.
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