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lunes, 18 de marzo de 2013

CARMEN O LA BELLEZA DEGRADADA.


Grafiteros de aerosol manchan los muros en la penumbra sórdida. La pared queda degradada.La soldadesca los detiene. Los esculca. Los manosea. Amanece en un suburbio de fealdad evidente. Es la primera escena que el espectador anónimo mira desde la sala del teatro. Enésima representación de ese "canto de amor y de muerte". Bellas Artes repone el título de la ópera cimera de Bizet: Carmen. Vine a verla completa pues mi frustrante experiencia anterior, en un arruinado teatro Julio Castillo en obras, de esta misma puesta fue fallida. Inconclusa. Pero la cabra tira al monte. O a las montañas de Vizcaya.

¿Hay algo nuevo en esta reposición? No lo hay. Es una pretenciosa banalización. Trivial. Insustancial. Los personajes míticos, al salir de su contexto, se degradan, se pierden en el vacio, se vuelven caricaturas grotescas. Pierden su dignidad primaria y original. La lectura de Lombardero es fallida por una sola razón: la ausencia de belleza. Su puesta en escena es sórdida e ingrata. Al desaparecer la esencia mítica de leyenda exótica y romántica y tratar en vano de contemporanizar la clásica historia esta cae simplemente en lo vulgar. Destino y fatalidad desparecen. El mito base de la mujer libre que hipnotizara a Nietzsche cae en pedazos. La gitana Carmen deviene en mujer vejada. Don José en fanático traicionado noble pero asesino. Escamillo es un torero moderno acompañado de guaruras. Micaela es tal vez la más desamparada. No abandona jamás el pueblo de sus tradiciones mutiladas. Los contrabandistas de vuelven fayuqueros.  Las montañas devienen en bodegas. Brillo se pierde. Y luz. 


Salva la prescindible función un cantante que no obstante lo banal nunca pierde su dignidad. El Don José de Dante Alcalá, verdadero Dragón de Alcalá, sobresale por su creación de un personaje entrañable y doliente. Dota de carácter y de voz a ese soldado que ha sido desencajado de todos sus valores tradicionales por el espejismo del amor. Solitario y apartado finge indiferencia ante las cigarreras escasas de ropas y escrúpulos. El hechizo de la flor lo transforma y enloquece. La belleza del timbre de su voz llena la escena con esa morbosa fragilidad del lírico del dueto con Micaela al apasionado y frenético que declara su amor furioso a una Carmen cuyo perfume recuerda y enerva encarcelado por ella. Y el desertor enamorado que corre celoso por la madre moribunda y regresa a suplicar el regreso. Traicionado y herido mata lo que ama. Y se mata a si mismo. Dante Alcalá, como actor y cantante, es la única luz entre tanta oscuridad.

Ya cae esa luz sobre el asesino ante el mismo muro degradado de grafitos frente a la plaza abarrotada de gritos estentóreos. Ya ha sido alcanzado por ese destino que lo alcanza con su cruel fatalidad. Ya se entrega a él como humano desvalido y entristecido. Ya cae el telón.

México D.F. a 18 de marzo de 2013. 


2 comentarios:

  1. Es curioso, escribes un "crítica" de Carmen y no dices ni media palabra de la chica que cantó el personaje de Carmen.

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    1. A buen entendedor pocas palabras. Precisamente por eso: ¡no la hubo¡

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