Se
presentó en el Palacio de las Bellas Artes, con motivo de la Semana Mayor del
catolicismo, la Pasión según san Mateo,
de Johann Sebastian Bach (1685-1750). El “san” es cortesía del catolicismo,
pues el título original de la obra en alemán es Matthäus-Passion, sin referencia a ninguna santidad, ni a la
resurrección, que no ocurre realmente. Acudí al Palacio con expectativas muy
bajas, sabedor de lo ya vivido en el pasado, pero ni así pudo la orquesta
llenarla. Tal vez es tiempo de mandarlas a una mazmorra más profunda, como los viejos
sótanos de la PGR, a ver si así pueden ser llenadas.
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La verdadera pasión escarlata estuvo en el Foro Sol |
El
repertorio de participantes de perfil internacional podría suponer un mejor
resultado, pero al leer entre líneas sus perfiles en el programa de mano, se
adivina que sin excepción, son todos artistas con muy escaso cartel, e
integrantes de ciudades y orquestas de mega-medio pelo en Estados Unidos. Con
excepción de las voces femeninas tanto en los coros (allí más bien apenitas)
como en las partes solistas, y el caso del bajo de origen negro que interpretó
a Poncio Pilatos (cuyo crédito no viene en el programa de mano), el resto del elenco
brilló por su mediocridad e incluso deficiencias técnicas vocales. El pomposo
Coro Bicultural es una engañifa fruto de la codicia o de la deshonestidad de
sus promotores, pues a duras penas alcanza el nivel de un coro de aficionados.
Cuando cantan fuerte, allí sí se les oye (nomás faltaba que no), pero cuando
tienen que cantar en el registro medio o bajo, simplemente no se escuchan ni
bajos ni tenores. El coro infantil, bien, considerando que son adolescentes y
aficionados, pero no les auguro mucho futuro si aspiran a ser como el resto de
sus pares. Los dos papeles más importantes, el del Evangelista y el de Jesús,
fueron como de pesadilla interminable, y daban ganas de crucificar antes de
tiempo al Jesús, mientras que el primero medio recuperó terreno en la segunda
parte.
Lo peor
de todo fue la dirección orquestal de Carlos Miguel Prieto, quien ni es
especialista ni parece interesado en profundizar en el repertorio barroco. Su
lectura de esta colosal obra fue apenas aceptable, de regular a mediocre lo
calificaría. Se limitó a marcar los tiempos y las entradas, pero nunca fue
capaz de dar una lectura en profundidad. Desde el poderoso y solemne inicio, se
hizo evidente que Carlos Miguel Prieto nunca iba a poder con la tarea que le esperaba.
Los oboes, muy bien en su empeño disonante, sin embargo la orquesta y coro
naufragaban en la más absoluta mediocridad y autocomplacencia, la cual opacó
todo esfuerzo de las maderas por brillar. El coro simplemente se perdía, sin
matices ni hondura psicológica. Y si alguien piensa que podría haber una tabla
de salvación, esa pudo haber sido el Erbarme
dich, extraordinaria aria para soprano (o contratenor) y violín, aquí
interpretado por Carla López-Speziale y Shari Mason, apenas salió a flote,
sin hondura psicológica ni dramatismo alguno, como si se tratara de cualquier
aria barroca, sin entender lo que la letra dice y lo que la música del violín
debe transmitir. Aquí, por supuesto, la responsabilidad de Carlos Miguel Prieto
es total, pues ni entiende qué dice la letra ni qué debe hacer el violín para
hacer de esta aria el portento que es.
Y es
que aquí el responsable de todo el numerito es Carlos Miguel Prieto, y sus
intereses extra musicales, más bien laborales. Artista de una agencia
estadounidense que maneja su agenda, no sólo debe cumplir con los compromisos
que esta le consiga, sino con una cuota anual de contrataciones, y que él puede
solventar con esta clase de conciertos, donde de un solo plumazo incluye
solistas vocales e instrumentales y un coro. De allí que todas las fuerzas
interpretativas de esta ocasión hayan sido de tan bajo nivel, tan decepcionantes.
Sólo el público villamelón que asiste a Bellas Artes y se siente impulsado como
por un invisible resorte en el asiento al final de cada función se levanta a aplaudir
y ovacionar como posesos una interpretación más bien mediocre.
Si a
Carlos Miguel Prieto verdaderamente le importara el aspecto artístico de su
carrera, no nos ofrecería artistas de tan medio pelo. Buscaría promover el
talento local, o mejorarlo, y no ofrecernos coros de papel maché como los que
integran el más bien mediocre Coro Bicultural, que como dije es una engañifa
institucional para venderle proyectos al INBA en colaboración con artistas
igualmente codiciosos y con escasa ética profesional.
Ahora,
a esperar la Pasión de Juan de Horacio
Franco, él sí un especialista en repertorio barroco.