“Don Pasquale”. Donizetti en
Cuernavaca, Morelos.
Diversión a raudales. Bel
canto. Por Manuel Yrízar.
Valió la
pena haber asistido al Teatro Ocampo a la función de la ópera “Don Pasquale” de
Gaetano Donizetti. Una reconciliación gozosa de esta obra a quien se le hizo
justicia. Al finalizar la función una señora que asistió a regañadientes pues
alegaba, luego de haber visto esta obra en México, que era horrible, espantosa
y aburrida. Que iba a verla bajo protesta. Que era perder el tiempo. Que lo que
recordaba era desagradable. Cuando acabó la representación era una de las que
más aplaudían y se sentía contenta y dichosa.
Y es que
todo funcionó de maravilla. Un elenco de primer nivel. Una puesta en escena
ágil, rápida, chispeante, simpática, divertida. Escenografía, vestuario,
iluminación, maquillaje, sencillo pero adecuado a la propuesta. Una dirección
musical que no desmereció para nada la adecuada sincronización de acción
dramática y el respeto a la música del gran compositor italiano.
Los
protagonistas, el cuarteto principal de bajo, soprano, barítono y tenor,
cumplieron con creces su cometido y sobresalieron cada quien en su personaje
logrado con dignidad y profesionalismo.
Destaco,
por supuesto, una de las estrellas de la noche: Rosendo
Flores , a quien este papel le estaba reservado para hacer una
creación personal del viejo enamorado ricachón que ve su destino cambiado
drásticamente por pretender, a edad provecta casi senil, casarse y tener
familia. Su actuación fue extraordinaria. Dotado de una comicidad que le
desconocíamos su Don Pasquale nos hizo olvidar por completo algún otro que
habíamos sufrido y padecido. Su voz oscura y potente, de matices oscuros,
afrontó las dificultades de las coloraturas con aplomo y agilidad. Se llevó
merecidas ovaciones.
Deliciosa,
plena de gracia y simpatía, la muy guapa soprano Claudia Cota, nos regala una
Norina perfecta. Sus gracejos y desparpajos, sus mohines y desvaríos, su
ingenuidad fingida y su carácter rebelde y terrible, aunado a un canto matizado
y respetuoso de la dificilísima partitura, la hacen digna de elogio.
Saca
adelante su papel del sobrino desheredado y al final quién se queda con la
muchacha el tenor Óscar Roa. Voz ligera que no siempre atina las notas exactas
y con desafinaciones constantes. Dificultades en el registro agudo.
Mucha
gracia y carcajadas constantes en su
brevísima intervención como el Notario el tenor Héctor Arizmendi se lleva la
escena en su falso leguleyo borrachín que “casa” ficticiamente a Sofronia y Don
Pasquale.
La ORQUESTA DE CÁMARA DE MORELOS se va fogueando en la ópera.
El coro
HARMONIA, reducido pero eficiente, seis tenores-bajos, y doce sopranos-altos
cumplieron decorosamente en sus breves intervenciones.
México D.F. martes 25 de septiembre de 2012.
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