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martes, 5 de abril de 2011

Crítica, crónica, opinión. Variantes sobre un tema común, por Manuel Yrízar Rojas

Continuamos con la reproducción de las ponencias presentadas en la mesa de discusión Crítica musical, crónica nacional?, efectuada en días pasados en el salón de usos múltiples del CENIDIM. Esta vez presentamos los apuntes que elaboró nuestro amigo y miembro del comité editorial de Crítica musical en México, Manuel Yrízar Rojas.



Crítica, crónica, opinión. Variantes sobre un tema común.
¿Puede haberla en música y ópera?

Manuel Yrízar Rojas

En esta mesa de trabajo en que nos encontramos reunidos, cobijados por la atención del CENIDIM, el objetivo o meta que perseguimos en esta intervención es tan sólo el de apuntar ciertas premisas básicas que me permitan expresar mi postura personal sobre el tema que hoy nos convoca: Crítica y/o crónica.

La definición de la Real Academia Española acepta estas diversas acepciones:

Crítica. (Del gr. κριτική). 1. f. Examen y juicio acerca de alguien o algo y, en particular, el que se expresa públicamente sobre un espectáculo, un libro, una obra artística, etc. // 2. f. Conjunto de los juicios públicos sobre una obra, un concierto, un espectáculo, etc. // 3. f. Conjunto de las personas que, con una misma especialización, ejercen la crítica en los medios de difusión. Al estreno de esa comedia no asistió la crítica. // 4. f. murmuración. // 5. f. censura (‖ reprobación). ~ textual. 1. f. Ecd. Estudio de las técnicas conducentes a la reconstrucción de un original perdido.

Es importante tomar en consideración que aquí estamos refiriéndonos a la que “se expresa públicamente”, es decir la que circula en los medios de comunicación masiva como lo son la prensa escrita, la radio, la televisión y, ahora, cada vez cobrando mayor importancia y preponderancia, las llamadas redes sociales, principalmente la Internet. Los tiempos han cambiado con el paso del tiempo y a ese tema en particular me refiero en el libro donde abordo con mayor amplitud el asunto: La ópera mexicana 1805-2002, editado por las universidades Anáhuac y Londres y Joaquín Porrúa, en el capítulo “La ópera en México y los medios de comunicación” (pp. 82 y ss).

Desde los cómicos de la legua, artistas trashumantes que llevaban sus espectáculos de pueblo en pueblo, donde la comunicación era verbal, transmitida de boca en boca, pasando por el surgimiento de los teatros públicos de paga, que se anunciaban con carteles y volantes, aún usados hasta la fecha, hasta la que circula en la red de manera casi instantánea, ha existido siempre la opinión favorable o desfavorable de lo que sucedió en la función. Es decir la crónica, la plática, el chisme, la opinión, llamada después la crítica.

Circunscribiéndonos a nuestro país, México, esa labor de opinar y juzgar, lo tuvieron la mayor de las veces los escritores: periodistas y/o poetas. Es una verdadera delicia leerlos. Menos susceptibles que ahora, donde la frágil piel de los “criticados” suele sufrir de ronchas y ampollas al menor roce, en tiempos no tan lejanos las opiniones se expresaban y manifestaban más abierta y brutalmente. Ahora cuando la máxima femenina que pedía “No ser tocadas ni con el pétalo de una rosa” pareciera prevalecer, el “mírame y no me toques”, la susceptibilidad, creemos que esa grata labor ha venido deteriorándose a pasos agigantados. A la par de la pérdida de espacios ganados que parecían indestructibles, la crítica musical, teatral, operática, ha venido decayendo de manera alarmante. Cada vez se cierran más espacios en los periódicos y los antes abundantes suplementos culturales van desapareciendo lo mismo que la extensión de los escritos críticos que a muy pocos parecen interesar. Además los intereses personales o de grupo, la cerrazón de los espacios para escribir convertidos en verdaderos ghetos o cotos cerrados donde no es fácil entrar si no se comulga en el mismo altar ideológico o partidario. También, y hay que decirlo aquí abiertamente y con toda claridad, muchos de los autonombrados “críticos” no son sino gacetilleros a sueldo de los poderosos en turno o simples boletineros de las “instituciones públicas o privadas” que premian o castigan según convenga.

Las plumas de los críticos de los siglos XIX, XX, verdaderos maestros del lenguaje y del buen decir, entre los que podemos mencionar a Manuel Gutiérrez Nájera, “El Duque Job”, Luis G. Urbina, Francisco Zarco, Amado Nervo, en el primero y Rafael Solana, Eduardo Lizalde, José Barros Sierra, Miguel Bueno y otros en el segundo, amén de otros que omitimos por razones de tiempo y espacio, ya no abundan en nuestro, este tercero que vivimos, el siglo XXI. A la decadencia cultural que padecemos en esta crisis de la decadencia actual la crítica musical no es excepción.

A ese tema venimos a enfrentarnos hoy en esta mesa.

Quienes aquí nos reunimos podremos opinar igual que nos depara el futuro.

Las cartas están sobre la mesa.

La polémica y la discusión está abierta para todos los participantes. Este es tan solo un apunte que aquí dejo para su análisis y reflexión.

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