El diario de circulación nacional La Jornada publica en su edición de hoy cinco entrevistas con destacados artistas mexicanos, quienes hablan de la violencia y la guerra contra el narcotráfico emprendida por el gobierno federal. Entre los cinco entrevistados se encuentra el brillante director de orquesta y amigo de esta revista, Miguel Salmón del Real. Sus palabras muestran una mente ecuánime y brillante, con un decidido y claro compromiso social que poco tiene que ver con ideologías partidistas o políticas, y más con una visión claramente humanista, que permite ver la luz al final del túnel. Por la relevancia de lo expuesto en esta entrevista, en Crítica musical en México nos permitimos reproducirla.
Voces contra la violencia
Claudia Herrea Beltrán
Miguel Salmon del Real
Tres días después del incendio de la guardería ABC, Miguel Salmon del Real tuvo que decidir entre tomar la batuta o suspender un concierto de la Orquesta Filarmónica de Sonora. Ante un público consternado por la muerte y lesiones de decenas de niños, optó por reivindicar a la música como algo mejor que una "medicina" y dedicar el concierto a las víctimas.
Esta experiencia y lo vivido desde su niñez, cuando la guitarra, el piano y el contrabajo eran sus juguetes, lo animan a abogar en favor del arte, la cultura y la educación como soluciones de largo plazo. Rechaza una guerra que "si es sólo mano dura, matanza, es una táctica vacía que parece fortalecer a los delincuentes, al obligarlos a organizarse, y suma más de 40 mil muertes", lo que considera imperdonable.
"La verdadera guerra es por el arte y la cultura. Un gobierno que entiende cuán conveniente es tener un pueblo inteligente que sabe comer, encontrar soluciones a lo más cotidiano, porque lee, imagina, es un país que se vuelve rico inmediatamente."
En casa de sus padres –Miguel Salmon, ingeniero físico que aprendió piano en el Conservatorio de Chihuahua, y Ana del Real, sicóloga aficionada al canto–, el joven director de orquesta extrae con delicadeza de un estuche de terciopelo oscuro su batuta de oro, una bella pieza obsequiada por su maestro, el sacerdote Javier González Tezcucano.
A los 22 años recibió esta distinción de su tutor tras haber obtenido los títulos en dirección coral, dirección orquestal, musicología y composición en el Instituto Cardenal Miranda y una beca que le permitió estudiar siete años en Europa. Se graduó de maestro en dirección de orquesta por el Conservatorio de Ámsterdam y fue el primer joven director invitado por segunda vez para cursar en la Academia del Festival de Lucerna, con los maestros Pierre Boulez y Peter Eotvoz.
Convencido del talento musical mexicano –lo cuantifica en 300 compositores vivos–, regresó al país después de dirigir varias orquestas en Europa, y en año y medio ha hecho una denodada labor de promoción al estrenar 45 obras de autores nacionales, 31 con su Ensamble Nuevo de México.
Por eso cree que es un "suicidio" recortar el presupuesto cultural para fortalecer el del Ejército. “Por hacer la guerra uno se comienza a suicidar".
"Un niño que toma el violín difícilmente va a tomar una droga, porque su droga ya es el violín, sólo que es una buena y te enseña ejemplos virtuosos de gente constante, talentosa y disciplinada." Ejemplo de ello es la Orquesta Sinfónica Nacional de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, dirigida por el venezolano Gustavo Dudamel, cuyo proyecto –reivindica– nació en la mente del mexicano Carlos Chávez, pero no triunfó aquí porque cuando se puso en marcha hubo corrupción y desvío de recursos.
Discrepa de empresarios y medios de comunicación que –dice– soslayan la cultura por ignorancia. "¿Por qué no hacer un Teletón para niños superdotados? El propósito sería desarrollar talentos, salir de un estadio infantil cultural y no quedarse en la cultura de la compasión, de los campeones sin corona, de ser víctimas de nuestros complejos históricos".
Se trata de pasar de la denuncia a la propuesta. Por eso sugiere reorganizar un organigrama cultural incluyente, sin predominio de un grupo, y dar apoyo a proyectos de vanguardia, “que sólo ciertos artistas underground estamos llevando a cabo”.
Propone convencer a los empresarios de que la cultura también puede ser buen negocio y a las televisoras de hacer programas modernos que acerquen al artista al público, como sucede en Europa, donde los taxistas, cuando reconocen a un director de orquesta, lo tratan bien.
Al Gobierno del Distrito Federal le sugiere aprovechar las pantallas del Metrobús para contar historias de artistas mexicanos, renombrados para que cuando alguien se baje de ese transporte piense que “no sólo existe El Chicharito (el goleador Javier Hernández)”, sino también tenores talentosos como Francisco Araiza. Así como hay domingos de bicicletas, sugiere domingos de orquestas o "Todas las orquestas van a tu escuela".
Salmon observa el piano en el que aprendió a tocar y se pregunta: "¿por qué no invertir en maestros de la imaginación, en artistas o en un ejército de pensadores. ¿No sería eso acaso una verdadera guerra?"
Esta experiencia y lo vivido desde su niñez, cuando la guitarra, el piano y el contrabajo eran sus juguetes, lo animan a abogar en favor del arte, la cultura y la educación como soluciones de largo plazo. Rechaza una guerra que "si es sólo mano dura, matanza, es una táctica vacía que parece fortalecer a los delincuentes, al obligarlos a organizarse, y suma más de 40 mil muertes", lo que considera imperdonable.
"La verdadera guerra es por el arte y la cultura. Un gobierno que entiende cuán conveniente es tener un pueblo inteligente que sabe comer, encontrar soluciones a lo más cotidiano, porque lee, imagina, es un país que se vuelve rico inmediatamente."
En casa de sus padres –Miguel Salmon, ingeniero físico que aprendió piano en el Conservatorio de Chihuahua, y Ana del Real, sicóloga aficionada al canto–, el joven director de orquesta extrae con delicadeza de un estuche de terciopelo oscuro su batuta de oro, una bella pieza obsequiada por su maestro, el sacerdote Javier González Tezcucano.
A los 22 años recibió esta distinción de su tutor tras haber obtenido los títulos en dirección coral, dirección orquestal, musicología y composición en el Instituto Cardenal Miranda y una beca que le permitió estudiar siete años en Europa. Se graduó de maestro en dirección de orquesta por el Conservatorio de Ámsterdam y fue el primer joven director invitado por segunda vez para cursar en la Academia del Festival de Lucerna, con los maestros Pierre Boulez y Peter Eotvoz.
Convencido del talento musical mexicano –lo cuantifica en 300 compositores vivos–, regresó al país después de dirigir varias orquestas en Europa, y en año y medio ha hecho una denodada labor de promoción al estrenar 45 obras de autores nacionales, 31 con su Ensamble Nuevo de México.
Por eso cree que es un "suicidio" recortar el presupuesto cultural para fortalecer el del Ejército. “Por hacer la guerra uno se comienza a suicidar".
"Un niño que toma el violín difícilmente va a tomar una droga, porque su droga ya es el violín, sólo que es una buena y te enseña ejemplos virtuosos de gente constante, talentosa y disciplinada." Ejemplo de ello es la Orquesta Sinfónica Nacional de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, dirigida por el venezolano Gustavo Dudamel, cuyo proyecto –reivindica– nació en la mente del mexicano Carlos Chávez, pero no triunfó aquí porque cuando se puso en marcha hubo corrupción y desvío de recursos.
Discrepa de empresarios y medios de comunicación que –dice– soslayan la cultura por ignorancia. "¿Por qué no hacer un Teletón para niños superdotados? El propósito sería desarrollar talentos, salir de un estadio infantil cultural y no quedarse en la cultura de la compasión, de los campeones sin corona, de ser víctimas de nuestros complejos históricos".
Se trata de pasar de la denuncia a la propuesta. Por eso sugiere reorganizar un organigrama cultural incluyente, sin predominio de un grupo, y dar apoyo a proyectos de vanguardia, “que sólo ciertos artistas underground estamos llevando a cabo”.
Propone convencer a los empresarios de que la cultura también puede ser buen negocio y a las televisoras de hacer programas modernos que acerquen al artista al público, como sucede en Europa, donde los taxistas, cuando reconocen a un director de orquesta, lo tratan bien.
Al Gobierno del Distrito Federal le sugiere aprovechar las pantallas del Metrobús para contar historias de artistas mexicanos, renombrados para que cuando alguien se baje de ese transporte piense que “no sólo existe El Chicharito (el goleador Javier Hernández)”, sino también tenores talentosos como Francisco Araiza. Así como hay domingos de bicicletas, sugiere domingos de orquestas o "Todas las orquestas van a tu escuela".
Salmon observa el piano en el que aprendió a tocar y se pregunta: "¿por qué no invertir en maestros de la imaginación, en artistas o en un ejército de pensadores. ¿No sería eso acaso una verdadera guerra?"
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