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lunes, 3 de septiembre de 2012

Gala 30 Morelli 2012.



Tenemos cantantes… ¿Tendremos Ópera? 
“Gala 30 Morelli” en Bellas Artes. Por Manuel Yrízar.



Todos los ingredientes estuvieron allí.

La Gala de Ópera celebrada este domingo patrio 2 de septiembre con motivo de la premiación a los ganadores del ”XXX Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli” celebrado en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes nos hizo constatar, una vez más, que en México contamos con todo lo necesario para tener Ópera de primerísimo nivel: un teatro magnífico renovado con todos los recursos tecnológicos más modernos, una orquesta y un coro profesionales que reciben sueldo y prestaciones, un equipo técnico y administrativo que maneja y coordina estos recursos federales, una plantilla fija de funcionarios públicos del Instituto Nacional de Bellas Artes. Sobre el foro del recinto, concebido hace más de cien años por el presidente Porfirio Díaz para que México tuviera su Casa de Ópera, como la de París y las mejores del mundo, la revolución vio frustrada ese proyecto original y no fue hasta 1934, con un gobierno emanado de esa lucha armada cuando abrió sus puertas al arte.

En el nuevo siglo XXI una pléyade de cantantes desfiló en ese recinto para demostrar que la Ópera esta viva aunque muchos pensábamos que ya era de cantar sus funerales. Casi como un moribundo desahuciado que se niega a exhalar el postrer suspiro el teatro se lleno de música y canto reviviendo la esperanza, único ser que quedó oculto en la mítica Caja de Pandora.

Valga esta reflexión para poner de manifiesto que esa energía, esa vibración positiva, esa fuerza que emanaba del foro con trascendente vigor es como un feliz presagio de un mejor porvenir para el género operático. La batuta del experimentado y reintegrado a la casa de la que nunca debió salir, el maestro Enrique Patrón de Rueda, quien concertó el suceso, difundía hacia las huestes que comandaba un entusiasmo desbordante que se transmitía a la sala donde un público devoto lo recibía gratamente en catarsis elocuente. Es en esos momentos mágicos donde la música y la poesía se conjuntan para que el espectador oyente mira ante si que se abren puertas en su interior que lo enriquecen y purifican. La entrega de los participantes, quienes no escatimaban nada para agradar, seguían esa dirección inspirada proporcionando eso que suele llamarse placer estético. Bañados de pureza original, germinal, el hechizo se iba haciendo posible. Había Ópera.

La cosecha de frutos era levantada.

Recordamos que cuando en 1980 este cronista empezó a trabajar en la producción televisiva de las funciones de ópera en el entonces Canal 11, cultural y educativo del IPN, empezó también, gracias a la idea de una cantante apasionada y deseosa de servir al arte que amaba, ideó, acompañada en ese esfuerzo por amigos del medio, realizar un Concurso de Canto, que llevara el nombre de su fallecido esposo el barítono Carlo Morelli. El evento se realizó y de esa semilla ha crecido ya un árbol frondoso que ha rendido frutos óptimos. Referencia ya consolidada, los treinta concursos celebrados han logrado sacar a México al panorama universal del arte lírico. Ya en el programa de mano el músico Lázaro Azar escribe “Una breve historia del concurso” donde la cuenta. El resultado cobró vida ejemplar la tarde-noche de ayer con un concierto lleno de aciertos cuya crónica haremos aquí.

La voz cantante es el instrumento más difícil de tocar.

Con la capacidad de dispersar a los demonios y permitir la entrada a los avernos a rescatar a los seres amados, el canto de Orfeo no ha perdido esas características. En tiempos desolados y tristes es el trovador el que canta y cuenta, consuela y sana heridas de cuerpos y almas. Cantan los hombres y las mujeres porque no tienen otra forma más precisa y misteriosa para decirnos sus sentimientos internos, sus alegrías, amores, melancolías, odios, furias y pasiones encontradas. Y de esos pormenores íntimos se llenó la sala de Bellas Artes. Fue entonces cuando empezamos a oír esas nuevas voces órficas.

La primera que llenó la sala con su juvenil timbre de soprano lo fue la ganadora del concurso 30, Karen Gardeazabal Huitrón, también revelación juvenil y premio del público, de 21 años de edad. “Quando men’vo…” de LA BOHÉMEde Puccini, aria de Musetta, abrió el programa.

Mamá... ¿De dónde son los cantantes, que los quiero conocer?

Casi cerca de tres horas y media el teatro de Bellas Artes se llenó de música con la voz de los ganadores. Solo 25 cantantes de todos los que han surgido en estos más de treinta años fueron los que participaron. Materialmente imposible que todos los demás pudieran hacerlo. Pero fue ejemplar el resultado. Todas las cuerdas estuvieron representadas en un programa bien estructurado del repertorio tradicional italiano y francés decimonónico. Los compositores italianos fueron Rossini, Bellini, Verdi, Puccini, Leoncavallo y Ponchielli. Los franceses Gounod, Delibes, Saint-Saëns, Massenet y Offenbach. Como cortesía al final escuchamos a Donizetti. Los cantantes y el director concertador fueron todos mexicanos. Diez sopranos. Cinco mezzosopranos. Cuatro tenores. Cuatro barítonos. Dos bajos. De aquí son.

Una característica importante: la calidad y belleza del instrumento vocal.

Algo que sorprende ya desde mucho tiempo atrás en el extranjero es la belleza tímbrica, el color, la calidad de las voces mexicanas. En España algún conocedor ha llegado a decir que para él hay “una escuela mexicana de canto”.Y daba sus razones. Por motivos genéticos, hereditarios, culturales, de clima o ambiente, Dios lo sabe, las voces de México suenan bien. Son agradables al oído neófito y al del conocedor experimentado. Una rica paleta de colores variopintos las singulariza. Es como un brillo especial en la paleta cromática; un distintivo particular envidiable. Un matiz singular. Y las que ayer escuchamos, todas distintas y diversas, poseen esa característica. Estas voces combinan y armonizan con los instrumentos solistas y la masa orquestal lográndose el fenómeno de lo que la estética trata de definir como bello.

La fiesta vocal se desarrolla con celeridad temporo-espacial.

Cuando las cosas salen bien solemos decir que no sentimos el tiempo. El espectador ocupa su butaca y allí, placenteramente, se desconecta de la cotidianidad y se dedica únicamente al gozo y al disfrute musical. No siempre sucede. Pero cuando se da el fenómeno persiste en nuestro ser y quisiéramos repetirlo. Llevarse al infierno quiere el pecador para no irse solo. Compartir la experiencia. Eso nos proponemos aunque la subjetividad del hecho es totalmente personal.
El barítono Juan Orozco es el prólogo de la velada.”Si può? Si può?...” de Pagliacci de Ruggero Leoncavallo es abordado sin timidez y rigor. Toda la filosofía del verismo en esa aria casi manifiesto. Un hombre de carne y hueso que como todos respira el aire nos adelanta que las lágrimas que veremos en el drama son falsas. Hay emoción y conciencia en la interpretación. Se dirige a todos nosotros ese mensaje acongojado y el aplauso se adelanta. El cantante a señas nos indica que no ha terminado. “¡Vamos¡ Que comience la función¡”.

Ya aparecen ahora los amantes trágicos que no pueden faltar en la ópera. Nedda, en voz de Zaira Soria, y Silvio, el barítono José Adán Pérez, se encuentran aprovechando que los Payasos han marchado a la taberna. Entre promesas y juramentos deciden huir juntos esa noche. Ahí decidirán su destino. Creen falsamente. “Nedda¡…Decidi il mio destin…” de la misma óbra.

De Giacomo Puccini se escucha el cuarteto del acto tercero de su La Bohéme donde Rodolfo y Mimi, Marcelo y Musetta, se separan por celos de los amantes y supuestas o reales infidelidades de las amadas. Gerardo Reynoso y Maribel Salazar, Verónica Murúa y Josué Cerón.

La soprano Eugenia Garza, acompañada por el coro, canta el aria de Edgar
“Addio, mio dolce amor…”con sentimiento apasionado y temperamental.

La soprano Violeta Dávalos y la mezzosoprano Belem Rodríguez enfrentan su rivalidad amorosa y se jactan de amar más que la otra al amante disputado. Es el dueto de la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli en donde se canta
“E un anatema¡…L’amo come il fulgor…” Les creemos a las apasionadas.

Y más pasiones encontradas nos esperan. Ahora incursionamos en lo francés con el aria “O sainte medaille… Avant de quitter…” de Faust de Charles Gounod. Próximo a partir a la guerra Valentín pide a la santa medalla que porta que proteja a su hermana Margarita en su ausencia. El Diablo, Mefistófeles, no lo permitirá. Es el barítono Ricardo López quien reza.

Anabel de la Mora y Cassandra Zoé Velasco unen sus bellas voces de soprano y mezzosoprano mezclando en la paleta sus colores y amalgamando la bellísima melodía, popularísima hasta entre los que nada saben de ópera ni quisieran saber. De Lakmé de Leo Delibes “Viens Malika…Dòme épais…”

María Luisa Taméz ganó en el segundo concurso como soprano y es una de las artistas de más bella voz de esta cuerda que ha surgido en este país. Ahora, después de 30 años de carrera, la belleza vocal ha madurado y transformado en una mayor oscuridad y pasta más gruesa para interpretar en el registro de mezzosoprano. Es un caso bastante común en ese tipo de voces preñadas de armónicos y color. Como Dalila interpreta “Amour, viens alder ma faiblesse…” de la ópera de  Camille Saint-Saëns Samsom et Dalile basada en la historia bíblica.
Rebeca Olvera es un caso semejante de crecimiento vocal en la tesitura de soprano. Ligera en sus inicios ahora puede ya abordar un repertorio más cercano a lo lírico como lo es el caso de la Manon de Jules Massenet que canta acompañada por el coro con gracia y donaire: “Voici les elegantes…Je marche…Obbeisons…”

Cierra esta primera parte de la Gala el trio de Les contes d´Hoffman única ópera del judio alemán-francés, Rey de la Opereta, Jacques Offenbach. En este cuento el Demonio obliga a cantar a la joven enfermiza cardiaca Antonia cuya madre le dejara como herencia maldita la maravillosa voz que no puede usar porque moriría por el esfuerzo. El Doctor Miracle, diabólico médico de Antonia hace que su madre muerta aparezca para infortunio de su infeliz hija que muere trágicamente por contradecir al voto de no cantar. Los tres cantantes que dieron vida a estos personajes interpretando “Ta mère? …
Chère enfant…” fueron el bajo Noé Colin, como el Doctor, Rosa María Hernández, como Antonia y en “la voz de la madre” Guadalupe Paz.

Rossini, Bellini y Verdi en la segunda parte del concierto.

Ópera italiana del Bel canto, con sus máximos exponentes fue la que escuchamos después del intermedio del concierto. Si la primera parte fue muy buena la segunda fue todavía mejor. Ya con la voz a plenitud, “In gola”, los cantantes salieron queriendo el triunfo y agradar al no siempre respetable ni respetado “público”, esa fiera de mil cabezas dispuesta siempre a devorar al que cometa alguna pifia o a aplaudir y desgañitarse si es de su agrado la función. Regresamos a nuestros lugares con ese ánimo. No nos arrepentimos.

Es el tenor Javier Camarena quien aparece en el foro. Ya la gente lo reconoce y sabe de lo que es capaz. Sale seguro y sonriente y espera la orden de Enrique Patrón de Rueda. El coro se pone de pie y la orquesta apresta su entrada. Es la música del llamado Cisne de Pesaro, el genial Gioachino Rossini, la que empieza a sonar. Y los versos “Si, ritrovarla io giuro…” de La Cenerentola las que salen de esa garganta privilegiada. Ya se ha convertido el mexicano en uno de los máximos representantes de ese género a nivel internacional. Lo mejor de lo mejor. Su canto es de energía electrizante
y resonancia dorada que corre por la sala como un rayo de luz. La sensación que tenemos al escuchar esa voz brillante como el destello de una joya es única. Como recibir una descarga cegadora pero placentera. La voz llega plena al plexo solar o al tercer ojo. Llega directamente al centro del alma. Su manera de cantar es única y luminosa. Enciende con el brillo de una estrella refulgente a la velocidad de la luz. El coro le hace marco y la emoción no cesa.

Guadalupe Paz, de bella voz oscura de ámbar y terciopelo y Josué Cerón, de instrumento oscuro y ágil, nos deleitan con la gracia insuperable del dúo de la ópera L´ italiana in Algeri “Ai caprici de la sorte…” del mismo genio italiano. Confieso sin pudor ninguno que mi amor por Rossini iguala al que tengo por Verdi y por Wagner. Es, tal vez, padre espiritual de ambos.

El barítono José Adan Pérez supera con destreza y solvencia la conocidísima aria de “Il barbiere de Siviglia” que es tal vez una de las más famosas y escuchadas de todos los tiempos. Esa en la que el “Milusos” llamado Figaro se autorretrata contando todas las hazañas de que es capaz “un barbero de calidad”." Largo al factotum de la cita..."

De Vincenzo Bellini, el creador de las melodias del bel canto más bellas e inspiradas escuchamos uno de los momentos más sublimes y refinados de la noche. La soprano Gabriela Herrera, en un alarde de cantar bellamente, como lo dictan los cánones más ortodoxos del estilo que tanto apreciaron los puristas, el Bel canto sin ninguna concesión que lo exponga en toda su nitidez intocable, interpreto el aria de La Sonnambula“Ah¡ Non credea mirarte…” con tal inspiración, precisión, virtuosismo y nobleza que quedamos conmovidos y extasiados. No puede cantarse mejor esa melodia.

Rebeca Olvera y Javier Camarena, que ganaron juntos el concurso junto a Josué Cerón en el 2004, bordan el dúo amoroso de la misma obra “Son geloso del zefiro errante…” haciendo creer que el amor y los celos son tan eternos como los amantes enamorados de todos los tiempos.

El bajo Noé Colín, a quien oímos cantar y grabamos para la televisión cuando fue la revelación juvenil el año de 1990 ahora se atreve a cantar el aria verdiana del Don Carlo “Ella giammai m´amo…” (ella nunca me quiso) donde el fúnebre Rey Felipe II vencido por el insomnio y el desamor de su sentimiento que sabe traicionado solo espera a la muerte para, envuelto en la mortaja real, terminar su sufrimiento en esta jornada siniestra que es ya para el la vida. La carrera del cantante mexiquense es de las más importantes que un mexicano de su tesitura, poco común en esta tierra de tenores, ha logrado.

Y una sorpresa más. La mezzosoprano Amelia Sierra afronta y sale avante de las dificultades del aria “Condotta ell´era in ceppi” de Il trovatore” de Giuseppe Verdi  cuando la gitana Azucena narra la trágica historia de la muerte de su madre y su propio hijo en la hoguera crepitante, siniestra y fatal.

Rosa María Hernández nos brinda su registro dramático, el tamaño y color de su voz bella y oscura con otra aria del Oso de Busseto: “Pace, mio Dio…” de esa difícil obra “La forza del destino”. Muchos papeles puede abarcar esta soprano con un instrumento de esas características de fuerza.

Y para terminar el concierto de gala nada mejor que el concertante del Macbeth, combinación de dos genios universales, el italiano Verdi y el inglés Shakespeare, donde luego del asesinato del rey Duncan por la pareja diabólica se lamentan, fingidamente unos y realmente otros. El coro y Violeta Dávalos, Sandra Maliká, Ricardo López, Gilberto Amaro y Óscar Velásquez hacen retumbar la sala en ese canto de muerte."Di destarlo...Schiudi"

Todavía, ante la ovación de un público entregado, brindan como propina el Sexteto de “Lucia de Lammermoor” de Gaetano Donizetti y, el infaltable, no siempre bien cantado, Brindis” de La Traviatade Verdi.

Voces tenemos. Pero ópera no tenemos. ¿La tendremos algún día?

México D.F. lunes 3 de septiembre de 2012.





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