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lunes, 8 de julio de 2013

La falta de ética del Merolicronista: una mancha más al tigre

En un medio donde la honestidad y la objetividad son constantemente puestas a prueba como en el ámbito de la crítica o crónica musical, la falta de ética es un defecto que debe denunciarse cada vez que esto ocurra.

En su más reciente artículo para la revista Proceso, el Merolicronista Raúl Díaz vuelve a mostrar su oportunismo y su absoluta falta de ética profesional al hacer una nota de un concierto al que evidentemente no asistió, como nos consta: el mismo del que dimos cuenta aquí, del Coro de Madrigalistas por su septuagésimo quinto aniversario.

Con una cara dura que ofendería a un niño, el Merolicronista divide su patético texto en dos partes, una primera en donde informa pedestremente qué es un Madrigal, y una segunda donde habla de manera muy general del Coro de Madrigalistas, para, en un pobre y lamentable párrafo, despacharse al concierto de aniversario, sin nunca referir qué se interpretó, en este caso tres motetes, no madrigales, de tres compositores distintos.

Como es costumbre con el Merolicronista, no dice una palabra del concierto, de sus intérpretes, de cómo fueron interpretados, nada del coro o de la orquesta de Horacio Franco. No dice nada de nada porque no sabe nada de nada este estromatolito extraviado, y porque no asistió al concierto. La foto que el semanario reproduce no es la del programa de mano (si un folleto tamaño carta o formato A4 puede considerarse programa de mano) sino de las tarjetas postales que regalan en el módulo de información del inmueble, prueba indirecta pero irrefutable de que el Merolicronista no estuvo en la sala principal del Palacio de las Bellas Artes el día del concierto.

Además de su evidente falta de profesionalidad, el lamentable escrito del Merolicronista, que no alcanza siquiera el nivel de un boletín de prensa, y que fue escrito con antelación al evento del que no da cuenta, evidentemente, porque el semanario cierra su edición los miércoles, pone de manifiesto otra cosa: ¿qué hubiera pasado si el concierto se hubiera cancelado por cualquier circunstancia, u Horacio Franco no hubiese podido dirigirlo? 

La pregunta es obligada: ¿hasta dónde va a permitir la Dirección del semanario Proceso que este pobre engendro arrastre a su sección de Cultura, donde se supone son especialistas quienes hablan y dan cuenta del acontecer cultural del país? ¡¿Hasta dónde, señores, hasta dónde?!

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