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jueves, 14 de abril de 2011

Ópera en español, por Daniel Catán (conferencia inédita en México)


En julio de 2008 Daniel Catán participó en un congreso en las islas Canarias en donde impartió una conferencia intitulada "Ópera en español". Catán le envió el texto de su conferencia a Salvador Aulló, quien a su vez, el 16 de julio de ese año se la envió a nuestro amigo, colaborador y miembro del comité editorial, Manuel Yrízar Rojas, quien hoy comparte con todos nuestros lectores esta primicia. Asimismo, reproducimos el correo de Daniel Catán a Salvador Aulló, así como la respuesta de éste, y la conferencia completa del maestro Catán, publicación que honra a Crítica musical en México y beneficia a nuestros lectores.


Correo de Daniel Catán a Salvador Aulló

Querido Salvador,

Recientemente estuve en un congreso en Canarias y el tema del que hablé es La Ópera en Español. Me gustaría mucho que vieras el texto y que tuvieras un copia de él. A ver qué te parece. Y si deseas compartirlo con tu círculo de amigos de la ópera, hazlo con toda libertad.

La Opera de Cincinnati acaba de montar Florencia en el Amazonas con tremendo éxito.

Bueno, te mando un abrazo fuerte,

Daniel



Respuesta de Salvador Aulló a Daniel Catán

Pues sí señor, deseo compartirlo y deseo que vosotros lo compartáis, porque aquí no hay virus y sí mucho sentido común y mucha visión del presente y del futuro, que puede ser de pena como sigamos así (que seguiremos).

Mis mejores deseos para todos

Salvador Aulló





Ópera en español
Daniel Catán

Mi nombre es Daniel Catán y soy un compositor de música mexicano, aunque vivo en los Estados Unidos desde hace unos 10 años. He dedicado gran parte de mi vida a la composición y los últimos 20 años a la composición de ópera en particular. Mucho de lo que quiero decirles está relacionado con la ópera de manera muy específica. Sin embargo, pienso que las otras artes comparten muchos de los temas de los que quiero hablarles. Mi tema es la ópera en español.

En los últimos 20 años he podido componer cuatro óperas. Bueno, en realidad cinco, pero la primera no la cuento. Es mi ópera número cero y tiene grandes fallas. Pero esta es la ópera de la cual quiero hablarles por un momento, pues es la obra de la que más aprendí.

Sin modestia, les confieso que musicalmente la obra no era mala. De hecho logré salvar una suite orquestal que tuvo bastante éxito. Sin embargo la ópera no funcionaba. Uno de los problemas, tal vez el más interesante, era que la obra sonaba como una ópera traducida al español. Nada tenía que ver con la manara en que fluían las melodías o con el canto de las palabras. El problema era más profundo. Finalmente logré entender lo que sucedía. A pesar de que la obra estaba en español, no surgía de una visión firmemente anclada en nuestra lengua, es decir, en nuestra cultura. El punto es complicado, pero los ejemplos son muy fáciles de apreciar. Lo vemos claramente en el cine. Una película estadounidense, doblada al español, no se convierte en una película española. Sigue siendo una película estadounidense. Una película francesa doblada al inglés no se convierte en una película estadounidense, ni inglesa, ni australiana. Hagamos entonces una distinción que nos ayudará a hablar del problema con mayor claridad. La distinción es entre el idioma y la lengua. Una película traducida sólo ha cambiado de idioma. Cuando me refiero a la lengua, sin embargo, me refiero a algo mucho más profundo que el idioma. Me refiero a la cultura en su sentido más amplio. Cuando hablamos de “La lengua de Cervantes,” nos referimos a algo mucho más vasto que el mero idioma.

Desde este punto de vista, podemos entender los esfuerzos de muchos compositores por crear una ópera en su lengua -lo que ellos llamaban una ópera nacional. Mozart, seguramente el más grande compositor de ópera italiana en ese momento, se esforzaba por crear una ópera en alemán. No le bastaba con componer una ópera italiana cantada en alemán. Él quería componer, inaugurar más bien, la ópera en alemán. Hay numerosas cartas de Mozart que hablan de crear una ópera en alemán con urgencia y pasión. No todos compartían su idea, ni veían la necesidad de hacerlo, pues estaban muy satisfechos con el producto importado de Italia. No entendían que el asunto era más profundo que el idioma, que lo que Mozart buscaba era reflejar su propia cultura y no la de Italia. Y lo logró. Mozart inició una escuela que es ahora una de las grandes tradiciones de la ópera.

Las mismas preocupaciones surgieron en Francia y posteriormente en Rusia. El deseo de construir una ópera nacional ocupó a los compositores más importantes de cada uno de esos países. Inglaterra tuvo un buen comienzo con Purcell, pero después se interrumpió su desarrollo y no fue sino hasta el siglo XX que surge una importante escuela inglesa con la obra de Britten.

Entonces, regresando a mi ópera número cero, el problema era que aún cuando los personajes cantaban en español, estaban muy superficialmente plantados en su mundo. Esto no quiere decir que había que utilizar los símbolos patrios y nacionalistas que a veces pueblan las óperas. Al contrario. Esos elementos pueden convertir la obra en una baratija turística aún más superficial. No, más bien había que explorar las raíces de nuestra cultura y edificar la ópera desde ahí.

La ópera es la unión de dos artes extraordinarias: la poesía y la música. Pero esa unión tiene que darse desde las raíces y crear así un tronco que unifique a las dos. Sólo así crece una ópera de manera orgánica. Si la unión de las artes la hacemos más arriba, si solamente atamos las ramas, entonces acabamos más bien deformando ambos componentes e impidiendo su desarrollo. El compositor de ópera tiene que excavar muy profundo antes de edificar su obra. Y al hacerlo invariablemente toca el origen de la poesía y de la música. Y es ahí -en el origen- en donde radica la esencia misma de nuestra humanidad. La cultura, como yo la entiendo, es la manera en que miramos esa esencia; es la representación que hacemos de ella. En esa mirada nos enfrentamos a lo verdaderamente importante: el amor y la muerte, el miedo y la soledad, la felicidad y la pasión. Estos son los pilares sobre los que edificamos nuestras vidas. Es por eso que la ópera nos afecta tan profundamente, pues son justamente los temas que aborda la ópera.

Yo comparto con algunos compositores del pasado el sueño de crear una ópera que represente la cultura extraordinaria que hemos heredado. A este sueño lo llamo “Ópera en español”. Y como he indicado arriba, la ópera en español para mí no es simplemente ópera cantada en español, sino el reflejo de nuestra cultura. Esa cultura que enmarca nuestra mirada del mundo. ¡Y qué cultura tan extraordinaria! No sólo nos ha dado España la inspiración de Garcilazo, la visión de Cervantes, la grandeza de Quevedo, las formas de Góngora, el teatro de Lope y de Calderón. Están también los marinos intrépidos que soñaron con un mundo que estaba fuera del mapa, pero no fuera de su imaginación. La epopeya de la Conquista es la aventura más insólita de la humanidad. El continente americano ha sido nombrado con la lengua y la imaginación de España: la Florida, el Reino de California, la Vera Cruz, Patagonia, Amazonas, Última Esperanza, Mar Pacífico, Valparaíso. Es la imaginación pura, la musicalidad del lenguaje hecho geografía. Y América supo responder y conquistar a su vez la cultura que heredaba. España se enriqueció más con los ritmos del caribe que con el oro de las minas. Macchu Picchu, Palenque, Tenochtitlan. El colibrí suspendido en el espacio, las plumas del quetzal, los colores del tucán, la sombra del cóndor. Los cenotes subterráneos, los ríos majestuosos, las selvas, las cordilleras. El mar, el sol de América. Quién, si no un poeta de nuestra América, pudo haber escrito:

“Coronado de sí, el día extiende sus plumas...”

... “el sol pone su huevo de oro y se derrama sobre el mar....” (Himno entre ruinas, de Octavio Paz).

“El mar, para saludarte, se levantará de su lecho y agitará su penacho de sal....” (La hija de Rappaccini, de Octavio Paz)

Qué poesía y qué música han surgido de nuestra América!

“Los delirios de las liras....” (Divagación de Rubén Darío)

“Del verano, roja y fría/ carcajada / rebanada / de sandía!” (José Juan Tablada).

“América, no invoco tu nombre en vano.” (Canto General, Pablo Neruda)

Pero ahora resulta que nuestra América está herida y necesita la ayuda de España. Nuestra cultura está siendo asfixiada por doble partida.

Por un lado, las políticas locales, cada vez más ciegas y populistas, hacen más difícil el trabajo de músicos y poetas que emigran de la región cada vez con mayor frecuencia. Nuestros políticos, en su deseo de encabezar las encuestas de popularidad, privilegian los formatos fáciles, los más pedestres de la televisión. Confunden la diversión y el entretenimiento con la cultura, el circo con el arte y el arte con el mercado.

Por el otro, estamos viviendo la globalización de una cultura, principalmente anglosajona, que se impone por el simple hecho de tener un grandísimo poderío económico. Cuando lo mejor de la programación cultural es “American Idol” (Operación Triunfo) creo que tenemos un cierto motivo de alarma.

España, después de una guerra civil terriblemente dolorosa, está de pie nuevamente y es la punta de lanza de la cultura hispana. Es urgente que España asuma el papel de líder que le corresponde. Les voy a dar un sólo ejemplo, con el que vivo diariamente, para ilustrar la urgencia a la que aludo:

Tan sólo en Estados Unidos, hay 48 millones de hispanos. Es una población mayor que la de toda España que cuenta con 45 millones de habitantes. Es realmente un país dentro de otro país. Después de México, este país dentro de Estados Unidos es el más numeroso de todo el mundo hispano-parlante. Contribuye de manera importantísima a las economías de Hispanoamérica. Las remesas que envían los mexicanos a sus parientes en México está casi al nivel de las exportaciones de petróleo. Se calcula que en unos años, pocos, antes del 2020, este grupo de hispanos tendrá un poder adquisitivo mayor que la totalidad de la economía mexicana (que es más o menos la décima en el mundo). Estamos hablando de un país que ya es importante y que crece en importancia día a día.

Lejos de Hispanoamérica y de España, ese grupo no tiene opciones culturales más que las que le ofrece la cultura popular de los Estados Unidos. Sus manifestaciones culturales imitan la cultura popular estadounidense porque simplemente no tienen acceso a ningún otro modelo. Y cuando lo tienen, que son bien pocas ocasiones, el esfuerzo viene de las instituciones estadounidenses que poco a poco se están dando cuenta del tamaño del gigante dormido. Las instituciones culturales estadounidenses están empezando a darle servicio a este grupo que sin duda es importante para los Estados Unidos desde cualquier punto de vista. Plácido Domingo está ahora al frente de dos compañías de ópera: la de Washington y la de Los Angeles. Gustavo Dudamel acaba de ser nombrado director de la Filarmónica de Los Angeles. Todo esto subraya la importancia que este grupo ha adquirido para el futuro de Estados Unidos. Y mientras los partidos políticos, las televisoras, la industria del cine y muchos otros poderosos de Estados Unidos se pelean por ganarse a ese grupo, los gobiernos de Hispanoamérica se dan el lujo de ignorarlos olímpicamente. Es por eso que me atrevo a robarle la palabra a Neruda y digo: “España, no invoco tu nombre en vano..... Te necesitamos más que nunca.... no nos falles ahora, cuando tanto hemos logrado...!

En vez de mirar exclusivamente hacia Europa, España debe volver nuevamente su mirada a América. Debe de asumir su papel. No hay más nadie. Debe de seguir alimentando esa cultura extraordinaria que nos heredó. La cultura hispana es la única que tiene la fuerza necesaria para ser el contrapeso a la cultura anglosajona. Hagamos el esfuerzo necesario y mostremos nuestra cultura en todo su esplendor, porque si no lo hacemos, lo que quedará de ella será una imitación hispana de la cultura popular estadounidense. Y muy pronto, ¡ese grupo será el grupo hispano económicamente más poderoso del planeta! Si no lo alimentamos, si no lo nutrimos, ese grupo acabará imponiendo la cultura chatarra que mamó desde su infancia.

Yo sueño con la ópera en español. Y para hacerlo realidad cuento con el apoyo de grandes artistas:

Plácido Domingo, Cristina Gallardo-Domas, Rolando Villazón, Nancy Fabiola Herrera, Ramón Vargas, Arturo Chacón entre otros. Cuento también con la obra de grandes escritores de nuestra lengua. Colaboré con Octavio Paz, con Alvaro Mutis, con Gabriel García Márquez, Eliseo Alberto Diego. Pero no es suficiente y seguimos batallando cuesta arriba. Necesitamos ahora que las instituciones crean en el proyecto y se unan a este sueño con toda su fuerza institucional:

Instituciones culturales, la Secretaría General Iberoamericana, embajadas, festivales, compañías de ópera, directores de orquesta, directores de escena, directores de cine.

¿No es irónico, por ejemplo, que haya sido el cine italiano el que rescató a Neruda con Il Postino? Yo ahora retomo Il Postino, lo convierto en ópera y lo devuelvo a nuestra lengua. ¿Por qué rescatar cuando podemos crear?

¿Debemos esperar a que el cine estadounidense nos cuente The Conquest of Mexico? ¿Debemos esperar a ser torturados con una serie de televisión japonesa con figuras animadas y subtítulos narrando Las Aventuras de Don Quijote? Tendremos entonces que aclararle a nuestros hijos que el Quijote original era de España, que hablaba español, que portaba una lanza medieval y no un sable y que no era un samurai. Y por supuesto que no lo creerán.

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