Un fuego recorre las llanuras secas de la música académica en nuestro país, en particular el de la ópera, incendio que amenaza con quemar más que el praderío. Algunas posibles víctimas se ven con claridad, pero otras no. Una de ellas, y no por este caso, que lo hace más visible, es el del semanario Proceso; de sobra está señalar que la crisis llegó a la sección de Música, donde la revista había tenido siempre a plumas polémicas pero sólidas, de reconocido prestigio. De algunos años a la fecha la sección naufraga entre la auto complacencia y la mediocridad, algo que no se ve en el resto de las columnas.
Por alguna razón se decidió, tal vez en aras de una hipotética defensa de la diversidad, permitir que en lugar de un especialista, se permitiera la entrada de lo que fuera sin importar las credenciales de que gozara. Y así entró la mendacidad, la pobreza intelectual, el oportunismo y la improvisación. Así entró el merolicronista Raúl Díaz a manchar el prestigio que otras plumas, como las de Samuel Maynez y Eduardo Soto Millán, por mencionar sólo dos, de entre otras muchas, han dado y siguen dando a esta publicación. Frente a ellos, frente a cualquiera, Díaz palidece por su impreparación. Textos ridículamente pedestres, torpemente redactados, abiertamente lambiscones, sin el menor asomo de profesionalismo, son los que salen maltrechos de su teclado. Ya puso en ridículo a la revista frente a sus competidoras al enviar un texto de hace siete años, haciendo de ella el hazmerreír de las secciones culturales en el país. Pero no tiene la culpa el indio...
De nuevo, por la dejadez y la incompetencia de sepa la bola quien, Proceso mancha su prestigio al reproducir un textículo de este engendro (quien ahora se ostenta, no hay que olvidarlo, como "crítico internacional") sobre la participación de María Alejandres Katzarava en la ópera de Miami, cantante a quien el merolicronista sigue como hambreado perrito sin dueño para conseguir, a costa del semanario y de su prestigio, viajes al extranjero para alabarla. No sabemos cuándo se convirtió Proceso en una revisa para groupies o de abierta promoción de artistas en casas de ópera foráneas, pero al hacerlo atenta contra su propio pasado y prestigio, y se convierte, por obra y santo de este mercachifle de cuarta, en una publicación sin credibilidad.
Justamente por darle espacio al merolicronista es que la sección de Música naufraga una vez más. Mientras que a nadie le importa lo que ocurre en Miami, en estos momentos la comunidad artística discute y debate la llegada de Ramón Vargas a la cabeza de la ópera de Bellas Artes, en medio de la que puede considerarse la más polémica llegada de un titular a una institución en seria crisis, y a la que el propio tenor mexicano criticara acremente. Pero no sólo a ella: despotricó también contra la prensa. En ese clima de tensión y polémica llega (es un decir, pues está en Europa preparando su papel para un estreno), ni Vargas parece enterado del motín que se arma en el navío que tendrá a su cargo (cantantes pidieron que se hagan audiciones para evitar el "nepotismo" de pantaleta) ni Proceso parece enterado del San Quintín que en redes sociales, Inboxes, mails y charlas de café se está armando. Ni siquiera viene en su más reciente edición alguna nota informativa al respecto, siendo noticia de primera plana cultural en todos los medios de comunicación... menos en Proceso. Eso se llama notas de actualidad, como el merolicronista titula eufemísticamente sus parrafadas.
Esta nueva omisión del semanario lo coloca no en la vanguardia informativa, sino en la retaguardia, donde normalmente no pasa nada más que merolicronismos de muy dudosa calidad, a los que gustosamente da espacio pero cuyo resultado es de desprestigio absoluto. ¿Cuándo se enterará Proceso de lo que sucede en materia de música? Cuando lo lean en otro medio, donde el merolicronista no haga de las suyas a costa del prestigio tan arduamente conquistado por años de periodismo comprometido y auténticamente crítico y profesional.
Es una pena ver cómo empieza el fuego en los aparejos y sólo hay... sí, un merolicronista que sólo sabe presumir su ineptitud a costa del prestigio de otros. ¿Cuánto le costará a Proceso esta política de aceptación de la mediocridad como regla de oro? ¿Cuántas notas más deberá perder para abrir los ojos y tomar cartas en el asunto?
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