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sábado, 16 de abril de 2011

Charles Chaplin, cien años después, por Mauricio Rábago Palafox


Este sábado 16 de abril se conmemora el nacimiento de uno de los artistas más influyentes y notables del pasado siglo, Charles Chaplin. Artista polifacético, en quien se reunían el director, el actor, el escritor y el compositor, para quien el humor tenía un claro matiz de crítica social y un abierto compromiso con la verdad y los valores de una sociedad más justa, a la que nunca dejó de criticar, Chaplin será siempre un ejemplo de inteligencia y dignidad intelectual. Para recordarlo, Crítica musical en México se enorgullece en reproducir lo que nuestro amigo, colaborador y miembro del Comité Editorial, Mauricio Rábago Palafox, escribió para recordar al genio del cine silente, y figura imprescindible de la cultura del pasado siglo.


Charles Chaplin, cien años después
Mauricio Rábago Palafox

En 1909 la fortuna comenzó a sonreírle al actor cómico de 19 años, nacido en Kennington, el barrio pobre de Londres, que con el tiempo se convertiría en el más grande genio del cine: Charles Spencer Chaplin (1889-1977).

El padre: un cantante y actor judío francés, de nombre igual al de su célebre hijo. Muere a los treinta y siete años víctima del alcoholismo. La madre: Hannah Hill, joven actriz y cantante cuyos padres fueron un zapatero irlandés y una madre medio gitana y medio española, Chaplin se sintió orgulloso toda su vida de esa sangre gitana. Hannah tuvo otros dos hijos, de distintos padres, Sidney el mayor y Dryden el menor de los tres. Dryden se fue desde muy pequeño con su padre a Canadá, mientras Hannah fue internada en un manicomio, a su vez Sidney y Chaplin son internados por la justicia inglesa en el asilo Hanvell Orphanage School, después en el Norwood, más triste, sombrío y desolado que el primero. Ahí estuvieron poco menos de dos años.

Sidney sale del asilo y se alista como mesero en un crucero, Chaplin vuelve a las calles y vive de lo que puede; duerme en terrenos baldíos y busca en la basura algo de alimento como en Vida de perros una de sus célebres películas. Casi nunca tiene zapatos, a veces usa unos muy grandes para él, del ajuar de actriz de su madre, y los chicos de la calle se burlan. Danza y canta en bares y tabernas, hace imitaciones, o baila con la música de algún organillero ambulante, pasa la gorra y escapa apenas, perseguido por el enfurecido organillero, como en la película The Tramp.

Cuando puede va a la escuela y en una de ellas obtiene el primer lugar recitando poesía. Entonces entra en la compañía “The Eight Lancashire Lads” donde ocho muchachos bailan una especie de claqueteado con grandes botas. Con este aprendizaje, Chaplin se convierte en un bailarín experto, aprende a patinar con patines de ruedas, llegando a ser un pequeño campeón, habilidad que exhibirá después en Tiempos modernos. Chaplin es recadero, office boy, soplador de vidrio… sale Hannah del manicomio y, como en novela de Dickens, el pequeño niño cuida en un cuartucho a su enferma madre. Regresa Hannah al manicomio y el niño queda nuevamente a su suerte en ese inmenso y hostil Londres de finales del siglo XIX.

Acude de cuando en cuando a las agencias teatrales a solicitar empleo. Cuando en 1901 vuelve del crucero su hermano Sidney se encuentra a Chaplin reducido a mendigo. Toca fondo pero comienza por fin, el lento ascenso; requieren a Chaplin en una de aquellas agencias, destaca en diminutos papeles teatrales, y hace giras por todo el país.

La obra Scherlock Holmes es un verdadero éxito, Chaplin consigue trabajo para Sidney en la misma compañía y los dos, excelentes cómicos, logran escapar de la miseria. Entonces Sidney es aceptado en la compañía de Fred Karno e intercede para que admitan a Chaplin, que tiene entonces sólo diez y siete años. Karno era el rey indiscutible de la pantomima, Chaplin lo admira y aprende de él todo sobre este arte.

Lee ávida y desordenadamente cuanto cae en sus manos: Schopenhauer, Nietzsche, Stevenson, libros de economía…

Se consagra, con la compañía de Karno, representando a un borracho en la obra Una noche en un Music Hall Inglés. De gira por París, en el Folies Bergére, al finalizar la función, un caballero se le acerca y le dice “usted es un gran artista” y al irse le da su nombre, que a Chaplin entonces no le dice nada: Claude Debussy. Ahí en París asiste por primera vez al cine y se encuentran sin saberlo, cara a cara el nuevo arte y quien será su más grande genio.

Karno lo manda a trabajar a Estados Unidos luego de firmar un contrato severísimo para evitar que Chaplin lo deje. Representa allá a su borracho y obtiene elogiosas críticas del diario Variety: “Chaplin tiene mucho que hacer en América”. Ese país, cuarenta años después, pedirá su expulsión.

Se establece en Estados Unidos y comienza la gran carrera artística. Quien fuera niño mendigo, representa cómicamente, en casi noventa películas a ese personaje que le tocó vivir: sin un centavo, hambreado, chaquetín ajustado, pantalones grandes, zapatos enormes, bombín, bigotito y bastón. Refinado en sus modales: es un caballero. Su personaje carece de nombre, es sólo “The Tramp” (el vagabundo), la gente le llama: Chaplin, Charlot, o Charlie acertadamente, pues el personaje es un trozo de vida del actor.

Productor, actor, músico, guionista, editor, y promotor de sus propias películas, llegó a ser el artista más acaudalado del mundo, el más admirado y querido. Nunca antes ni después de Chaplin una persona había provocado tales tumultos para aclamarlo en los países que visitaba.

Es expulsado de Estados Unidos bajo sospecha de ser comunista, pero en 1971 a manera de disculpa se le otorga un Oscar honorario que el anciano acude a recibir. Toda la industria del cine le aplaude de pie durante más de diez minutos, algo nunca visto. Ya había recibido un Oscar por su película The Kid. En 1975 Inglaterra lo nombra Caballero. Recibe además premios en todo el mundo.

Se establece en Suiza y ahí pasa sus últimos años.

Las películas de Chaplin pertenecen, la mayoría, al cine silente. (En varias aparecen sus medios hermanos Sidny y Dryden). Vigentes hoy día, sus películas se venden, se proyectan en festivales, los fans las atesoran.

Algunas de referencia: “El Circo”, “Candilejas”, “El Gran Dictador”, “Luces de la Ciudad”, “La quimera del oro”, “Día de paga”, “Un rey en Nueva York”, “El Peregrino”, “Monsieur Verdoux” entre otras muchas, además de las ya mencionadas arriba.

Charles Chaplin y Jackie Coogan

Chaplin era zurdo, rubio y de ojos intensamente azules, para su personaje se teñía de negro el pelo y las cejas y se ponía el célebre bigotito que era postizo. Hitler debió de haber admirado mucho a Chaplin como todos en su época, tanto que inconscientemente o no, adoptó una apariencia personal, sospechosamente parecida al del célebre personaje de Chaplin.

Su legado artístico es inmenso, sin duda hizo escuela; no hay actor cómico posterior a Chaplin que no esté en deuda actoral con él, vg.: Cantinflas, Roberto Gómez Bolaños, Jerry Lewis, Jim Carrey, Woody Allen, etc. (en mayor o menor medida, todos lo imitan).

En aquella compañía de Fred Karno actuaba también un actor inglés amigo de Chaplin, quien sin embargo nunca apareció en películas de Chaplin: Stan Jefferso, que después sería Stan Laurel (el flaco de “El gordo y el Flaco)

En 1915 había tal “Chaplinitis” en Estados Unidos que se realizaban concursos de imitadores de Chaplin para encontrar su doble. Charles Chaplin mismo se inscribió de incógnito en uno de esos concursos, pero no pudo ganar, obtuvo sólo el segundo lugar.

Jackie Coogan el encantador niño que actúa con Chaplin en El Chico (The Kid) se volvió millonario gracias a esta y otras películas. Años después, nos deleitó con su personaje de “El tío Lucas” en Los locos Adams.

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