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martes, 26 de abril de 2011

[HEMEROGRAFÍA] Poética musical, por Daniel Catán

Poética Musical*

Daniel Catán


Si alguien nos pidiera que adivinásemos qué compositor, y en relación a cuál de sus obras, hizo el comentario siguiente: “Estimo que se me ha considerado erróneamente como un revolucionario”, difícilmente pensaríamos en Stravinsky, refiriéndose a La consagración de la primavera. Y como el comentario no fue hecho a la ligera en alguna entrevista al vuelo, sino que forma parte de una serie de conferencias pronunciadas por él mismo en la Universidad de Harvard, vale entonces la pena detenerse analizarlo aunque sea un instante.

Vivimos en una época –dice Stravinsky– en donde la cualidad de revolucionario se atribuye a los artistas con una intención laudatoria, sin duda porque la revolución goza de una especie de prestigio incondicional. Pero ¿qué es lo que significa la palabra revolución en el contexto del arte?. Aquí parece haber una contradicción.

El arte es constructivo en su esencia . En cambio la revolución implica una ruptura, un desequilibrio. “Quien dice revolución dice caos provisional. Y el arte es lo contrario del caos.”

La intención de Stravinsky es distinguir claramente entre el panfletarismo del que habla la crítica musical y la verdadera creatividad. Un acto renovador no es una ruptura o un caos, sino mas bien un nuevo y perfecto equilibrio. Si bastara con romper una costumbre “para merecer el calificativo de revolucionario, todo músico que tiene algo que decir y que sale, por decirlo así, de la convención establecida, deberá ser reputado como revolucionario. ¿Por qué cargar el diccionario de las bellas artes con este término retumbante que designa en su más habitual acepción, un estado de perturbación y de violencia, cuando hay tantas palabras mas apropiadas para designar la originalidad?”

Para Stravinsky, la composición es el acto humano que impone orden al caos del mundo de los sonidos. El murmullo en la brisa en los árboles, el suave fluir de un arrollo, el canto de un pájaro, pueden ser sonidos encantadores y aún maravillosos. Pero no son música hasta que alguien los recoge, los ordena, los organiza. A los dones de la naturaleza hay que añadir los beneficios del artífice “porque no es arte lo que nos cae del cielo en el canto de un pájaro, y es arte, en cambio, sin duda alguna, la más sencilla modulación conducida correctamente”.

El pensamiento musical de Stravinsky es inconfundible tanto en su prosa como en su música. El arte de los sonidos es audacia, es originalidad. Pero si queremos gozar plenamente “de las conquistas de la audacia debemos exigir, ante todo, su perfecta y clara luminosidad”. Esa luminosidad es lo que designamos también con la palabra oficio. Y en Stravinsky, como en ningún otro compositor, su originalidad es inseparable de su deslumbrante oficio.

Son seis las conferencias que dictó Stravinsky en la Universidad de Harvard en 1939. Escritas originalmente en francés, se publicaron primero bajo el título Poetique musicale. Posteriormente la obra se tradujo a muchos idiomas, pero siempre ha sido difícil localizarla. Afortunadamente, la editorial española Taurus ha decidido tomar cartas en el asunto y hacernos la vida más amena publicando las interesantes conferencias en una magnífica edición en español.

Poética musical, trata del oficio del compositor. El título escogido por Stravinsky, se refiere al sentido original de la palabra “poética”, o sea, el estudio de la obra que va a realizarse. El verbo griego del cual proviene significa “hacer”, y ese es, justamente, el sentido que retoma Stravinsky en esta obra sobre el “hacer musical”.

En la exposición del pensamiento, Stravinsky aborda innumerables temas apasionantes, tanto para el músico profesional, como para el melómano interesado en profundizar sus conocimientos musicales. La meditación sobre La consagración de la primavera y sus aspectos revolucionarios, por ejemplo, queda admirablemente ilustrada como una anécdota:

Por lo que a mí toca –dice Stravinsky, nunca oigo hablar de revolución sin recordar la conversación que G. K. Chesterton nos cuenta que tuvo con un tabernero de Caláis al desembarcar en Francia. Este último se lamentaba amargamente de la dureza de la vida y de la falta cada vez mayor de libertad: es lamentable – decía el tabernero – haber hecho tres revoluciones para volver a caer siempre en el mismo lugar. Y Chesterton le contesta que una revolución, en el sentido propio del término, es el movimiento de un móvil que recorre una curva cerrada y vuelve así al punto de partida.

Además de su fina observación, la anécdota dice mucho del compositor que en obras como Pulcinella, The rake’s progress, la Sinfonía en do y otras más, ha regresado, después de un amplio recorrido, a mirar nuevamente el punto de partida para inspirarse en él.

Poética musical es un libro para gozarlo de principio a fin. Cada una de las seis conferencias contiene innumerables observaciones interesantes y reveladoras. La primera resume el curso total y el método que seguirá el curso; la segunda trata del fenómeno musical, su ubicación en el tiempo y en el espacio sonoro; la tercera enfoca la composición musical y los elementos formales del oficio; la cuarta distingue entre los diversos tipos de música y examina el problema del estilo; la quinta está consagrada a la música rusa, a su folklore musical, a las influencias que ha tenido y a la música soviética; la sexta y última trata de la interpretación de los ejecutantes y de sus públicos, así como también de la crítica.

Stravinsky nunca fue adepto ni a la pedagogía, ni a la teoría, ni a la cátedra, así que estas conferencias están repletas de anécdotas y experiencias personales íntimamente ligadas a sus mas sinceros valores. Es un libro sumamente musical: seduce sin argumentar.

Desde el principio la invitación es imposible de rehusar: “Y si ustedes quieren atribuir una importancia, por mínima que sea, a mi creación, que es el fruto de mi conciencia y de mi fe, den crédito entonces a los conceptos especulativos que han engendrado en mi obra y que se han desarrollado simultáneamente con ella”.

Ojalá que las editoras mexicanas, tan poco interesadas en lograr que el público aprenda a escuchar, sigan el magnífico ejemplo de Taurus y empiecen a publicar libros tan sugerentes como Poética Musical.

“ Igor Stravinsky, Poética musical. (Traducción de Eduardo Grau) Taurus, Madrid, 1981, 137 pp.

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