free counters

domingo, 16 de junio de 2013

UN TRIUNFO PARA EL ESPÍRITU: BEETHOVEN POR MIGUEL SALMÓN DEL REAL

Los pasados jueves 13 y viernes 14 la orquesta sinfónica de Michoacán presentó su quinto programa del año dedicado por completo a Beethoven, interpretando su Quinto concierto para piano y su Quinta sinfonía, con Jorge Federico Osorio como solista. En un contexto donde Beethoven es uno de los caballos de batalla más recurrentes de los programas de concierto y donde sus obras parecen no guardar ya sorpresa alguna, un programa doble como el aquí mencionado no habría llamado la atención en demasía. Pero el director artístico de la orquesta, el maestro Miguel Salmón del Real, nos preparó una sorpresa asombrosa e inesperada.

Normalmente en los programas de los conciertos la diferencia entre uno y otro suele ser mínima: algunos ajustes aquí, alguna modificación allá, poca cosa. Nada pudo prepararnos para lo que vimos y oímos jueves y viernes en Morelia. A lo largo de esta temporada 2013 Salmón del Real ha ofrecido una auténtica lección de cómo darle frescura a un repertorio que parece ya estratificado de tal modo en los genes auditivos del público que no tiene nada nuevo que decirnos. Eso no sucedió esta vez.


Me interesa particularmente lo que Salmon del Real hizo con la partitura de la sinfonía en dos ejecuciones que puedo calificar ya de memorables. La diferencia entre uno y otro concierto fue abismal, y no, como podría pensarse, debido a la orquesta, o a pesar de ella, sino por la forma de abordar la partitura, como si de dos obras distintas se tratase.

Por un lado está la duración, los tiempos de ejecución, por el otro los tempi dados a cada movimiento. La Quinta suele durar 40 minutos más o menos con las orquestas modernas y una media hora de ejecución con instrumentos de época, y esto último fue lo que más o menos duraron ambas versiones. Sin embargo, los tiempos individuales denotan una intención del director muy específica por ofrecernos una lectura muy atrevida.

Salmón del Real decidió regirse por tempi y técnica interpretativa de corte historicistas, lo que significa eliminar el vibrato del todo, entre otras muchas cosas. Los cuatro movimientos de la sinfonía duraron, el jueves, 6'26, 10'05, 5'34 y 9'29. Llama la atención la duración del primer movimiento, idéntico en tiempo de ejecución, por ejemplo, al que, como mera referencia y punto de comparación, escuchamos con John Eliot Gardiner y la Orquesta Revolucionaria y Romántica. Como contraste, el segundo movimiento duró un poco menos que la versión de Christopher Hogwood (se equivoca nuestro querido amigo José Luis Juárez Echenique en su reseña en Amazon cuando dice que es una versión súper rápida; todo lo contrario). Los dos movimientos restantes parecen una locura sólo en lo relativo a su duración de ejecución. La duración de la obra en su conjunto no difiere gran cosa del promedio que conocemos: 31 minutos y medio en total.

Pero no es sólo la duración global de la obra, sino la magistral lectura que Salmón del Real hizo de la partitura. Si tuviésemos que comparar lo hecho por el director mexicano, podría decirse que parecía una combinación de Gardiner, Boulez (de quien es discípulo) y Harnoncourt, al menos en esta versión que comentamos. El primer movimiento empezó con un bien dirigido furor y pasión no siempre escuchados entre nosotros, fuerza y emoción de gran dinamismo, contrastados, todos estos elementos con el segundo movimiento, mucho más pausado (lento, parsimonioso), y de un lirismo deslumbrante, con una atención y cuidado asombrosos al detalle, en especial en los alientos, donde el director se regodeaba hasta casi hacer una pausa cada vez que aparecían los clarinetes (no sin algunas fallas y notas falsas, especialmente en el concierto del viernes; también las cuerdas contribuyeron al casi naufragio en un momento al entrar a destiempo). Con todo, el prolongado lirismo del movimiento parecía anunciar lo que se escucharía en el siguiente: pese a la aparente rapidez (casi tres minutos menos que el de Hogwood y casi dos menos que el de Gardiner), Salmón del Real nos ofreció uno de los Scherzos más notables de que tenga memoria: parsimonioso, lleno de misterio y sonidos nocturnos, con pausas y cambios de tempi como nunca había oído antes, igualmente con una hondura filosófica impresionante, meditativo en extremo, hizo una de las más brillantes transiciones entre movimientos que recuerde, llena de pasión y arrebato, con una duración de apenas medio minuto menos que la de Gardiner.

Con pausas asombrosas, cambios de tempi al interior de los dos lo movimientos centrales y una suerte de lectura deconstructiva de la sinfonía, Salmón del Real nos mostró cuánto hay todavía por descubrir en esta obra fascinante.

Y contrario a lo que podría esperarse, el viernes Miguel Salmón cambió radicalmente su aproximación a esta obra, y podría decirse que fue una lectura más convencional, más dentro de la tradición de lirismo con que solemos ubicar a esta obra. Al sonido un tanto seco (à la Harnoncourt) del día anterior, nos ofreció una versión absolutamente apasionada, llena de lirismo e inspiración, de un control orquestal excepcional, no exento de algunos yerros en el clarinete y otros alientos. La orquesta, entregada y comprometida al máximo con su director artístico lució, por una noche, como la mejor orquesta del país, disciplinada y orgullosa (al final del concierto el rostro de satisfacción de sus integrantes era notorio, recompensado por una merecida ovación, y el reconocimiento a los concertinos de las partes de la cuerda a quienes el director pidió se levantaran para recibir el aplauso bien merecido), llena de brío y energía, como si supieran que pueden vencer cualquier obstáculo que se les presente.



Para el viernes Miguel Salmón decidió ofrecer una lectura más orgánica y elegante, más vibrante y emocional, sabedor que la orquesta a su cargo responderá como un brioso y noble corcel. El ataque de las cuerdas, convencidas de su poderío, daban lustre a una versión de enorme lirismo y honda belleza, como hacía mucho no escuchábamos. Con algunos detalles y yerros menores, lo que presenciamos en el Teatro Ocampo de Morelia fue y es, sin duda alguna, un auténtico triunfo del espíritu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario