Con el regreso del nuevo PRI-ranosauros rex, regresan muchos de los peores vicios que la vida cultural y política del país creía desaparecidos. Hay que decirlo con todas sus letras: hay "periodistas" que representan lo peor de este ejercicio profesional: improvisados, ignorantes, oportunistas, camaleónicos en su omnímoda y obsolescente estupidez. Raúl Díaz es, sin duda, la perfecta encarnación de esto, y mucho más.
Con una vergonzosa trayectoria de más de 30 años, y con sueños guajiros en su juventud de convertirse en actor (parece que, efectivamente, participó en algunas obras, con más pena que gloria), se hizo conocido como "crítico" de teatro, pero su arribismo y su falta de profesionalismo hicieron que la comunidad teatral entera lo alucinara, hasta expulsarlo del gremio. Vendía su pluma al peor postor: obras de dudosa calidad y actores mediocres requerían de su pluma, y sin el menor pudor, él redactaba elogios que le valían como las 30 monedas de Judas: un escozor que difícilmente se quita. Camaleónico merolicronista, Díaz sabía, como no pocos de los de su clase y de aquellos días en que estas prácticas eran la regla y no la excepción, acomodarse según la corriente del viento en la época del periodismo no profesional. Se le solía ver con puntualidad inglesa antes o después del estreno de las obras (o incluso a media semana, durante los ensayos) para asegurarse que su pluma sería reconvenida para elogiar y defender lo indefendible.
Pareja de la cronista y crítica de teatro (ella sí muy respetada hace unas tres o más décadas) Consuelo Connie Ibarzábal, Díaz se refugió en el prestigio de ella para continuar escribiendo en las páginas culturales de El Universal, donde ella era una autoridad en materia de teatro. Sin embargo, ya para entonces (mediados de la década de los ochenta) Raúl Díaz era despreciado pública y pródigamente por todos los colegas del medio, fueran periodistas y críticos, o fueran actores, directores y escenógrafos. Yo le perdí la pista después del temblor del 85, y fue sólo hasta hace poco que volví a ver que hacía de las suyas, esta vez en un ámbito que no le conocía, la crítica de música. En esta nueva faceta, el ejercicio periodístico de Raúl Díaz sería bienvenido si no fuera porque en ella se pueden ver los mismos vicios que le caracterizaban desde hace 30 años: ignorancia supina, oportunismo, pluma vendida, improvisación y falta de rigor, entre otras.
Es sabido que perro viejo no aprende nuevos trucos, y esto se cumple a cabalidad en el caso de Raúl Díaz. No pocas de sus críticas en esta nueva etapa de su ejercicio periodístico muestran un nivel de quintacolumnista, y a veces ni a boletín de prensa llegan. Su pedestre redacción lo evidencia como una persona en el que la improvisación y la falta de investigación son los rasgos principales.
Sabido es que en alguna ocasión, no hace mucho, se presentó en las oficinas sindicales del INBA (dependiente del SNTE), cuando a los integrantes sindicalizados se les envió, a manera de obsequio, zapatos, corbatas y trajes nuevos, para pedir que le dieran uno, y así garantizarles que escribiría bien de ellos. Fue expulsado sin miramientos. Hábil para arrastrase por las cloacas de la burocracia y el poder político, se ha colado hasta en sitios donde no debería: Radio Educación y el semanario Proceso son sus más recientes víctimas, sitios en donde, peor que una ladilla, se ha enquistado
En su más reciente edición on line el semanario Proceso reproduce una nota de Díaz sobre la reciente ejecución de la Pasión según san Mateo, de Johann Sebastian Bach, en el Palacio de Bellas Artes; en ella, ni por pudor Díaz se toma la molestia de informarse, de decir algo coherente y simplemente refocila una nota de hace seis años, cuando la Wiener Akademie vino a interpretarla en el marco del Festival del Centro Histórico. Si no me creen, aquí está la más que torpe nota de Díaz, que pueden consultar en el anterior link:
Actualidades musicales: “La Pasión según San Mateo”
Raúl Díaz
30 de marzo de 2013 · Sin comentarios
PROCESO - Cultura y Espectáculos
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Estrenada el 15 de abril, Viernes Santo de 1729 en la iglesia de Santo Tomás de Leipzig, Alemania, La Pasión según San Mateo, concebida por Johann Sebastián Bach para doble coro, dos órganos, clavecín, dos orquestas y solistas fue, sin embargo, “olvidada” durante cien años y sólo un siglo después, en 1829, volvió a ser escuchada por el público.
El rescate de esta partitura que hoy se considera una de las cumbres de la literatura musical de todos los tiempos fue, como mucha otra de la música de Bach, obra del también genial Félix Mendelssohn Bartholdy quien, en el momento de volverla a poner sobre el tapete y dirigirla, era un jovencito de apenas veinte años de edad.
Obra en verdad extraordinaria, esta Pasión retoma y prolonga, elevándola a la categoría superior de arte, la antigua tradición cristiana, proveniente desde el siglo IV de nuestra era, de recitar el Domingo de Ramos los capítulos 26 y 27 de El Evangelio según San Mateo que narran la Pasión de Cristo.
Esa costumbre fue paulatinamente enriqueciéndose, los recitadores realizaban variantes en la emisión de la voz y sus inflexiones diferenciaban la participación de Cristo y otros personajes, y se fue creando así una nueva forma de composición, el Oratorio y o la Pasión que ya para el siglo XVIII tenían forma plena, y que con ésta de Bach llega a la cúspide.
Dividida en dos partes, esta Pasión toma, para la primera, los versículos 1 al 56 del capítulo XXVI que presenta con un gran coro de introducción seguido por las escenas de La última cena y la captura de Jesús. La segunda parte toma los versículos 57 a 75 del mismo capítulo XXVI y el capítulo XXVII y nos narra el proceso, crucifixión, muerte, descendimiento y entierro de Jesús culminando la obra con un coro verdaderamente maravilloso.
Pues bien, esta grandiosa composición volvió con todo su esplendor después de varios años a nuestros escenarios, y lo hizo dentro del marco de la XXIII edición del comúnmente llamado Festival del Centro Histórico, pero cuya denominación oficial es Festival de México en el Centro Histórico. No obstante esa diferencia lo importante es la celebración misma del festival y, dentro de él, la presentación que ahora nos ocupa y que tuvo únicamente dos emisiones, la primera en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México el sábado 17 y, la segunda el domingo 18 (día de la Nacionalización Petrolera) en la Sala Nezahualcóyotl de la UNAM.
En ambas ocasiones la interpretación, estupenda por todos los costados, ocurrió bajo la dirección a cargo del mundialmente prestigiado especialista en Música Antigua, maestro Martín Haselböck, los solistas Andreas Karasiak (Evangelista), tenor; Stephen Salters (Jesús), barítono; Christine Brandes, soprano; Carlos Mena, contralto; Mark Bleeke, tenor, y Klaus Mertens (el único cantante en el mundo que ha grabado todo la obra coral de Bach), bajo-barítono; la Orchester Wiener Akademie (Orquesta Académica de Viena) y la Musica Angelica Baroque Orchestra (Orquesta Barroca Música Angélica) y el coro Saint Thomas Church Choir (Coro de la Iglesia de Santo Tomás) de Nueva York.
Dada la cantidad de elementos que deben conjuntarse para su interpretación, la programación de una obra como La Pasión según San Mateo no es moneda de uso corriente, y menos que esos elementos sean de primera calidad, por lo que no es exagerado afirmar que lo que se tuvo las dos noches mencionadas fue algo en verdad fuera de lo común. Reconocidos especialistas todos lo participantes, las audiciones tuvieron un halo igualmente especial, ya que se produjo una atmósfera de auténtico virtuosismo por parte de los intérpretes y de una receptividad completa por parte de la audiencia, complementariedad que no es fácil de alcanzar, más bien al contrario.
Cada uno de los participantes merecería párrafo aparte dada la calidad de su desempeño empero, nuestra disponibilidad de espacio nos impide hacerlo por lo que valgan algunas pinceladas generales.
En primer lugar, el desempeño de ambas orquestas que no sólo se acoplaron obteniendo una continuidad ininterrumpida y auténticamente arroparon a los solistas y coro, sino que también ofrecieron un sonido diferente de enorme precisión y nitidez. Viene luego el coro que, integrado por 14 adultos y 18 niños, cumplió a cabalidad la encomienda que Bach le asignó a dos coros no obstante ser uno solo. El trabajo desarrollado por este coro fue realmente estupendo y toda una delicia constituyó escuchar a esos niños cuya mayor edad no pasará de los 10 años. Toda una ejemplarizante lección de buen hacer ofrecieron estos pequeñitos y los adultos con los que alternan en calidad de pares.
Con clara conciencia de que dice cada frase y, consecuentemente, de cómo debe emitirse, cada uno de los solistas jugó a cabalidad el papel que le correspondía en la obtención del todo que fue de excelencia. Particularmente, claro, alguien pudo gustar más que otro, empero nadie afirmaría que aún su menos gustado no contó con la categoría suficiente como para alternar como igual con los demás, por lo que, como ya quedó expresado, el resultado final y de conjunto se inscribe en lo excepcional.
Experiencia difícilmente repetible, La Pasión según San Mateo fue, para muchos, la auténtica inauguración del festival, sus organizadores deberán tomarlo en cuenta.
Es evidente no sólo la enciclopédica ignorancia en asuntos musicales de Raúl Díaz (de sobra conocida en el gremio teatral), sino su absoluta falta de ética al entregar una nota vieja de un evento de no menos de hace una semana, y en la que Díaz muestra su nula preparación y su falta de seriedad como cronista musical: a duras penas llegaría a merolico, merolicronista musical.
Ciertamente, el caso de Raúl Díaz no es único, pero es ejemplar en cuanto a perseverancia y a cómo la mediocridad puede ser recompensada. Sus corruptelas y anacronismos, al lado de su sonrisa hipócrita, nos hablan de un ser en vías de extinción, de uno de los últimos representantes del peor periodismo mexicano surgido del viejo PRI. Este saurio del periodismo ha sobrevivido gracias a sus actos reptilianos, y se arrastra cual el monstruo de Gila por las cloacas del periodismo. Su presencia en los medios impresos ofende al verdadero ejercicio del periodismo.
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