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jueves, 31 de marzo de 2011

Acerca de la crítica. Notas etimológicas

Reproducimos el texto con el que el escritor, poeta, ensayista, crítico y traductor José Manuel Recillas abrió la mesa de debate Crítica musical, ¿crónica nacional? celebrada el pasado 30 de junio en el salón de usos múltiples del CENIDIM.



Acerca de la crítica. Notas etimológicas
José Manuel Recillas

A nosotros los escritores, por un defecto que tiene que ver con el uso del lenguaje, nos interesan las palabras más que a los músicos y por eso todo con nosotros empieza con las palabras, antes que con los sonidos, que por sí mismos carecen de relaciones y significados. Por eso, para referirme al tema de la crítica, me parece necesario empezar por explorar su significado etimológico y así, al menos en principio, establecer algunos puntos y parámetros que sirvan para la reflexión. Los términos crítica y criterio tienen un origen etimológico similar que los vincula, de una manera insospechada, con otros términos como escribir, crisis, y carne (y a partir de ésta, escarpado y esgrimir, entre otros muchos términos relacionados). En su origen estos dos términos se refieren simplemente a una norma para juzgar (kriterion en griego), así como al que debe ejercer tal norma, el juez o árbitro (krites), y este a su vez del acto de separar o decidir (krínein), lo que lo relaciona, etimológicamente, con escribir y con crisis.

La palabra carne está formada por la raíz indoeuropea kar-, que significa cortar y que la relaciona con muchas palabras que contienen la partícula kr-, como escribir, cuyo origen latino no disimula su verdadera raíz indoeuropea, skribh-, raspar (de donde se origina el término en inglés scribble, garabatear, señal lingüística inequívoca de los primeros rasgos de lo que después se convertirá en el auténtico acto de escribir), que a su vez proviene de las partículas sker-, ker-, cortar. Este raspar hace referencia a las primeras formas de escritura sobre tablillas, que debían ser raspadas, grabadas o esculpidas. Por su parte esgrimir (un argumento, por ejemplo) proviene del francés antiguo eskermir, escremir, términos eminentemente militares provenientes del germánico skerm-, luchar, proteger, que a su vez proviene de la raíz indoeuropea sker-, cortar.

Por su parte, la palabra crisis, tan conocida entre nosotros por razones histórico-sociales y económicas, en realidad significa “momento decisivo”, y cuyo origen viene de krísis, punto decisivo, y a su vez de krínein, separar, decidir, las cuales a su vez provienen de la raíz indoeuropea kri-, y de krei-, variante de skeri, cortar, separar.

De modo que de nueva cuenta nos hallamos con la misma raíz etimológica que vincula todos estos términos aparentemente disímbolos y sin una relación directa. Pero, a final de cuentas, vemos que en su origen todas estas palabras se relacionan por una sola y misma actividad: la de separar y discernir, palabra esta última que, de acuerdo con María Moliner, significa “distinguir, reconocer, [es decir] ver una cosa como distinta de otra y reconocer entre varias cuál es cada una”. En otras palabras, estamos hablando de una actividad que en su origen es eminentemente legislativa, ordenadora, regidora y educadora. La ley como imperio que domina, ordena y gobierna, y sin la cual sólo hay caos y conflicto. Una actividad, en última instancia, que transforma al niño en adulto.

Podemos afirmar, entonces, que la labor del crítico debe estar del lado de la ley, es decir del orden, y que su función y responsabilidad es, en ese sentido, enorme, no sólo porque es él quien sienta las bases con las que nos guiamos, sino quien dirime entre conflictos y quien, finalmente, educa y forma ciudadanos libres e informados. El crítico es, o debe serlo idealmente, un legislador, alguien capaz de distinguir y reconocer, de separar lo que es paja y lo que es oro, y cuyas expresiones sean, de nuevo idealmente, la manifestación justa de lo que vale y de lo que no.

Por supuesto, para que esto suceda el crítico debe ganarse el respeto de la comunidad a la que pertenece, y eso se logra mediante su sabiduría, su justeza y su ética, tal como ocurre con los legisladores. Pero de la misma manera que entre estos últimos los hay quienes son despreciables y detestables, también entre los críticos pueda suceder lo mismo. Y así como no hay legislador repudiado que no termine sus días en el olvido y el abandono, así también debe sucederle al crítico cuyas palabras no destilen la transparencia de una conducta intachable. Porque quien legisla bien, educa también, ofrece ejemplos de lo que es correcto y de lo que no.

Sin duda, el momento decisivo (crisis) que vive el país, la cultura nacional, implica la toma de decisiones, significa la oportunidad de “ver una cosa como distinta de otra y reconocer entre varias cuál es cada una”, separar la paja de lo valioso; así, adoptar una posición crítica no significa quejarse, como podría pensar alguno, sino separar, distinguir, evaluar, guiar, formar, y educar.

Si la crítica va a servir para algo, debe servir para esto, y no para otra cosa.

1 comentario:

  1. ¡Qué bella materia es la etimología!

    Yo añadiría que para efectos prácticos, crítica es cualquier comentario que hace uno acerca de un evento artístico (o de otra índole) para señalar los aciertos y desaciertos del mismo, y además relatar cómo estuvo ese evento. En ese sentido todos somos críticos.

    Ahora bien: hay críticos buenos y malos, profundos y superficiales, respetables y denostados como en todas las profesiones.

    Criticar no necesariamente es hablar mal, eso sería criticonería, criticar es un juicio, una opinión, un señalar lo bueno y lo malo y lacrítica debiera ser imparcial, objetiva y moderada. E insisto: obviamente por alguien que sepa. ¿Es necesario que el crítico musical sepa mucho de música, es decir que sea músico? Pues, necesario, necesario no lo es, pero obviamente sería lo deseable. ¿Cómo va a hablar de química alguien que no ha estudiado química? Lo mismo puede decirse de la música, Pero... ¡siempre hay un pero! En el caso de la música es comunicación y va dirigida a todo mundo, músicos o no, preparados y no poreparados, y cualquiera que la reciba está en su derecho de opinar. Por eso más arriba dije: "hay críticos buenos y malos, profundos y superficiales, respetables y denostados como en todas las profesiones".

    Podría añadir profesionales y amateurs, y obviamente profesional es el que sabe y mucho e incluso puede hacer aquello que critica y el amateur es el aficionado que realmente no conoce a fondo, ¡vamos!, ni superficialmente aquello que critica, y habla por ejemplo de cómo cantó "Una fuertiva lagrima" el tenor fulano de tal, sin poder él mismo hacerlo, y por lo tanto no se imagina lo terriblemente dificil que es esa aria, dificultad por cierto bastante poco aparente. (En el libro "Bravo" de Helena Matheopoulos todos los tenores entrevistados concuerdan en señalar que es una de las arias más cruelmente difíciles que se han escrito.)

    Mauricio Rábago Palafox

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