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domingo, 16 de junio de 2013

Ramón Vargas, Joanna Paris y el eros del "maestro"

En su indispensable Lecciones de los maestros, George Steiner señala que en la relación entre maestro y discípulo suelen difuminarse, hasta en no pocas veces establecer un vínculo que socialmente no siempre es bien visto: Eros aparece en escena, ya sea la relación hetero u homosexual. A lo largo de la historia la admiración, a veces recíproca, entre maestro y discípulo cruza esa barrera de modales y comportamiento socialmente aceptado para hundirse en los escabrosos territorios menos fructíferos de la carnalidad. 

Que esta relación erótica no sea bien vista en el mundo de la educación y que al mismo tiempo se vea violentada o establecida entre maestro y discípulo, y, más aún, que se le siga viendo con sospecha y desconfianza nos indica lo compleja y complicadas que son estas relaciones. 

Hago esta breve remembranza sobre este asunto en atención a las palabras que el flamante director de la Ópera de Bellas Artes, Ramón Vargas, tuvo a bien dirigirme al referirse a mis "infamantes escritos" sobre su relación con la cantante Joanna Paris.

El maestro Vargas quiere hacernos creer que su relación con la mencionada soprano es una relación meramente profesional entre el maestro, él mismo, y su discípula, ella en persona. Así pudo haber empezado dicha relación: pero de la admiración pura y clara se puede pasar muy pronto al mundo del Eros desatado. 

Las fotos que a continuación reproducimos en exclusiva dan cuenta de cuán pública es esa relación maestro-discípula cuando se sienten en confianza, y son apenas la punta del iceberg, como la memoria del señor Vargas podrá confirmarlo en su orbe privado mientras recorre preocupada sitios públicos y reuniones donde se les ha visto en más que cálida camaradería.


En la primera de ellas podemos observar el trato de íntima confianza que el maestro tiene con su dilecta discípula, no sólo al abrazarla por la espalda, sino literalmente estrecharla afectuosamente. Todo enamorado conoce esta típica posición de amor que en todo el mundo identifica a una pareja bien avenida. No hay confusión al respecto ni forma de negarlo.


En la segunda foto, la discípula descubre la cámara y sin vergüenza alguna, al contrario, con un rostro de dicha y alegría rebosantes, se da ligeramente la vuelta y saluda, en un gesto de sana alegría, haciendo que el brazo del maestro y experto en el culto a Citerea, se aleje un poco de su posición de arrojo y arrebato, y al parecer sin percatarse aún del ojo que los observa.


La última foto del conjunto no necesita explicación. Los rostros de dicha rebosante de ambos lo dicen todo.

El ciclo de fotos, apenas la punta del iceberg como ya dijimos, son suficientemente explícitos y fueron tomadas en septiembre de 2009, en Tokio, en una gira del Met de Nueva York  en la cual la Paris no formaba parte del elenco. Me excuso ante el maestro Ramón Vargas por usar la palabra "querida". Usted elija, maestro, la que mejor le parezca.

¿Es reprobable que un maestro y su discípula entablen relaciones de tanta confianza como la que estas fotos testimonian? Podríamos decir que sí, y no sólo por lo que puede coludirse a partir de ellas, sino por dos cuestiones adicionales. Primero: el maestro Ramón Vargas no ha negado públicamente que la señorita (¿o señora?) Paris sea su amante, querida o como se le quiera llamar. No lo ha hecho enfáticamente, tal vez porque no puede o no quiere. Ha escurrido el bulto con elegante discreción, como dicen Les Luthiers en su Cantata bastante de gesta de Edipo de Tebas, "cambiando de tema", diciendo que es su alumna. Una alumna con privilegios y trato especial, que es llevada, por ejemplo, en una gira internacional de su maestro por Europa y Japón. Podemos imaginar que es lo usual entre alumnos y maestros. Segundo: Ramón Vargas es un hombre "felizmente casado", con hijos, a quienes ve con frecuencia, y a quienes debería guardarles lealtad y fidelidad.

El meollo del asunto es, por supuesto, no si la Paris es o no su amante y desde cuando lo es. Eso se lo dejamos a la inmaculada conciencia del maestro Ramón Vargas y su feliz matrimonio. En ultima instancia no debería importarnos, pero es justamente esta relación maestro/discípula la que hace que nos importe y nos obligue a cuestionar su proceder. Actuamos como ciudadanos libres, con pensamiento crítico, en una democracia donde la transparencia y la rendición de cuentas son obligadas, no como vasallos (léase Manuel Yrízar) arrodillados ante la majestuosidad y pompa de la corte real que llega a palacio para contemplar, impávidos, el reino heredado y a punto de recibirlo.

¿Porqué el maestro Ramón Vargas privilegia a una de sus alumnas con tres apariciones seguidas en el máximo recinto del país cuando en las anteriores demostró ser de un desempeño vocal poco menos que mediocre, equivocándose en varias ocasiones? ¿Cuanto nos van a costar, en el caso de su discípula, esas tres funciones, pues su salario saldrá de nuestros bolsillos? ¿Qué méritos vocales posee que la hagan más digna que otras sopranos mexicanas? (Esa era originalmente nuestra pregunta, maestro Ramón Vargas. No me vaya a salir con un listado del resto del elenco porque de eso no estoy hablando. Lea bien, y no se vaya por las ramas). Por cierto, por si no se había enterado (no puede estar en todas partes, ¿verdad?), ¿sabía usted que su flamante director de la orquesta de la ópera, su cuatacho de la ópera de Bratislava, a donde usted y la Paris van cada año, el serbio Sbra Dinic, la regañó sobre el escenario el día de la deslucida Gala Verdi en que los tres participaron? Todo el Palacio de Bellas Artes lo vio, sólo usted que estaba en el escenario no se percató del trato grosero que su cuate tuvo con su dama, digo alumna. (¿Cuanto nos va a costar, por cierto, tener un director serbio en lugar de apostar por mexicanos?)

Si publicamos estas fotos es porque el maestro Ramón Vargas nos invitó a hacerlo. Lo hacemos no sólo en atención a su deseo (¿se acuerda maestro de lo que Wilde decía al respecto? Debería), sino porque es nuestra obligación como periodista de investigación, especialmente cuando se ha cuestionado una relación que se supone debería ser sólo de trabajo, pero vemos que no. Como sea, lo reiteramos, estas fotos son apenas la punta del iceberg, y de ellas se puede concluir una cosa, y una sola: Joanna Paris viene como dama de compañía del maestro Ramón Vargas, no como soprano de lujo, en detrimento de cantantes mexicanas que podrían hacer el mismo papel (de soprano, por supuesto) mucho mejor.

Por favor, maestro Vargas, ya no use al señor Yrízar como intermediario. En los comentarios puede usted poner su respuesta. Por supuesto, usted es libre de volver a usar a su monito cilindrero de confianza, pero le advierto que nada proveniente de él será publicado, pues ya no forma parte del equipo de colaboradores del blog y no puede ya publicar de motu proprio. Si quiere mi correo para que cualquier respuesta suya sea debidamente publicada, puede hacérmelo saber dejando un comentario privado (los comentarios están abajo, en la parte final de cada entrada; se requiere cuenta de correo o de blogger para dejarla, pero esos datos no se publican; también puede hacerlo de manera anónima). Yo ya tengo su correo, y le escribiré si fuese el caso para que pueda enviarme cualquier respuesta. Y, maestro Ramón Vargas, cuídese esa pierna, no vaya a estirarla antes de tiempo.

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