Rogelio Macías Sánchez
Cuesta lo mismo pensar en grande que pensar en chico
Miguel Bernal Macouzet
Miguel Bernal Macouzet
En las primeras horas del viernes 18 de marzo falleció en esta ciudad, a los 71 años de edad, Miguel Bernal Macouzet, gran moreliano, hijo mayor de Miguel Bernal Jiménez y María Cristina Macouzet Muñoz.
Aunque no fue inducido a la música por su padre, de él heredó el buen gusto, el respeto y el amor por la cultura, las artes y particularmente la música, De su madre heredó la bondad y el don de gentes. De los dos, la rectitud del espíritu ante la vida. Y no sé cómo se hizo de talento empresarial, visión práctica del futuro y notable capacidad de relacionarse con los demás, que lo llevaron a ser un exitoso industrial y consejero gubernamental, además del promotor cultural más importante que haya habido en el estado. Sabía vivir, procuraba el buen comer y el buen beber, y compartirlos, además de cultivar con cariño la amistad de quien se dejara querer. Así lo recuerdo yo.
Lo conocí con motivo del Festival Internacional de Música de Morelia en su segunda edición, cuando fui invitado a participar en su patronato y estructura organizativa. Desde entonces y hasta hace unos meses compartimos con afecto sincero proyectos e ilusiones sobre la promoción y el desarrollo de la cultura musical del más alto nivel en esta ciudad y en el país. Pero él los cristalizó en una realidad compleja y hermosa que ahora se llama Festival de Música de Morelia Miguel Bernal Jiménez. Porque no me queda duda de que Miguel Bernal Macouzet fue el ideólogo del festival y todas sus consecuencias. Fue su creador y fundador, responsable de su continuidad y rescate cuando cayó en gran depresión y estuvo por desaparecer, y lo ha sido de su riqueza cultural y lucimiento actuales. Las herramientas para esto fueron sus cualidades personales, y la motivación, la mística que el cariño y el respeto por su padre le imbuyeron. Él quiso cumplir algunos de los anhelos no completados por ese gran mexicano que fue Miguel Bernal Jiménez.
El festival no fue la única obra de Miguel en este tenor. Lo es también la reorganización y consolidación del Conservatorio de las Rosas como la institución educativa de alto nivel que imaginó su padre y que ahora lo es. Tuvo tras de sí un buen patronato, pero tampoco me cabe duda de que fue él, el espíritu rector de ello desde hace casi un cuarto de siglo.
Miguel nos ha dejado y flota en el aire una duda angustiante: ¿Qué pasará con estas instituciones ahora que se ha ido su espíritu rector?
Yo sé que seguirán adelante en el camino trazado de la excelencia irrenunciable y la superación que no se detiene. Quienes están a cargo del Festival de Música de Morelia y del Conservatorio de las Rosas están imbuidos del mismo espíritu y las mismas ilusiones de Miguel y han aprendido a usar las herramientas personales que él tanto desarrolló. Han aprendido, tienen los mismos anhelos y aportarán lo propio de su valiosa juventud. Miguel se fue de esta vida sabiendo que sus piezas maestras lo serán por siempre.
Todo esto se me vino a la cabeza durante la misa de requiem que se ofició el mediodía del sábado 19 en la iglesia Catedral. No hubo pompa ni solemnidad, pero a todos nos permeó un sentimiento genuino de tristeza y nostalgia por un ser amado que no tuvo el amor de gratis, lo ganó, mucho y de muchos, por su bonhomía. En el fondo de la liturgia, pero siendo protagónica, desbordaba desde el coro la música de Miguel Bernal Jiménez, a cargo del Coro Polifónico Miguel Bernal Jiménez y el maestro Jesús Carreño.
Gracias, Miguel, por las ilusiones compartidas que vivimos.
Aunque no fue inducido a la música por su padre, de él heredó el buen gusto, el respeto y el amor por la cultura, las artes y particularmente la música, De su madre heredó la bondad y el don de gentes. De los dos, la rectitud del espíritu ante la vida. Y no sé cómo se hizo de talento empresarial, visión práctica del futuro y notable capacidad de relacionarse con los demás, que lo llevaron a ser un exitoso industrial y consejero gubernamental, además del promotor cultural más importante que haya habido en el estado. Sabía vivir, procuraba el buen comer y el buen beber, y compartirlos, además de cultivar con cariño la amistad de quien se dejara querer. Así lo recuerdo yo.
Lo conocí con motivo del Festival Internacional de Música de Morelia en su segunda edición, cuando fui invitado a participar en su patronato y estructura organizativa. Desde entonces y hasta hace unos meses compartimos con afecto sincero proyectos e ilusiones sobre la promoción y el desarrollo de la cultura musical del más alto nivel en esta ciudad y en el país. Pero él los cristalizó en una realidad compleja y hermosa que ahora se llama Festival de Música de Morelia Miguel Bernal Jiménez. Porque no me queda duda de que Miguel Bernal Macouzet fue el ideólogo del festival y todas sus consecuencias. Fue su creador y fundador, responsable de su continuidad y rescate cuando cayó en gran depresión y estuvo por desaparecer, y lo ha sido de su riqueza cultural y lucimiento actuales. Las herramientas para esto fueron sus cualidades personales, y la motivación, la mística que el cariño y el respeto por su padre le imbuyeron. Él quiso cumplir algunos de los anhelos no completados por ese gran mexicano que fue Miguel Bernal Jiménez.
El festival no fue la única obra de Miguel en este tenor. Lo es también la reorganización y consolidación del Conservatorio de las Rosas como la institución educativa de alto nivel que imaginó su padre y que ahora lo es. Tuvo tras de sí un buen patronato, pero tampoco me cabe duda de que fue él, el espíritu rector de ello desde hace casi un cuarto de siglo.
Miguel nos ha dejado y flota en el aire una duda angustiante: ¿Qué pasará con estas instituciones ahora que se ha ido su espíritu rector?
Yo sé que seguirán adelante en el camino trazado de la excelencia irrenunciable y la superación que no se detiene. Quienes están a cargo del Festival de Música de Morelia y del Conservatorio de las Rosas están imbuidos del mismo espíritu y las mismas ilusiones de Miguel y han aprendido a usar las herramientas personales que él tanto desarrolló. Han aprendido, tienen los mismos anhelos y aportarán lo propio de su valiosa juventud. Miguel se fue de esta vida sabiendo que sus piezas maestras lo serán por siempre.
Todo esto se me vino a la cabeza durante la misa de requiem que se ofició el mediodía del sábado 19 en la iglesia Catedral. No hubo pompa ni solemnidad, pero a todos nos permeó un sentimiento genuino de tristeza y nostalgia por un ser amado que no tuvo el amor de gratis, lo ganó, mucho y de muchos, por su bonhomía. En el fondo de la liturgia, pero siendo protagónica, desbordaba desde el coro la música de Miguel Bernal Jiménez, a cargo del Coro Polifónico Miguel Bernal Jiménez y el maestro Jesús Carreño.
Gracias, Miguel, por las ilusiones compartidas que vivimos.
Nota publicada en Cambio de Michoacán
Dr macias felicidades
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